Ariel está sumido en sus pensamientos, sentado en un bar junto a su amigo Oliver, quien le habla de negocios. Sin embargo, la figura de Camelia acapara su mente. Su naturaleza es un enigma: apasionada y al mismo tiempo distante, una combinación que lo desconcierta por completo. Nunca había conocido a una mujer que, después de hacer el amor, no buscara su presencia o inundara su teléfono con mensajes. Ella lo ignora tras el acto, una indiferencia que lo desarma. Él, que nunca había permanecido en la cama con una mujer tras la intimidad, se encuentra abrazando a Camelia para dormir. ¿Por qué con ella no se levanta y se marcha como siempre lo ha hecho?—Ariel, Ariel, ¿me escuchas? —pregunta Oliver, sacándolo de su ensimismamiento.—¿Eh? ¿Qué decías? —responde como si saliera de un letargo.—¿Hay algo que te preocupa y yo no sé? —insiste Oliver.—¿Por qué lo dices? —pregunta, dando un trago a su bebida, tratando de concentrarse en lo que le dice su amigo.Oliver lo observa por un instante
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