Valeria y Javier caminaban por el parque, disfrutando del aire fresco que los rodeaba. Javier intentaba mantener la conversación en un tono ligero, pero Valeria seguía sumida en sus pensamientos.—¿Sabes? —dijo Javier, rompiendo el silencio—. Este lugar siempre me ha parecido mágico. La tranquilidad del parque contrasta con el caos de la vida cotidiana.Valeria asintió, aunque su mente estaba distante. La imagen de Guillermo, molesto y dolido, no dejaba de rondar en su cabeza.—Tienes razón —respondió, esforzándose por esbozar una sonrisa—. Es un buen lugar para desconectarse de la realidad. Javier la observó, notando la tristeza en sus ojos. Quería ofrecerle apoyo aprovechando el momento de vulnerabilidad que tenía, estaba dispuesto a todo por ganarse su confianza y poder reconquistarla de nuevo. —Valeria, si necesitas hablar sobre lo que sientes, estoy aquí para escucharte —dijo con sinceridad.Ella lo miró, sintiendo un destello de gratitud. Sin embargo, la sombra de Guillermo si
Valeria experimentó una sensación de inquietud al observar la expresión en el rostro de Guillermo. Era evidente que algo no estaba bien, aunque la magnitud de lo que estaba a punto de desatarse era difícil de anticipar.—Guillermo, ¿qué está sucediendo? —preguntó, esforzándose por mantener la calma en su voz.Tania, que había permanecido al margen, observaba con una sonrisa contenida y, posteriormente, se acercó a Guillermo con una actitud desafiante.—Creo que me retiraré a mi habitación —anunció, sintiéndose segura de que tenía derecho a ocupar ese espacio en la mansión.Valeria, sintiendo que la tensión aumentaba, decidió ser directa con Guillermo.—¿Qué significa esto, Guillermo? Me dijiste que ibas a buscarle un lugar a Tania. ¿Cuándo se irá de esta casa?—Tania no se va a ir de aquí —respondió Guillermo con firmeza.—¿Qué? ¡Eso no fue lo que acordamos!—Lo siento, Valeria, pero Tania no está bien de salud y está esperando a mi hijo. No puedo dejarlos en la calle en esas circunst
Guillermo, con el sobre aún en sus manos, se sintió abrumado por una mezcla de ansiedad y expectativa. La tensión en el aire era palpable, y Tania, consciente de la gravedad del momento, contenía la respiración.— ¿Qué dice, Guillermo? —preguntó Tania, su voz temblorosa revelando su nerviosismo.Guillermo, tras una pausa que pareció eternidad, finalmente rompió el silencio.— Los resultados son claros, Tania. El niño es... es mío.Un suspiro de alivio escapó de los labios de Tania, aunque su expresión se tornó rápidamente en una mezcla de satisfacción y preocupación. Sabía que este resultado aseguraba su lugar en la mansión, pero también comprendía que la relación entre Guillermo y Valeria podría estar irrevocablemente dañada.— Esto cambia todo, Guillermo —afirmó Tania, intentando proyectar una imagen de confianza—. Podemos construir una familia juntos.Guillermo, sin embargo, parecía perdido en sus propios pensamientos. La revelación de la paternidad no solo traía consigo un sentido
Guillermo abrió la puerta con una mezcla de nerviosismo y determinación. La visión de Javier, parado en el umbral, lo tomó por sorpresa. —¿Qué haces tú aquí, Javier? preguntó Guillermo, tratando de mantener la calma frente a su hija Laura, quien observaba la escena con curiosidad.—Vine a buscar a Valeria, respondió Javier, con una sonrisa que delataba su triunfo.Guillermo, consumido por los celos, replicó:—Tú no tienes por qué buscar a Valeria. Ella es mi mujer.—Un momento, Guillermo, —interrumpió Valeria— con una firmeza que sorprendió a todos. ——Yo no soy tu mujer. ¿Acaso se te olvida que tu mujer es Tania y que ayer confirmaste que el hijo que espera es tuyo?Javier, sintiendo que la situación estaba a su favor, se acercó a Valeria para ayudarla con la maleta mientras decía:—Ya todo está listo, podemos irnos cuando gustes.—Pero entonces, ¿tú sabías que este hombre vendría a buscarte? Se puede saber a dónde vas. —dijo Guillermo, impotente y lleno de celos.—Eso no es tu asunt
Javier respiró hondo, intentando calmar su corazón que latía desbocado. La idea de que Valeria pudiera entrar en ese momento lo llenaba de pánico. No podía permitir que todos sus planes se destruyeran por un momento de calentura. —Tania, por favor, ¡rápido! Vístete y enciérrate en el baño, Valeria quiere entrar—susurró, mientras miraba hacia la puerta, donde Valeria seguía llamando.Tania, aún aturdida, se levantó de la cama y comenzó a buscar su ropa en el desorden de la habitación. Javier, por su parte, se acercó a la puerta y trató de mantener la calma.—Valeria, un momento, por favor. —dijo, intentando sonar despreocupado.—¿Qué pasa, Javier? —respondió Valeria desde el otro lado, su voz tensa. —¿Puedo entrar?Javier sintió que el sudor le corría por la frente. Necesitaba ganar tiempo.—Eh… estoy… estoy en la ducha. Solo dame un segundo. —mintió, mientras miraba a Tania, que finalmente había encontrado su ropa.—¿En la ducha? Bueno, pero date prisa. —dijo mientras miraba su reloj
Javier estaba sorprendido al ver a Rebeca allí, de pie en la cocina, con esa sonrisa que siempre había tenido el poder de desarmarlo. No podía creer que el destino lo hubiera llevado a este momento, justo cuando pensaba que había logrado salir de su pasado.—Hola, Javier. ¡Qué sorpresa encontrarte aquí después de tanto tiempo! —dijo Rebeca, con su tono despreocupado que contrastaba con la tensión palpable en el aire.Valeria, sin entender la razón de la palidez de Javier, miró a ambos con curiosidad.—¿Javier, pero qué tienes? ¿Acaso te sientes mal? —preguntó, frunciendo el ceño.Javier tragó saliva, intentando recomponer sus pensamientos. La presencia de Rebeca era un recordatorio doloroso de un capítulo que había intentado cerrar.—No, no es nada. Solo… un poco de sorpresa —respondió, forzando una sonrisa que no alcanzó a ocultar su incomodidad—. Pensé que te habías ido de la ciudad.Rebeca se acercó un poco más; sus ojos brillaban con una mezcla de desafío y diversión.—Vaya, parec
Valeria se encontraba sumida en una profunda tristeza y soledad en la pequeña sala de su casa, rodeada de recuerdos de sus padres. Las fotos en las paredes y los muebles antiguos le recordaban constantemente la vida que había perdido en un abrir y cerrar de ojos. Desde la trágica muerte de sus padres en un accidente automovilístico, su situación económica se había vuelto insostenible. Los gastos médicos fueron exorbitantes y, a pesar de los esfuerzos de los médicos por salvarlos, resultaron en vano. Esto llevó a Valeria a endeudarse no solo con la clínica, sino también con los preparativos funerarios, agravando aún más su desesperada situación.Ellos le habían dejado la casa como herencia, pero no habían dejado muchos bienes. Las deudas se acumulaban y la hipoteca de la casa estaba a punto de vencer. Valeria se sentía atrapada, sin recursos y sin un empleo estable. La desesperación la consumía; cada día que pasaba sin trabajo era un paso más hacia la pérdida de su hogar.Una tarde, m
Guillermo tuvo que entrevistar a varias candidatas para el puesto de niñera de su hija. Sin embargo, sentía que ninguna de las entrevistadas reunía los requisitos suficientes. La primera en ser entrevistada fue Valeria, quien le causó una gran impresión por su parecido con su difunta esposa. No podía dejar de pensar en ella. Además, cuando Valeria conoció a la pequeña Laura, hubo una gran conexión entre ambas, lo que dejó a Guillermo pensando que tal vez ella podría ser la mejor opción. Después de una larga lista de candidatas, Guillermo tuvo que tomar una decisión definitiva. El tiempo se agotaba y el trabajo en la empresa era cada día más demandante, por lo que debía elegir a alguien cuanto antes. De todas las jóvenes que había entrevistado, sin lugar a dudas, la más indicada era Valeria. Veía en ella una gran madurez y, además, su hija Laura había hecho una buena conexión con ella. Pero existía otra razón de peso que lo motivaba a elegirla: el gran parecido que tenía con su difun