La decisión

 

Habían transcurrido varios días y Guillermo finalmente había encontrado un poco de tranquilidad en medio del dolor y los problemas que enfrentaba en su empresa. Uno de los problemas más graves era la sociedad que tenía con su cuñada, Natalia, la hermana de su difunta esposa.

La mitad de la empresa pertenecía a Natalia debido a una herencia que sus padres le dejaron antes de morir a ella y a su hermana Isabel. Aunque en realidad, eran tres hermanas, pero la menor fue secuestrada por la mujer que la cuidaba cuando era solo una bebé.

Esa bebé, cuando fue secuestrada, a pesar de que sus padres pagaron una fortuna en detectives investigando dónde la podían tener, jamás volvieron a saber de su paradero. Fue como si se la hubiera tragado la tierra. Lo que ocasionó que sus padres vivieran un dolor constante que nunca tuvo sanación en sus corazones.

 Desde entonces, solo quedaron Isabel y Natalia, quienes heredaron por partes iguales la fortuna de la familia Lombardo. Sin embargo, el testamento de sus padres incluía una cláusula que indicaba claramente que, si por alguna razón algún día llegaba a aparecer la tercera hermana, se le debía entregar la parte de la herencia que le correspondía.

Con el paso de los años, esa pequeña bebé se habría convertido en una mujer adulta. Al morir Isabel, su parte de la herencia pasó a manos de Guillermo, su esposo. Sin embargo, Natalia, una mujer calculadora y egoísta, tenía la otra mitad de la fortuna y por esa razón se sentía con el derecho de tomar decisiones en la empresa por encima de Guillermo. Desde la muerte de Isabel, Guillermo había estado lidiando con una batalla constante contra ella.

Además, Natalia escondía un oscuro secreto: siempre había estado enamorada de Guillermo. Sin embargo, él eligió a Isabel y se casó con ella. Isabel no pudo darle un hijo biológico, por lo que recurrieron a una clínica de fertilización y así nació su pequeña hija Sofía.

 

 

(…)

 

Guillermo era un hombre maravilloso, conocido por su integridad y dedicación. Siempre cumplía con sus responsabilidades, tanto en su vida personal como profesional. Era cariñoso y atento, demostrando un amor incondicional hacia Isabel, su difunta esposa. A pesar de los desafíos y las adversidades, Guillermo siempre se mantuvo firme en sus valores y principios, priorizando el bienestar de su familia por encima de todo. Su amor por Isabel era evidente en cada gesto y decisión, y su memoria seguía siendo una fuente de inspiración y fortaleza para él.

 

 

 Aquella tarde, mientras Valeria y Laura jugaban en el jardín, Guillermo las veía desde la ventana de su despacho. El sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rosados.

 

 Él las observaba con detenimiento sin que estas se dieran cuenta, era la primera vez en mucho tiempo que se sentía tan contento y tranquilo. Aquellas risas de su hija y Valeria, lograron contagiarlo y no pudo evitar acercarse a ellas.

 

 

 —¿Puedo unirme a ustedes? —preguntó Guillermo, sonriendo.

 

 

 —Claro, papá. Ven a jugar con nosotras —respondió Laura, estaba emocionada de ver a su papá sonriendo.

Valeria sonrió y asintió, sintiendo una extraña mezcla de nerviosismo y emoción al mismo tiempo. A medida que pasaba el tiempo, se daba cuenta de que Guillermo no solo era un hombre atractivo, sino también un padre dedicado y de buen corazón. Cada vez que lo veía interactuar con su hija, su admiración por él crecía. Sin embargo, Valeria no esperaba que alguien como Guillermo pudiera despertar esos sentimientos en ella. Inicialmente, solo estaba allí para estar cerca de su hija, pero pronto se dio cuenta de que sentía un nerviosismo inusual cada vez que estaba cerca de él.

Por su parte, Guillermo también estaba experimentando una confusión interna. Desde el primer momento en que vio a Valeria, sintió una atracción especial. No estaba seguro si era por el parecido que tenía con Isabel o si era por la propia Valeria, con su encanto y calidez. A medida que pasaban más tiempo juntos, Guillermo comenzó a darse cuenta de que sus sentimientos por Valeria eran genuinos y profundos. Se encontraba pensando en ella más de lo que debería, y cada encuentro con Valeria hacía que su corazón latiera más rápido.

Ambos estaban descubriendo sentimientos especiales el uno por el otro, aunque ninguno de los dos lo había planeado. Valeria, que solo quería estar cerca de su hija, se encontraba cada vez más atraída por Guillermo, mientras que él luchaba por entender si sus sentimientos eran una extensión de su amor por Isabel o algo completamente nuevo y maravilloso.

 

 

 

—Laura me ha contado que eres muy buena contando historias, Valeria —dijo Guillermo, sentándose en el césped junto a ellas, con esa mirada cálida y curiosa que lo caracterizaba.

—Bueno, trato de hacer mi mayor esfuerzo para mantenerla entretenida y hacer que se divierta —respondió Valeria, riendo suavemente, aunque sintiendo un leve rubor en sus mejillas.

—¿Y cuál es tu historia favorita, Laura? —preguntó Guillermo, mirando a su hija con ternura, mientras sus ojos brillaban con amor paternal.

—Me gusta la de las princesas y los castillos —dijo Laura con entusiasmo, con sus hermosos ojos llenos de ilusión.

—Qué bien, aunque mis favoritas eran las de piratas y espadachines —dijo Guillermo, guiñándole un ojo a Valeria, provocando una sonrisa cómplice en ella.

A medida que el sol se ponía, los tres continuaron jugando y riendo juntos. Valeria no podía evitar sentirse atraída por Guillermo. Había algo en su manera de ser, en su bondad y en la forma en que cuidaba de su hija, que la hacía sentir una conexión especial.

Esa noche, después de que Laura se fue a dormir, Guillermo y Valeria se quedaron en la sala de estar, conversando. La conversación fluyó con naturalidad, y ambos se dieron cuenta de que compartían muchas cosas en común.

—Valeria, quería agradecerte de nuevo por todo lo que has hecho por Laura. Ha sido un tiempo difícil para nosotros, pero desde que llegaste a esta casa, todo ha mejorado —dijo Guillermo, mirándola a los ojos, con su voz llena de sinceridad.

—Gracias, señor Guillermo. Laura es una niña maravillosa, y me alegra poder ayudar —respondió Valeria, sintiendo un calor en su pecho.

—No sé qué haríamos sin ti —dijo Guillermo, acercándose un poco más—. Pero no me digas más señor Guillermo,  suena como si fuera un viejo anticuado. Llámame Guillermo.

Valeria sintió su corazón acelerarse. Había algo en la forma en que Guillermo la miraba que la hacía sentir especial. Sin embargo, también sabía que debía mantener la calma y no dejarse llevar por sus emociones.

—Estoy aquí para lo que necesiten… Guillermo —dijo Valeria, tratando de mantener la compostura, aunque su nerviosismo al sentirlo tan cerca de ella era inminente.

Guillermo sonrió y asintió, pero ambos sabían que había algo más entre ellos, una atracción que crecía con cada día que pasaba, pero que aún no se atrevían a exteriorizar.

A medida que las semanas se convirtieron en meses, Valeria y Guillermo se encontraron pasando más tiempo juntos. Las conversaciones se volvieron más profundas, y la conexión entre ellos se hizo más fuerte. Valeria se debatía entre sus sentimientos por Guillermo y la razón por la que se encontraba en esa casa.

Una noche, después de que Laura se fue a dormir, Guillermo y Valeria caminaron hasta el porche. Ya era hora de que Valeria regresara a su casa, pero Guillermo trataba de acercarse a ella y no quería que se fuera. Así que caminó junto a Valeria mientras pensaba en la forma de decirle lo que estaba pasando con sus sentimientos hacia ella.

—Valeria, he estado pensando mucho en nosotros —dijo Guillermo, rompiendo el silencio, con su voz cargada de emoción.

—¿En nosotros? —preguntó Valeria, sintiendo un nudo en el estómago, mientras su corazón latía con fuerza.

 

 

 

 

 

 —Sí. No puedo negar que siento algo muy especial por ti. Eres una persona increíble, y no sé qué haría sin ti en nuestras vidas —dijo Guillermo, tomando su mano.—llegaste en el momento ideal y siento que debe haber alguna razón que hizo que el destino te trajera a mi.

 

 

 Valeria sintió una oleada de emociones. Sabía que también sentía algo por Guillermo, pero en su mente luchaba con el objetivo que la había llevado hasta allí. Era una mezcla de sentimientos que no sabía como definir. Pero lo único cierto en todo esto, era que estaba naciendo algo dentro de ella hacia Guillermo.

 

 

 —Guillermo, yo… también siento algo especial por ti. Pero..pero hay cosas que no sabes sobre mí —dijo Valeria, con la voz temblorosa.

 

 

 —No importa lo que sea, Valeria. Estoy aquí para ti, y quiero que sepas que puedes confiar en mí —dijo Guillermo, mirándola a los ojos.

 

 

 Valeria sintió una mezcla de alivio y miedo. Sabía que tendría que revelar su verdad en algún momento, pero por ahora, decidió disfrutar del momento y la conexión que compartían.

 

 Guillermo no pudo aguantar el deseo que sentía de besarla y sin pensarlo más, se acercó a ella rozando sus labios con ternura. Ella estaba nerviosa, no pudo vitar sentir un temblor en sus piernas, era obvio que se estaba enamorando de Guillermo.

 

 Ambos se besaron, sellando en ese momento el comienzo de un sentimiento especial que podía llevarlos a la gloria o a vivir una pesadilla cuando él se enterara de la verdad.

 

 

 

 

 Los días seguían pasando y la relación entre Valeria y Guillermo se hacía cada vez más cercana. Laura estaba más feliz que nunca, y la casa de los Martínez comenzaba a sentirse como un verdadero hogar para Valeria.

 

 Ella jamás imaginó que el entrar en esa casa buscando a su hija, iba a encontrar al amor de su vida. La conexión era cada vez mas profunda, aunque todavía no habían llegado a tener intimidad. Pero, una noche, después de una cena tranquila, Guillermo tomó una decisión importante que tomó por sorpresa a Valeria.

 

 

 —Valeria, he estado pensando… —dijo Guillermo, mientras tomaba un sorbo de café. —es una idea que me está dando vueltas en mi cabeza y que no se como lo vayas a tomar.

 

 

 —¿Sí? —respondió Valeria, con curiosidad. —¿Y qué será?

 

 

 —Laura y yo te necesitamos aquí en nuestra casa.

 

 

 —Pero yo estoy aquí con ustedes siempre. No comprendo qué quieres decir.

 

 

 —Sí, yo lo sé, vienes y vas todos los días y eso es maravilloso, pero no quiero que estés presente solo durante el día, sino todo el tiempo. Quiero que te quedes a vivir con nosotros —dijo Guillermo, mirándola con seriedad.

 

 

 Valeria sintió una oleada de emociones. La propuesta de Guillermo era tentadora, pero también sabía que complicaría aún más sus sentimientos y tenía miedo de sufrir. Estaba enamorada de Guillermo, y ya eso no tenía vuelta de página, lo tenía anclado en su corazón de la misma forma en la que tenía a su hija Laura.

 

 

 —Guillermo, no sé qué decir… —dijo Valeria, tratando de procesar la situación.

 

 

 —No tienes que decidir ahora mismo. Solo quiero que sepas que eres parte de nuestra familia y que te queremos aquí con nosotros. —dijo Guillermo, tomando su mano mientras la miraba fijamente a los ojos a punto de besarla.

 

 

 Valeria asintió, sintiendo una mezcla de gratitud y confusión. Sabía que tendría que tomar una decisión pronto, pero por ahora, decidió disfrutar del momento y se dejó besar, sintiendo que ese beso la estremecía toda. Pero tenía que pensar muy bien la situación, no quería enterarse todavía a Guillermo, hasta no estar segura del paso que iba a dar.

 

 

 (…)

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