El ambiente en el auto era tenso. Guillermo miraba por el espejo retrovisor, pero la ausencia de Valeria lo inquietaba, se había acostumbrado a que ella fuera la encargada de atender a Laura. Además la presencia de Natalia, lo perturbaba, sin embargo, no podía quitarle el derecho de estar cerca de la pequeña, ya que eso complicaría aún más las cosas, y Laura, en medio de su inocencia, la quería muchísimo, era lo más cercano que le había quedado de su madre Isabel. La voz de Laura, entrecortada por el llanto, resonaba en sus oídos.—Papi, ¿Por qué Valeria no vino con nosotros? —preguntó la pequeña, con lágrimas aún en sus ojos.Guillermo se esforzó por mantener la calma. —Ella vendrá después, cariño. Lo importante es que estés bien.Natalia, sentada en el asiento del copiloto, sonrió con una mezcla de satisfacción y malicia. —No te preocupes, Laura. Yo estoy aquí, y te prometo que todo saldrá bien.Laura, aún asustada, se encogió en su asiento. —Pero yo quiero a Valeria. Ella siempr
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