El día más esperado

Guillermo tuvo que entrevistar a varias candidatas para el puesto de niñera de su hija. Sin embargo, sentía que ninguna de las entrevistadas reunía los requisitos suficientes. La primera en ser entrevistada fue Valeria, quien le causó una gran impresión por su parecido con su difunta esposa. No podía dejar de pensar en ella. Además, cuando Valeria conoció a la pequeña Laura, hubo una gran conexión entre ambas, lo que dejó a Guillermo pensando que tal vez ella podría ser la mejor opción.

 Después de una larga lista de candidatas, Guillermo tuvo que tomar una decisión definitiva. El tiempo se agotaba y el trabajo en la empresa era cada día más demandante, por lo que debía elegir a alguien cuanto antes.

 De todas las jóvenes que había entrevistado, sin lugar a dudas, la más indicada era Valeria. Veía en ella una gran madurez y, además, su hija Laura había hecho una buena conexión con ella. Pero existía otra razón de peso que lo motivaba a elegirla: el gran parecido que tenía con su difunta esposa.

 Así que, enseguida, le dio la noticia a Valeria, quien no cabía de la felicidad al saber que, a partir de ese momento, iba a poder estar más cerca de su hija.

  

 Valeria estaba en su casa, sentada en el sofá, mirando el teléfono con ansiedad. Habían pasado varios días desde la entrevista y cada minuto que pasaba sin recibir noticias de Guillermo aumentaba su desesperación. Los servicios de la casa estaban atrasados, sus ahorros se habían agotado y no había buscado otro empleo porque deseaba con todas sus fuerzas el puesto de niñera para estar cerca de su hija, aunque nunca pudiera revelarle la verdad.

 De repente, el teléfono sonó. Valeria lo tomó rápidamente y vio el nombre de Guillermo en la pantalla. Su corazón comenzó a latir con fuerza mientras contestaba la llamada.

 —Hola,—dijo Valeria, tratando de mantener la calma.

 —Hola, Valeria, soy Guillermo Martínez, ¿Cómo estás? —respondió Guillermo con voz firme pero amable.

 —Estoy bien, gracias. ¿Y usted cómo le va? —Valeria intentaba sonar tranquila, aunque estaba nerviosa y al mismo tiempo emocionada, era la llamada que tanto había esperado. 

 —Bien, gracias. Llamo para hablar sobre el puesto de niñera —Guillermo hizo una pausa.

 Valeria sintió un nudo en el estómago. Este era el momento crucial, en el que se definiría si realmente Guillermo le daría el puesto o si simplemente había llamado para decirle que ya había escogido a otra candidata. 

 —Sí, claro. ¿Ya ha tomado una decisión? —preguntó Valeria, tratando de ocultar su ansiedad.

 —Sí, después de entrevistar a varias candidatas, he decidido que tú eres la persona ideal para el puesto —dijo Guillermo.

 Valeria sintió una oleada de alivio y alegría. No podía creer lo que estaba escuchando. Se tapó la boca tratando de que no le saliera un grito de la emoción, respiró profundo y se tranquilizó, luego le respondió: 

 —¿De verdad? ¡Gracias, señor Guillermo! No sabes cuánto significa esto para mí —respondió Valeria, emocionada.

 —Lo sé, Valeria. Pude apreciar la conexión que tuviste con Laura a pesar de que era la primera vez que se veían,  y creo que eso es una buena señal de que serás una excelente niñera para ella. Además, tu madurez y dedicación son exactamente lo que estaba buscando —Guillermo sonrió.

 —No le defraudaré, señor Guillermo. Haré todo lo posible para cuidar de Laura y asegurarme de que esté feliz —dijo Valeria con lágrimas en los ojos.

 —Estoy seguro de que lo harás. Nos vemos mañana para que puedas empezar a familiarizarte con la rutina de Laura —Guillermo sonaba confiado.

 —Gracias, señor Guillermo. Nos vemos mañana —respondió Valeria con voz temblorosa.

 Valeria colgó el teléfono y se dejó caer en el sofá, sintiendo una mezcla de alivio y felicidad. Finalmente, podría estar cerca de su hija, aunque nunca pudiera decirle la verdad.

  

  

 (…)

  

  

  Valeria se despertó muy temprano al día siguiente, con una mezcla de nerviosismo y emoción. Se vistió con esmero, eligiendo un conjunto profesional pero cómodo. Revisó una vez más las cartas de recomendación que había preparado, asegurándose de que todo estuviera en orden. Sabía que este trabajo era crucial para acercarse a su hija y no podía permitirse ningún error.

 Antes de salir de casa, sonó su celular. Al ver la pantalla, se percató de que se trataba de Rebeca. Dudó unos segundos si debía contestarle, pero después pensó que lo mejor era hacerlo y darle de una vez la noticia, aunque sabía que esto podía poner en juego su amistad.

 —¿Qué estás diciendo, Valeria? Pero eso no puede ser, me dijiste que solo ibas a ir a la entrevista para tener la oportunidad de ver a tu hija. Pensé que ibas a rechazar la oferta de trabajo —dijo Rebeca, sorprendida.

 —Rebeca, por favor, trata de calmarte. No sabes la conexión que tuve con mi hija con tan solo verla una vez. Ya no tiene a su madre, así que estoy yo para cuidar de ella. Si el destino me está dando esta oportunidad, no pienso despreciarla —respondió Valeria, decidida, antes de colgar sin dejar que Rebeca le dijera nada más.

 Ya había tomado una decisión y no pensaba dar marcha atrás. La única posibilidad de poder tener a su hija cerca de ella era aceptando ese puesto de niñera, así que iba dispuesta a hacer su mejor papel para poder estar cerca de su pequeña. Rebeca se quedó muy preocupada, arrepentida de haberle dado los datos de la familia Martínez. Si algo malo pasaba, ponía en riesgo años de servicio en la clínica de fertilización.

 Al llegar a la mansión de los Martínez, Valeria fue recibida nuevamente por la sirvienta, quien la condujo a la sala de estar donde Guillermo la esperaba.

 —Buenos días, Valeria. Me alegra verte tan puntual —dijo Guillermo con una sonrisa y una emoción inexplicable que sintió nada más al verla. 

 —Buenos días, señor Guillermo. Gracias por recibirme —respondió Valeria, tratando de ocultar su nerviosismo.

 —Por supuesto. Hoy quiero que te familiarices con la rutina de Laura y que pases tiempo con ella. Estoy seguro de que se llevarán muy bien —dijo Guillermo, invitándola a sentarse.

 —Estoy ansiosa por empezar. Haré todo lo posible para que Laura se sienta cómoda y feliz —dijo Valeria con determinación.

 —Eso es lo que espero. Confío en que harás un excelente trabajo —respondió Guillermo, mirándola con seriedad.

 Valeria asintió, sintiendo una mezcla de responsabilidad y esperanza. Sabía que este era el comienzo de una nueva etapa en su vida, una que le permitiría estar cerca de su hija y cuidarla como siempre había deseado.

  

  En ese momento, la pequeña Laura, entró en la sala, sosteniendo un juguete en la mano. Al ver a Valeria, sonrió tímidamente. 

  

  

   —Hola, Valeria —dijo Laura, acercándose a ella. 

  

  

   —Hola, Laura. ¿Lista para pasar un día divertido conmigo? —respondió Valeria, agachándose para estar a su altura. 

  

  

   Laura emocionada asintió con entusiasmo, y Guillermo observó la interacción con una expresión de alivio. Necesitaba de alguien como Valeria para poder trabajar tranquilo. 

  

  

   —Bueno, las dejaré para que se conozcan mejor. Si necesitas algo, estaré en mi oficina —dijo Guillermo, dirigiéndose hacia la puerta. 

  

  

   Valeria y Laura pasaron la mañana jugando en el jardín. La pequeña estaba llena de energía y curiosidad, y Valeria se sintió cada vez más conectada con ella. Mientras jugaban, Valeria no podía evitar pensar en lo mucho que se parecía a ella cuando era niña. Había sacado su cabello, y aunque los ojos eran de su padre, la mirada le recordaba a ella. 

  

  

   —¿Te gusta vivir aquí, Laura? —preguntó Valeria mientras construían una torre de bloques. 

  

  

   —Sí, pero extraño mucho a mi mamá —respondió con notable tristeza. 

  

  

   Valeria sintió una punzada en el corazón al escuchar esas palabras. Sabía que no podía reemplazar a la madre de Laura, pero estaba decidida a darle todo el amor y cuidado que pudiera. Al fin y al cabo, ella era su verdadera madre, aunque tuviera que mantener guardado ese secreto. 

  

  

   —Lo sé, Laura, sé como te sientes, pero estoy aquí para cuidarte y jugar contigo para que no te sientas sola. Siempre puedes contar conmigo —dijo Valeria, acariciando suavemente su hermoso cabello. 

  

  

   Laura sonrió y continuaron jugando. A medida que pasaban las horas, Valeria se dio cuenta de que estaba empezando a formar un vínculo genuino con la niña. Sin embargo, también sabía que su objetivo final era poder contarle a Guillermo la verdad. Y que en algún momento su hija pudiera verla como una madre, pero sabía que para que ese momento llegara, tenía que ser muy paciente. 

  

 (…) 

  

   Al mediodía, la sirvienta los llamó para almorzar. La mesa del comedor estaba elegantemente puesta, con platos de comida deliciosa. Guillermo se unió a ellos, y Valeria notó la tristeza en sus ojos mientras observaba a su pequeña hija. 

  

  

   —Laura, ¿cómo te ha ido con Valeria? —preguntó Guillermo, tratando de sonar animado. 

  

  

   —Muy bien, papá. Jugamos mucho y me contó historias divertidas —respondió Laura con entusiasmo. 

  

  

   —Me alegra escuchar eso, me gusta saber que te estés llevando bien con Valeria. Y te doy las gracias a ti, por cuidar tan bien de ella —dijo Guillermo, dirigiéndose a Valeria. 

  

  

   —Es un placer, señor Guillermo, Laura es un niña maravillosa —respondió Valeria con sinceridad. 

  

  

   Después del almuerzo, Guillermo llevó a Laura a su habitación para una siesta. Valeria aprovechó el momento para explorar un poco más la casa. Observó las fotos familiares en las paredes, tratando de indagar más sobre la vida de los Martínez. Cada detalle que descubría la acercaba más a su objetivo. 

  

  

   Se acercó a la chimenea y vio varias fotos familiares sobre la repisa, en donde se encontraba un portarretrato con la imagen de la difunta madre de Laura. Era una mujer muy elegante y hermosa, le llamó mucho la atención el parecido que tenía con ella misma, el color del cabello el tono de piel eran muy parecidos, sin embargo sabía que era hija única, de lo contrario podría haber pensado en que en alguna parte del mundo tenia una hermana. Sin embargo, no le dio la menor importancia y continuó explorando la casa. 

  

  

   (…) 

  

  

  

   Una hora después… 

  

  

   Cuando Laura despertó de su siesta, pasaron la tarde dibujando y leyendo cuentos. Valeria se sorprendió de lo rápido que la niña había comenzado a confiar en ella. Sentía que estaba en el camino correcto, pero sabía que aún quedaba mucho por hacer. 

  

  

   Al final del día, Guillermo se acercó a Valeria mientras ella ayudaba a Laura a guardar sus juguetes. 

  

  

   —Valeria, quería agradecerte nuevamente por todo lo que has hecho hoy. Sé que no ha sido fácil para Laura desde que su madre falleció, pero parece que se siente muy cómoda contigo —dijo Guillermo con una sonrisa agradecida. 

  

  

   —Gracias, señor Guillermo,estoy aquí para ayudar en lo que necesiten —respondió Valeria, sintiendo una mezcla de satisfacción y culpa al mismo tiempo. En el fondo quería contarle la verdad a Guillermo, pero no podía correr el riesgo de que él reaccionara de otra forma a lo que ella esperaba, y la terminara echando de la mansión. 

  

  

   Mientras se dirigía a su apartamento esa noche, Valeria no podía dejar de pensar en lo cerca que estaba de su hija. Sabía que este era solo el comienzo y que tendría que ser paciente y cuidadosa. Pero estaba decidida a seguir adelante, sin importar las consecuencias.

  

  

  

   Los días se convirtieron en semanas, y Valeria se fue integrando cada vez más en la vida de los Martínez. Cada mañana llegaba temprano a la mansión, lista para cuidar de Laura y asegurarse de que tuviera un día lleno de actividades y diversión. La rutina se volvió familiar y reconfortante, tanto para ella como para la pequeña. 

  

  

  

   Guillermo, por su parte, comenzó a notar el cambio positivo en su hija. Laura parecía más feliz y tranquila desde la llegada de Valeria. A menudo, Guillermo se encontraba observando a Valeria mientras jugaba con Laura en el jardín o le leía cuentos antes de dormir. Había algo en ella que lo atraía, una calidez y una dedicación que no había visto en mucho tiempo.

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