Ariel, cautivado por su presencia, se acercó con una mezcla de nerviosismo y determinación. Con una sonrisa tímida, se sentó junto a ella y, poco a poco, fue ganándose su confianza al ofrecerle ayuda en sus tareas diarias. Para cuando el primer semestre llegó a su fin, el destino ya había entrelazado sus caminos, convirtiéndolos en una pareja inseparable.
En la universidad, Ariel no tardó en destacar. Su dedicación al estudio, heredada de sus hermanos mayores, lo lle
Ariel pasó el día sonriendo como un tonto, abrazando y besando a todos. Al llegar la noche se vistió con un elegante traje que estaba a juego con el vestido que llevaría Mailen. Una hermosa limusina blanca lo esperaba, la había puesto su hermano a su disposición. Tomó todo y emocionado, enfiló rumbo a la casa de su novia diez minutos antes de lo acordado, para darle tiempo a vestirse, con el vestido de sus sueños.Mailen era hija de una familia de bajos recursos. Realmente era una belleza y de seguro que triunfaría en la vida por ello. Vivía contándole a Ariel que deseaba ser una gran actriz y modelo. Quería vestirse con las ropas de los mejores diseñadores del mundo, decía. Su mayor sueño era irse a París, el corazón de la moda. Le decía a cada rato que haría cu
Ariel se mantuvo firme al ver a su familia en pleno apoyándolo desde el estrado. Su padre lo miraba fijamente, mientras su madre le sonreía con cariño, infundiéndole valor. Ismael, por su parte, miraba con odio a Enrique, conteniendo las ganas de enfrentarlo por la humillación a la que estaba sometiendo a su hermano.—Buenas noches —comenzó Marlon con una sonrisa—. Seguramente se estarán preguntando por qué la familia Rhys ha hecho acto de presencia en esta ceremonia de graduación. Se los diré, pero primero lo primero. Me complace ser quien entregue el premio al mejor alumno de la escuela, por sus admirables resultados, obtenidos con arduo trabajo durante todos estos años. Es un gran honor que agradezco al director por cederme su lugar. Por favor, que suba al estrado Ariel Rhys, merecedor del tí
Camelia reía con las ocurrencias de su mejor y única amiga, que esperaba ansiosa su respuesta.—Vamos, dime qué has hecho, Lía —la apremiaba Nadia con curiosidad—. ¿Te acostaste con el dueño del edificio?—Ja, ja, ja... No es nada de eso. Mejor te cuento antes de que inventes toda una telenovela en esa cabecita tuya —se apresuró a decir Camelia ante la insistencia de su amiga.—Está bien, pero primero come esto —pidió Nadia señalando la comida—. A Richard le quedó delicioso, solo me dejó preparar la ensalada. ¿Verdad que sabe como el de mamá?—Sí, está exquisito —asintió Camelia saboreando el pl
A pesar de que Nadia había visitado a Camelia muchas veces en su trabajo, solo conocía a su jefa inmediata, la señora Elvira, que era un encanto y llevaba muy bien a su amiga. Por eso, ahora mismo se estaba imaginando que el CEO debía ser un señor entrado en años que se aprovechó de la situación en que se encontraba su amiga para obligarla a estar con él. Pero era algo que ella no iba a permitir, así que puso toda su atención en lo que Camelia contaba.—El CEO me llevó primero al hospital cuando le conté lo que me habían hecho. Sin embargo, el dichoso antídoto no llegaba hasta media hora después, y yo no podía aguantar más. Le saltaba encima y prácticamente me lo estaba comiendo —contó sin dejar de ruborizarse.
Camelia se percata del cambio en el tono de voz de su amiga. Sabe que, aunque ríe con ella, no deja de preocuparse por su bienestar, por eso, como de costumbre, contestó a todas sus preguntas con honestidad. Nunca se han ocultado nada, por eso son tan buenas confidentes.—No, no es casado y tampoco tiene novia. Una que se creía que lo era, acaba de ser eliminada esta mañana. Precisamente su puesto de trabajo fue el que ocupé. Me contó que lo puso a escoger entre ella y yo, y me escogió a mí —cuenta sonriente, y Nadia puede ver cómo le brillan los ojos con entusiasmo.—¿Y eso por qué? ¿Te conoce ella? ¿Sabe lo que pasó entre ustedes? —sigue preguntando preocupada Nadia, frunciendo el ceño. Camelia cuelga el teléfono a su jefe, sin decirle dónde tiene que ir a buscarla. No puede creer que le pidiera eso, después de haberse pasado toda la tarde haciéndolo. ¿Es que no se cansa? Parece que solo piensa en sexo, se dice molesta y confundida. Vuelve a sentir esa inquietante sensación de ser observada, mira asustada en todas direcciones sin ver a nadie y se apresura a entrar en la casa de sus amigos, con la intención de quedarse allí con ellos. Su teléfono suena insistentemente, vibrando en su bolsillo.—¿Quién es, Lía? —le pregunta Nadia con curiosidad y un toque de preocupación.—No es nadie, no te preocupes —contesta Camelia evitando mirar a los ojos de su amiga que la conoce tanto, que siempre la descubre cuando miente, y cambia r&44. EL DILEMA DE CAMELIA
Camelia la miró con una mezcla de vergüenza y confusión mientras le confesaba que sí, que le gustaba mucho. Sin embargo, en esos momentos sentía que su jefe se estaba aprovechando de ella. Solo pensaba en tener sexo, se habían pasado toda la tarde en eso. Y ahora le había pedido más y otra cosa a la que ella se negaba porque no quería sentir dolor.—¿Es que no piensa en cobrar los favores que me hace de otro modo? —dijo con cara de frustración—. Es un aprovechado porque yo no sé mucho de estas cosas.—Ja, ja, ja, ay, Lía, ja, ja, ja... —rió Nadia a carcajadas mirando la cara roja de su amiga—. ¿Todavía te duele? ¿Es eso?—No, qué va, no me duele —
Ricardo y Nadia observaban atónitos cómo Camelia y su jefe se alejaban en el lujoso automóvil. La escena los había dejado boquiabiertos, pues jamás imaginaron ver a su amiga en una situación así.—¿Acaso tiene un novio millonario, Lía? —preguntó Ricardo, impresionado por el ostentoso vehículo en el que Camelia se había subido.—No exactamente. Más bien está pagando un enorme favor... o al menos eso es lo que ella cree —respondió Nadia con una risa sardónica—. Mi amiga nunca cambiará, es tan ingenua.—¿No me habías dicho que nunca había tenido novio y que no sabía nada de relaciones? —insistió Ricardo, genuinamente int