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Jordan, al igual que Charlie, se quedaron congelados en su sitio. —¿Sucede algo, Reinhardt? —preguntó Charlie, con los nervios a flor de piel, pero procurando verse normal.Sin embargo, la respuesta de su jefe fue tan directa que lo dejó sin aliento.—Es lo mismo que te pregunto yo a ti —articuló—. ¿Me estás ocultando algo?La voz de Charlie tembló un poco cuando trató de negarlo.—¿Q-Qué? ¿Ocultarte algo? ¿De qué estás hablando? —cuestionó—. No estoy ocultando nada...—Entonces dime por qué tardaron tanto —el tono de Reinhardt se endureció al instante, como si ya supiera la respuesta.Charlie tragó saliva y trató de justificarse, pero cada palabra salía con más esfuerzo.—Es que… tuve un problema con el coche… —pero antes de que pudiera continuar, Reinhardt lo interrumpió.—Charlie —pronunció, dando unos pasos hacia él—. Nos conocemos desde hace años. Y créeme, conozco cada uno de tus movimientos, cada una de tus expresiones, cada gesto que te delata cuando mientes. Así que no puede
Reinhardt continuaba con los ojos clavados en Charlie. —No sentimos compasión, Charlie. ¿Acaso se te está empezando a olvidar quiénes somos? —cuestionó, dejando en claro que no aceptaría ninguna debilidad de su parte—. Si es así, dímelo, para tomar una decisión con respecto a ti.Charlie no se sentía particularmente ofendido por las palabras duras de Reinhardt. Al contrario, sabía que el jefe tenía razón para estar molesto. Charlie era su mano derecha, el segundo al mando en la organización, y si él se atrevía a mentirle o a ocultarle algo, eso significaba que había una falla en su lealtad, y Reinhardt no podía permitirse esa clase de dudas. Charlie era la única persona en la él que apostaba todo. Si mostraba indulgencia con él, daba espacio para que otros en la organización cuestionaran su autoridad.Reinhardt no podía ser suave ni tolerante, y Charlie lo sabía. En su mundo, el respeto y la lealtad no se ganaban con gestos amables, sino con mano dura y frialdad, sin espacio para sent
Jordan tragó saliva, quedándose mudo ante las palabras de Reinhardt. La amenaza era clara y el aire en el pequeño espacio entre ellos se volvía más pesado con cada segundo. —No hay manera de que salgas de aquí —resaltó el Jefe—. Hagas lo que hagas, te encontraré. No importa dónde vayas.Jordan intentó controlar su respiración, pero el peso de aquellas palabras le hizo difícil siquiera inhalar con normalidad. La mirada penetrante de Reinhardt, oscura y furiosa, estaba incrustada en él, como si lo analizara. Jordan sabía que era inútil intentar razonar con él, pero tampoco quería quedarse en silencio.—Ya te lo dije, no intenté huir —dijo finalmente, aunque su voz temblaba con ligereza.Reinhardt ladeó la cabeza, sin apartar su cuerpo del suyo. El calor del gigante sofocaba al chico, pero más que eso, era la intensidad de su mirada la que lo hacía querer apartar los ojos. Aun así, Jordan no era alguien que se rendía fácilmente, y aunque sentía cómo el pavor lo dominaba, se obligó a sos
Era el mediodía cuando el sol intenso calentaba la carretera repleta de polvo, y a su vez, iluminaba a un joven delgado de aspecto desaliñado que levantaba el pulgar con la esperanza de conseguir un aventón hacia la ciudad. Vestía una camisa blanca desgastada que se pegaba a su espalda debido al sudor, unos pantalones amarronados con tirantes y unos zapatos viejos del mismo color. Sobre su cabeza, reposaba un sombrero de paja deteriorado, el cual ofrecía poca protección a su rostro contra el calor. Su piel estaba ligeramente bronceada debido a su exposición a los rayos solares. Con la nariz y los pómulos enrojecidos a causa de los rayos ultravioletas, observaba la manera en que una fila de vehículos pasaba frente a él y ninguno se detenía para ofrecer su ayuda. Finalmente, tras varios intentos fallidos, un camión que transportaba árboles talados redujo la velocidad y se detuvo delante de él. Un hombre mayor, con barba canosa y semblante cansado, asomó la cabeza por la ventanilla.
Jordan frunció el ceño, mostrándose claramente perplejo. Antes de que el hombre se fuera, lo agarró del brazo.—¿A qué te refieres? ¿Por qué me estás diciendo eso? —preguntó, sintiendo la desesperación brotar en su voz.—No tengo nada más que decirte, niña. Ya vete, no hay lugar para ti aquí. Además, ¿cuántos años se supone que tienes? Este no es sitio para alguien como tú. Vete ya.—Pero… ¿por qué me dices eso? ¿Por qué me tratas como si fuera mujer? No soy mujer —insistió Jordan, sin soltar el brazo del hombre.Éste levantó una ceja, mirándolo como si acabara de decir algo completamente absurdo.—¿De qué estás hablando, niña? Puedo reconocer a una mujer desde kilómetros. Trabajo en esto, veo mujeres todos los días. ¿Quieres verme la cara de tonto?Jordan se quedó mudo, sin poder creer lo que oía.—No entiendo lo que dices. Te repito que no soy una mujer —declaró con seguridad. El hombre entornó los ojos, observándolo más de cerca.—¿Acaso estás tratando de hacerte pasar po
Decidido a ayudar, Jordan se arrojó al mar y llegó hasta el hombre. Comenzó a jalar las cadenas para sacarlas de la roca, pero fue inútil. También pensó en romper la piedra, pero eso era aún más complicado.Jordan subió a la superficie, tomó aire y volvió a sumergirse. Recordó la llave que uno de los hombres había arrojado al agua y empezó a buscarlo esperanzado. Quizás, podría ocurrir un milagro y encontrarlo.Buscó frenéticamente entre las piedras del fondo, sintiendo la desesperación crecer con cada segundo que pasaba. Finalmente, sus dedos rozaron algo metálico. Era la llave, la cual había sido arrojada cerca de Reinhardt para que éste se desesperara por querer tomarla y se ahogara más rápido. Jordan la tomó y se aproximó al hombre encadenado. Aun con sus manos moviéndose a causa de la agresividad del agua, logró abrir las cerraduras. Reinhardt, libre de las cadenas, nadó rápidamente hacia la superficie e inhaló una gran bocanada de aire, recuperándose en cuestión de segundos.
Reinhardt se mantuvo impasible. Sus ojos, oscuros y vacíos, no mostraban ni un rastro de emoción. La mano que sostenía el arma estaba firme, sin el más mínimo temblor, como si apuntar a la cabeza de Jordan fuera una acción cotidiana.—¿Crees que me importa? —dijo él, con una voz baja y helada, carente de cualquier rastro de humanidad. No había titubeo en su tono, ni rastro de compasión.En ese momento, Charlie intervino rápidamente. —Reinhardt, esto no es necesario. Este… muchacho vino ayer a pedir empleo y le dije que no. Ha vuelto para insistir, pero no hay nada para él aquí. Solo déjalo ir —farfulló. Sabía que Jordan no era hombre, pero seguía pensando en que solo era una jovencita que quizás tenía sus propios problemas y que esa era su forma de enfrentarse al mundo. Reinhardt no bajó el arma, pero Jordan creyó ingenuamente que Charlie podría ser capaz de controlarlo. —S-Sí, así es —se puso de pie lentamente—. P-Pero ya que me han rechazado por segunda vez, me voy p-para no
Jordan, por su parte, no reconoció a Reinhardt, pues no había visto su rostro claramente aquella noche. Reinhardt se quedó en silencio por un momento y decidió no revelar la razón por la que lo conocía. Se puso de pie y guardó su arma.—Veamos qué puedes hacer —articuló, a lo que Jordan fijó sus ojos llorosos en su rostro y lo miró con extrañeza. —¿Q-Qué… dijiste? —su nariz enrojecida brillaba debido a la luz del sótano. Reinhardt lo tomó del brazo y lo levantó del suelo con una fuerza bruta, llevándolo fuera de la habitación. Cada paso resonaba en el vacío del cabaret hasta que finalmente llegaron al gran salón donde se llevaban a cabo los espectáculos nocturnos.De pronto, el hombre empujó a Jordan hacia una silla frente al piano. —Siéntate —impuso, en lo que su voz resonó en la vastedad del sitio—. Quiero escuchar cómo tocas. Viniste para solicitar trabajo como pianista, ¿no? Ahora demuéstrame que tienes talento. Jordan se quedó confundido por la repentina orden del hom