Estaba saliendo de la iglesia, con el corazón roto y la mente nublada, cuando sentí que alguien me agarraba del brazo. Me giré y vi que era mi padre, Andrés. Su expresión era seria, aunque sus ojos reflejaban preocupación. —Vi que Livia salió detrás de ti —dijo él, sin rodeos—. ¿Ella te hizo llorar? Traté de tragar el nudo en mi garganta y apartar la mirada, incapaz de sostener sus ojos. —Me quiero ir, papá —le dije, con la voz apenas un susurro. Él frunció el ceño, claramente molesto. —Emily, tu lugar es aquí, en la boda de tu hermana —respondió firmemente, sin dejar lugar a discusión. Sentí cómo la rabia y la tristeza volvían a mezclarse en mi interior. Mi padre, como siempre, no entendía lo que realmente estaba pasando. O tal vez simplemente no le importaba. —Nadie me quiere aquí —le respondí, tratando de soltarme de su agarre, pero él no me dejó ir. —Claro que sí —dijo, con una calma forzada—. Elena quiere verte, y Omar me aseguró que él personalmente te había envi
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