Camelia le ha dado todo y siempre ha hecho lo que su hermana quería, y aún así, no la trata bien. Nadia la mira y sabe exactamente lo que está pensando.—No entiendo porqué mi hermana siempre ha sido tan mala conmigo Nadia, de veras no lo sé —le dice Camelia a su mejor amiga. —No hay motivo, Lía; hay personas así, que nacen creyendo que se lo merecen todo —asegura Nadia y agrega—: Y me vas a perdonar, pero tus padres también tienen culpa; siempre le concedían todos los caprichos. Si se antojaba de algo tuyo, te pedían que se lo dieras. Ella siempre ha querido lo tuyo para, después de obtenerlo, desecharlo. —¿Por qué dices eso? Ella no hace eso —protesta Camelia, causando el desconsuelo de Nadia. —¡Lía, no intentes tapar el sol con un dedo, que nos criamos juntas! —exclama Nadia, y comienza a enumerar todo lo que recuerda—. Lo primero que me viene a la mente fue tu décimo cumpleaños. Te habían regalado aquella hermosa muñeca que hablaba, y aunque a ella le compraron la que había pe
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