Reinhardt permaneció mirándolo fijamente, con una expresión que no podía ser descifrada.—¿Dices que no quieres que la mate? —preguntó con una frialdad que parecía cortarle la respiración a Jordan.El chico, con el corazón latiendo a toda velocidad, intentó encontrar las palabras adecuadas.—Es que no hace falta, no es necesario llegar a estos extremos. Puede haber otra solución —dijo con una leve esperanza, convencido de que Reinhardt podría entender su punto de vista.El silencio que siguió fue pesado, un poco denso. Jordan, al ver la quietud de Reinhardt, creyó por un momento que sus palabras podrían estar logrando algo. Pensó que podía remover algo en el interior de él, que tal vez podría cambiar su perspectiva sobre la vida o sobre las personas. Recordaba lo que había sucedido cuando Reinhardt le había perdonado la vida a cambio de salvarlo, y por eso sentía que, quizás, aún había una chispa de humanidad en él.«Si logro que vea las cosas de la misma forma que yo, tal vez lo pued
El deseo de escapar, de rechazar esta horrible decisión, creció dentro de Jordan como una llama incontrolable. En un esfuerzo por liberarse, dio un tirón fuerte, y en el proceso, el arma que Reinhardt había colocado en su mano cayó al suelo, haciéndose eco del momento con un sonido sordo.—¡No voy a hacer esto! —vociferó Jordan con fuerza, mientras levantaba la cabeza y le clavaba una mirada desafiante—. ¡No voy a entrar en tu juego! —En realidad, ya decidiste —aseveró Reinhardt—. Como no vas a dar tu vida por ella, entonces es ella quien debe morir.Con rapidez, Reinhardt tomó la pistola del suelo y, sin vacilar, la apuntó directamente a la cabeza de la mujer. El disparo resonó en el aire con una claridad mortal y la mujer cayó al suelo. Su cuerpo se desplomó y un río de sangre se esparció a su alrededor. La imagen de dos cuerpos tendidos en el suelo frente a Jordan lo dejó totalmente tieso.El tiempo pareció detenerse. No hubo forma de suavizar el corazón de Reinhardt. La frialdad
Reinhardt no respondió de inmediato, sino que se quedó inmóvil, observando a Jordan con un semblante inexpresivo, un rostro impasible que no dejaba ver si estaba molesto, ofendido o incluso divertido. Era como si nada de lo que Jordan dijera o hiciera tuviera impacto en él.Sin una palabra más, Reinhardt dio un paso hacia Jordan. Lentamente, recortó la distancia entre ambos hasta que sus rostros quedaron casi pegados. Jordan no se movió, no mostró sorpresa ni rechazo, sino que simplemente permaneció quieto, esperando que algo suceda. Reinhardt se acercó aún más, y en un movimiento inesperado, colocó una mano en cada una de las mejillas del chico, sujetándolo con firmeza mientras sus labios casi rozaban los de Jordan.El joven siguió sin reaccionar y no se apartó, ni hizo ningún gesto que indicara que quería alejarse. La tensión entre ellos creció en la atmósfera que los rodeaba, mientras Reinhardt lo contemplaba fijamente, como si estuviera evaluando el efecto que sus movimientos prov
—¡Jordan! —exclamó un joven, quien tenía unos cuantos años más que Jordan. Era de tarde cuando el chico se hallaba limpiando su habitación.—¿Matías? —pronunció Jordan, pues era el nombre del que le hablaba.—El Jefe quiere que vayas a su oficina —expuso.—¿Ahora? Pero si no he terminado de limpiar aquí —se quejó.—Creo que te necesita ahora. Yo que tú, no lo hago esperar —recomendó Matías, sabiendo el carácter de Reinhardt.Jordan lanzó un suspiro, soltó la escoba y se dirigió hacia la oficina del Boss. Sin embargo, antes de llegar a la puerta, Reinhardt la abrió y cruzó el umbral.—Campesino —articuló al verlo. Luego, se aproximó a él y lo tomó del brazo—. Vendrás conmigo a un sitio. Es hora de aprender algo útil —agregó, empezando a caminar y llevando a Jordan consigo.—¿A qué te refieres? ¿Y poqué me jalas? —refunfuñó.—Te enseñaré a usar una pistola —indicó, a lo que Jordan se resistió de inmediato, tironeando su brazo con fuerza.—¡Ya te dije que no quiero aprender a disparar! N
Un par de días después, la oscuridad de la noche había caído como un manto espeso sobre la ciudad, sumiendo las calles en un silencio inquietante. Cada sonido parecía amortiguado, como si el mundo entero estuviera reteniendo el aliento. En ese momento, Reinhardt y Jordan se dirigían a la ribera, pues un barco había atracado, el cual contenía cajas de licor.Al llegar, ambos bajaron del coche, a lo que Reinhardt se aproximó a los tantos hombres que ya se encontraban allí y les ordenó que descargaran el barco. Jordan se unió al trabajo, ayudando a los hombres a bajar las cajas.La ribera del río se extendía frente a ellos, oculta por una densa capa de plantas que se mezclaba con las sombras de la noche. Los árboles, altos y delgados, se movían suavemente con el viento y sus ramas crujían en silencio, creando una sensación de calma. El río, apenas iluminado por la luna, reflejaba las luces lejanas del puerto. A lo largo de la orilla, los arbustos formaban grandes matorrales y altos pasto
Jordan estaba agachado, cubriéndose tras una pila de cajas rotas, con el cuerpo temblando, sin arma y sin saber qué hacer. La balacera a su alrededor parecía imparable y algunos hombres de Reinhardt estaban peleando cuerpo a cuerpo con los policías mientras el aire se llenaba de gritos y disparos. Jordan intentaba mantenerse lo más quieto posible, buscando pasar desapercibido para los policías, pero con el corazón latiendo fuerte en su pecho. Estaba asfixiado por el miedo, sin saber cómo podía ayudar sin poner su vida en más peligro.De repente, en medio del caos, algo se deslizó hacia él. Con los párpados extendidos, vio cómo una pistola chocaba contra el suelo, deslizándose hacia su dirección. Era como si la pistola le hubiera sido enviada directamente, un regalo inesperado en medio de la carnicería. Jordan, con las manos sudorosas, vio cómo el arma se detenía frente a él.Se asomó un poco, apenas dejando que su cabeza sobresaliera de detrás de la caja. A lo lejos, vio a uno de los
Reinhardt observó a su alrededor, dándose cuenta de que la situación era insostenible. Habían estado peleando no solo para protegerse de los policías, sino también para no perder aquel territorio ni todo el cargamento que había llegado en el barco.Sin embargo, todo se había salido de control. Ya muchos habían muerto y empezaban a quedar unos pocos. Además, ya no había nada que recuperar del cargamento, pues todo se había destruido. De pronto, vio a un policía hablando a través de su radio y pareció haber pedido apoyo, lo cual lo ponía en desventaja. Por lo tanto, no podía arriesgarse a quedarse allí mucho más tiempo. —¡Retírense! —exclamó Reinhardt a los hombres que sobraban—. ¡No hay otra opción! ¡Vámonos antes de que lleguen más policías! ¡Retírense, y ya saben lo que deben hacer! —expuso, refiriéndose al hecho de que, después de una emboscada como esta, los hombres sabían que estaba prohibido volver al cabaret, pues podían ser perseguidos por la policía. Por esa razón, debían al
Jordan lo contempló por unos segundos, y en ese instante, las imágenes de lo sucedido regresaron a su mente con una claridad devastadora. Recordó el momento exacto en que apretó el gatillo, el sonido ensordecedor de los disparos, y la caída de Matías y el policía. El peso de esas acciones lo abrumó de nuevo, y sin poder contenerse, comenzó a llorar. Sus lágrimas caían libremente y sus sollozos eran imparables, cada uno más desgarrador que el anterior.Reinhardt, desconcertado por la reacción de Jordan, intentó razonar con él.—¿Por qué estás así? ¿Qué fue lo que pasó? —preguntó una vez más, buscando comprender.A Jordan se le dificultaba hablar debido al nudo en su garganta que había explotado en su interior y se desbordaba incesablemente. Sin embargo, hizo un esfuerzo para revelar su situación a Reinhardt.—Yo... yo maté... a dos personas... —expuso, con la voz quebrada.—¿Estás llorando por eso? —cuestionó, mostrándose indiferente al respecto—. ¿Estás así porque mataste a dos person