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Todos los capítulos de Cállate y dame un hijo: Capítulo 91 - Capítulo 100
102 chapters
91.
Alessandro decidió acompañarnos a ver las casas, así como Roberto también ha decidido venir. Las casas son muy bonitas, pero ninguna nos ha impresionado.Ver las casas me hace pensar en el futuro. En algún momento voy a casarme con Alessandro y estoy casi segura de que seré una pésima esposa. La mayoría del tiempo discuto con Alessandro, en el pasado siempre ha sido así, ¿qué podría cambiar ahora?Rumbo a mi casa, no dejo de pensar en la posibilidad de que tal vez Alessandro me pida matrimonio en mi cumpleaños. Lo he visto hablar con Luciano, sé que planean algo. No me gustaría que me pidiera matrimonio en público, la idea me pone nerviosa. Tal vez por el miedo le diga que no.Yo no quiero ser esposa de nadie, sé que seré malísima. No tengo madera de esposa.Nada más quiero un hijo, ¿es mucho pedir?En la cena veo a Mariana y Roberto discutir sobre las casas que vieron, en que una en particular le gustó a ella, porque está cerca de la escuela donde
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92.
Tocan a la puerta y Martyn grita para que entren, al segundo se asoma el rostro de Rubiela y mis ojos se abren en gran manera de la emoción.Corro para abrazarla y ella me abre los brazos con cariño. Noto que trae una cajita pequeña, pero en ese momento no me importa su regalo.Nos hacemos preguntas a la vez y nos reímos cuando notamos que de la emoción no dejamos hablar a la otra.—Oh, vaya, creí que no ibas a venir —le digo en un puchero.—Claro que iba a venir, no me perdería tu cumpleaños por nada en el mundo —comenta casi con tono de indignación.Nos interrumpe un grito proveniente de Martyn, tiene una mano llevada a su boca y los ojos puestos en su celular.—Están sacando noticias sobre Emiliano —informa—. Están diciendo que lo han denunciado por maltrato.Rubiela y yo corremos hasta la cama, hasta la estilista ha dejado de maquillar a Romina y están atentas a lo que él dice.—El empresario Emiliano de los Hoz ha sido denunciado por presunto maltrato a supermodelo —lee Martyn—.
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93.
Ay, no puede ser, ¿en qué momento regresó ese hombre?Gael me observa de lejos, está conversando con unos invitados, pero su mirada está fija en mí. Me da la impresión de que está buscando en mis manos el anillo falso que me regaló. No se atreve a acercarse porque a mi lado está Alessandro, quien tiene una mano rodeando mi cintura, casi como si previniera que me escape.—¿Por qué invitaste a ese hombre? —pregunta a susurro.—Yo no lo invité —respondo entre dientes y finjo una sonrisa mientras se acerca una invitada a nosotros.—Pues haz que se vaya —gruñe Alessandro.Ujum… qué problema me he ganado. Se me había olvidado de que apenas unas semanas atrás Alessandro se enfrentó a Gael, un poco más y se van a los golpes.Después de saludar a los invitados, veo que a
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94.
Alessandro se arrodilla y estira sus brazos, dejándome ver que en sus manos tenía escondida una cajita negra, la ha abierto y puedo ver un radiante anillo de diamantes.Llevo las manos a mi boca, incapaz de soportar la fuga de emociones que hay en mi interior. Mis ojos se llenan de lágrimas.—Penélope —comienza a decir Alessandro, noto que hay un ligero temblor en su voz—, desde niño, siempre supe que tenerte a mi lado ha sido un regalo de la vida, y no puedo imaginar un solo día sin que tu sonrisa y personalidad extrovertida no esté acompañándome. Quiero conformar una familia a tu lado y tener todos los hijos que desees. —Sus palabras hacen que suelte una pequeña carcajada—. ¿Aceptas casarte conmigo? —pregunta.Dejo salir un largo suspiro. Agito mi cabeza con rapidez a modo de aprobación.—Sí, claro que sí —dig
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95
Esta es mi noche.Bajo del auto con ayuda de Alessandro. Esta fiesta, que inicialmente sería para recoger donaciones para los niños pobres que apadrina una fundación, terminó siendo una de las fiestas más importantes del año, la familia Bacheli ha extendido la invitación a todos sus allegados, así como también nuestra familia y los padres de Martyn, los cuales son los anfitriones.Hay una fila de autos que esperan para hacer su gran entrada en el salón de eventos, hasta la prensa está tomando fotos de los invitados. Claramente, cuando hay una fiesta donde se reúnen las familias más poderosas, esto crea expectativa; en este caso, se quiere saber quién podría hacer la donación más grande para la fundación.Hoy he traído un vestido rojo carmesí de mangas largas y corte de sirena. Si debo lucir como la prometida del magnate de l
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96.
Él se sorprende y aprieta los labios.—Lo siento, es que… —Paso una mano temblorosa por mi cabello—. Nada más quiero que esto se acabe.—Esta noche le pondrás fin, así que acabará pronto. —Me toma de una mano—. Yo creo en ti y en lo que eres capaz, así que terminarás con éxito lo que has comenzado.Sus palabras me reconfortan y siento que la tranquilidad vuelve a mi cuerpo.—¿Qué hace Serena aquí? —inquiero.—Me dijiste que me encargara de ella, eso haré —explica—. He invitado a su familia también, voy a exponerla, quiero que ellos vean el tipo de hija que tienen y lo mal que está, es la única forma en la que podré ayudarla. De hecho, necesito un favor tuyo.—¿Cuál?—Quiero que la provoques, has que se altere.Despliego
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97.
El salón de eventos está lleno con personas que discuten sobre lo que acaba de pasar, es una mezcla de confusión y sorpresa. Empieza a sonar una música suave que baja la tensión en el ambiente y empiezan a escucharse algunas risas de fondo y el tintineo de las copas.Todo debería sentirse perfecto, pues por fin se ha completado mi venganza, por fin Emiliano estará en la cárcel pagando por sus malvadas acciones. Y, ante todo, esta noche es un paso más hacia el día más importante de mi vida, y, sin embargo, algo en el aire me pone nerviosa.Estoy hablando con Rubiela, calmándola porque cree que Emiliano tomará represalias si llega a quedar en libertad, cuando un escalofrío recorre mi espalda. Al girarme, la veo. Serena. Su cabello rubio brilla bajo las luces del techo, pero es su mirada la que me hiela la sangre: gélida, llena de odio.De repente, levanta un br
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98.
Siempre he creído que los consultorios médicos tienen un aire especial, algo entre la esperanza y el temor. Aquel día, mientras esperaba que el doctor revisara mis exámenes, no podía dejar de tamborilear los dedos sobre el reposabrazos de la silla. Cada segundo parecía eterno.Finalmente, el doctor levantó la mirada, y su expresión serena me arrancó un poco del nudo que llevaba en el pecho.—Penélope, tus resultados están perfectos —anunció, con esa voz tranquila que usan los médicos para calmar a los pacientes.—¿Perfectos? —repetí, como si la palabra no tuviera sentido en mi cabeza.—Así es. No hay ningún impedimento físico ni hormonal que te impida quedar embarazada.Por un instante, sentí un alivio fugaz, pero fue rápidamente reemplazado por una ola de confusión.
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99.
Estoy sentada en el sillón mullido del consultorio, rodeada de paredes cubiertas por estanterías llenas de libros y diplomas. La luz cálida de una lámpara de pie me baña suavemente, pero no logra disipar el nudo que siento en el pecho. La psicóloga, una mujer de mirada comprensiva y voz calmada, se sienta frente a mí con una libreta en mano.—Penélope, después de estas sesiones, creo que es importante que hablemos sobre lo que está ocurriendo —dice, haciendo una pausa que parece llenar todo el espacio. La miro, queriendo escuchar, pero temiendo lo que vendrá.Estas semanas no han sido fáciles, dar el primer paso para afrontar los problemas emocionales y mentales que he arrastrado por años ha creado en mí una oleada de emociones. Pero sé que lo necesito, para avanzar en mi vida debo dejar atrás todos los fantasmas que me persiguen.—Tienes depresión y ansiedad —continúa, con un tono que mezcla firmeza y empatía—. Esto no es algo que pueda solucionarse de la noche a la mañana. Va a ser
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100.
El murmullo de los invitados se desvanece mientras camino hacia el altar. Respiro profundamente, intentando que mi pecho deje de subir y bajar de forma tan evidente. La seda blanca de mi vestido parece flotar con cada paso, y la larga cola se desliza detrás de mí como una nube. El corsé ajustado, las mangas de encaje y la falda amplia estilo princesa hacen que me sienta como en un cuento de hadas.Mi padre sostiene mi brazo con firmeza, guiándome. Su mano temblorosa me reconforta; sé que este momento es tan emotivo para él como para mí. Se inclina hacia mí y me susurra al oído:—Eres la novia más hermosa que he visto, mi niña.Sonrío y lucho por contener las lágrimas que amenazan con arruinar el maquillaje perfecto que tanto esfuerzo costó. Levanto la mirada y allí está él. Alessandro.Espera al final del pasillo con un porte elegante, vestido con un impecable traje negro y una pajarita que parece ajustada justo a medida para él. Sus ojos me encuentran, y la expresión en su rostro cam
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