Camelia guarda silencio, manteniendo la mirada de Ariel hasta que, finalmente, aparta los ojos. No deja de tener razón lo que le dice su jefe; sin embargo, ella nunca ha sido dada a contar su miserable vida familiar a nadie. No obstante, aparecerse sola en la boda de su hermana le aterra más que ser sincera con su jefe. Toma otro sorbo de vino, exhala profundamente y decide abrirse.—Verá, señor —comienza Camelia, mostrando su reluctancia—, no quería hacer esto. Pero usted tiene razón. Le contaré sobre mi vida y así comprenderá por qué me veo obligada a actuar de esta manera.—Soy todo oídos —responde Ariel complacido, acomodándose en su asiento para escucharla.—No me interrumpa, se lo contaré de un tirón —le pide seriamente e inicia:"Mis padres tuvieron a mi hermana mayor cinco años antes que a mí. Para ellos, mi llegada fue una sorpresa, ya que solo habían planeado tener una hija, a la que le darían todo. Y cuando yo nací, ella ya era tratada como una reina, y eso nunca cambió. Sie
Leer más