Esa noche, Natalia se instaló en la habitación de huéspedes llena de coraje, deseando la habitación que ocupaba Valeria para poder estar cerca de Guillermo. La cena se sirvió en el elegante comedor de la mansión, un amplio salón con paredes de un suave tono crema, decoradas con obras de arte y una gran lámpara de araña que colgaba del techo, iluminando la mesa de caoba pulida. La mesa estaba adornada con elegancia, con un mantel blanco impecable y candelabros de plata. Los platos de porcelana fina estaban dispuestos con esmero, y el aroma de la comida llenaba el aire. Valeria, Guillermo y Natalia se sentaron a la mesa, con Laura ocupando su lugar habitual junto a Valeria. Durante la cena, la conversación fue ligera, aunque la tensión entre Valeria y Natalia era palpable. Valeria intentaba mantener la calma, pero no podía evitar sentirse incómoda bajo la mirada escrutadora de Natalia. Después de la cena, Natalia se dirigió a Guillermo con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos. —Guillermo, ¿podemos hablar a solas? Es que tengo que decirte algo importante —dijo, lanzando una mirada significativa hacia Valeria. Valeria se levantó de la mesa, tratando de ocultar su molestia. —Claro, yo… iré a llevar a Laura a su habitación para que puedan hablar a gusto. —dijo incómoda, y se retiró del comedor. Guillermo y Natalia se quedaron solos. Él la miró con una mezcla de curiosidad y desconfianza, la conocía muy bien y sospechaba que traía algo entre manos. —¿De qué quieres hablar, Natalia? —preguntó, cruzando los brazos. Natalia se acercó a él, con una expresión que denotaba preocupación. —Guillermo, no creo que necesites una niñera para Laura. Yo estoy aquí ahora, y puedo ocuparme de ella sin ningún problema —dijo, tratando de sonar convincente. Guillermo frunció el ceño, claramente molesto por la insinuación. —Natalia, lo que es mejor para mi hija lo decido yo, y considero que Valeria ha sido una buena influencia para Laurita. Ella ha sido una figura maternal para mi hija, desde que Isabel… —se mordió los labios, le costaba mucho hablar de su difunta esposa, todavía le causaba mucho dolor nombrarla—. En fin, Valeria ha traído la sonrisa a Laurita y eso es suficiente para mí. Natalia se cruzó de brazos, mirándolo con una mezcla de desafío y curiosidad. —¿Entonces es cierto? —preguntó con firmeza. —¿A qué te refieres? —Pues no soy tonta, querido cuñadito, es más que obvio que te atrae la niñera. ¿Acaso es por el parecido que tiene con mi hermana Isabel? Guillermo la miró con el ceño fruncido, sintiéndose acorralado por Natalia. —¿Y si así fuera, qué? —Natalia levantó las cejas, haciendo una expresión de asombro. —¿Entonces ya es un hecho que te gusta esa mujer? ¡Pero si apenas la acabas de conocer! Hasta donde tengo entendido, ella solo tiene unos meses trabajando en esta casa y ya la tienes viviendo aquí. ¡Es absurdo! —¿Te parece absurdo que quiera rehacer mi vida? ¿Te parece absurdo que no quiera seguir ahogado de dolor con el recuerdo de Isabel? ¡Es mi vida! Y hago con ella lo que quiera. Natalia apretó los puños, tratando de contenerse, luego lo enfrentó: —Sí, tienes razón, Guillermo, es tu vida, pero Laura es mi sobrina y también tengo derecho a velar por su bienestar. A pesar de que no lleva la sangre de mi hermana. —Laura está contenta con la presencia de Valeria, y yo… yo… me siento mucho más tranquilo con su presencia en casa. Y por eso la invité a quedarse a vivir aquí, para que estuviera más cerca de Laurita. —Y también cerca de ti. Pero, ¿ya le contaste a Valeria cómo falleció mi hermana? Guillermo la miró fijamente a los ojos, clavando una mirada fulminante que hizo estremecer a Natalia. No vio conveniente decirle que ya existía una relación con Valeria. —¿Por qué tienes que sacar a relucir la muerte de Isabel? ¿No te parece que ya me siento lo suficientemente culpable para que vengas a echarle más sal a la herida? —Pues, pienso que si es tu intención continuar con tu vida, lo más lógico es que la mujer con la que estés sepa la verdad de cómo murió mi hermana. ¿No te parece, cuñadito? Natalia se quedó en silencio, observando cómo Guillermo se alejaba, dejando la conversación inconclusa. Guillermo subió las escaleras y caminó por el enorme pasillo que conducía a las habitaciones, la discusión con Natalia, lo había puesto muy abatido. Se detuvo frente a la puerta de la habitación de Valeria. Tuvo la intención de tocar, pero al recordar la conversación con Natalia, se arrepintió. No se sentía preparado para hablar con ella en ese momento, así que decidió seguir hacia su habitación. De pronto, Valeria abrió la puerta, sintiendo su presencia del otro lado. Al verlo, le sonrió con su cautivadora sonrisa: —¡Guillermo, cariño! —se acercó para besarlo, pero Guillermo la detuvo, dejando a Valeria completamente impactada por su actitud. —¿Qué te pasa, Guillermo? ¿Por qué te comportas tan distante? ¿Hice algo malo? Guillermo se llevó las manos a la cabeza, visiblemente angustiado. La visita de Natalia lo tenía atormentado. —¡No! No se trata de ti, Valeria. Es solo que… no me siento bien. Creo que mejor voy a descansar. Antes de que pudiera irse, Valeria, preocupada por su actitud, lo tomó del brazo: —¡Espera, Guillermo! Por favor, no me dejes así, con esta angustia. No entiendo qué te pasa. Anoche estuvimos juntos por primera vez y estabas feliz de tenerme a tu lado, y ahora actúas como si quisieras evadirme. ¿Esto tiene que ver con la visita de tu cuñada? Guillermo la miró a los ojos, mostrando un profundo dolor y desesperación por no poder compartir el secreto que lo atormentaba. —Valeria, creo que me apresuré con lo nuestro. Debería haber pensado más en Laurita. Perdón, pero estoy un poco confundido. Valeria palideció, sintiendo un escalofrío recorrer su cuerpo. —¿Qué? ¿Qué estás diciendo? —una lágrima corrió por su rostro. No podía creer que, después de entregarle su corazón, él dijera que había sido un error. —¿Entonces todo ha sido una mentira? ¡Dios mío! ¿Cómo has podido hacerme algo así? La situación se volvía tensa. Para Valeria, era un golpe muy bajo. Guillermo se sentía impotente, sin saber cómo decirle que en realidad la amaba, pero que un oscuro secreto lo obligaba a alejarse de ella. Valeria se secó las lágrimas, herida, pero no podía renunciar a su trabajo, principalmente por su hija Laura. Temía que Guillermo decidiera echarla de la mansión, así que se armó de valor y lo enfrentó: —¿Significa que quieres que me vaya de la mansión, no es así? —¡No! Claro que no, Valeria. No quiero que te vayas de la mansión. Al contrario, quiero que te quedes cuidando de Laurita. Ella no soportaría que la dejaras, está acostumbrada a tu compañía, y te necesita más que nunca, Valeria respiró aliviada. En ese momento, lo que más le importaba, por encima de sus sentimientos hacia Guillermo, era su hija Laurita. —Muy bien, señor Guillermo —dijo con distancia— No se preocupe, a partir de ahora solo me dedicaré a cuidar de Laurita. Y por lo nuestro, pierda cuidado, sé perfectamente cual es mi lugar en esta casa. Que tenga buenas noches. —cerró la puerta fuertemente, dejando a Guillermo totalmente herido. Se sentía impotente al ver que, cuando por fin había encontrado un poco de paz después de la muerte de su esposa Isabel, el pasado se empeñaba en regresar para recordarle el horrible secreto que llevaba sellado en su mente. (…)
Esa noche, Valeria se sentó en la cama, sintiendo cómo las lágrimas caían por sus mejillas. La confusión y el dolor la abrumaba. Sabía que Guillermo estaba luchando con sus propios demonios, pero no podía entender por qué se estaba alejando de ella despues de haberse entregado a él. Se recostó, abrazando una almohada, deseando que el tiempo pudiera retroceder y que su relación no se hubiera complicado de esa manera. “¿Cómo pude ser tan ingenua y creer que un hombre tan importante como él me iba a tomar en serio?...pero no puedo irme de la mansión ahora que logré entrar, estoy cerca de mi hija y no puedo separarme de ella.” Valeria tenía muy claro cual era su misión en la mansión, y su objetivo principal, era poder estar cerca de su hija hasta lograr tenerla con ella. Mientras tanto, Guillermo permanecía en su habitación, dando vueltas a sus pensamientos. La conversación con Natalia lo había dejado en un estado de incertidumbre. Sabía que Valeria era una buena persona y que h
El sol se filtraba a través de las cortinas, iluminando la habitación de Valeria con un brillo tenue. A pesar de la luz, su corazón seguía en la oscuridad. Se sentó en la cama, con las manos temblorosas mientras pensaba en la conversación que había tenido con Guillermo. El eco de sus palabras resonaba en su mente, y la confusión la mantenía atrapada.—¿Por qué no puede ser sincero conmigo? —murmuró, mirando por la ventana hacia el jardín, tratando de encontrar una respuesta a lo que realmente estaba pasando con Guillermo. —pareciera que algo le perturba, es como si estuviera ocultando algo, ¿Pero qué? Él estaba tan tranquilo y hasta lo veía feliz a mi lado, todo cambió con la llegada de…Natalia. De repente, un golpe en la puerta la sacó de sus pensamientos. Era Laura, con su sonrisa brillante y sus ojos llenos de vida.—¡Valeria ! —gritó la niña—. ¡Ven a jugar conmigo!Valeria sonrió, pero la tristeza seguía presente.—Claro, cariño, en un momento voy contigo—respondió, tratando de o
El ambiente en el auto era tenso. Guillermo miraba por el espejo retrovisor, pero la ausencia de Valeria lo inquietaba, se había acostumbrado a que ella fuera la encargada de atender a Laura. Además la presencia de Natalia, lo perturbaba, sin embargo, no podía quitarle el derecho de estar cerca de la pequeña, ya que eso complicaría aún más las cosas, y Laura, en medio de su inocencia, la quería muchísimo, era lo más cercano que le había quedado de su madre Isabel. La voz de Laura, entrecortada por el llanto, resonaba en sus oídos.—Papi, ¿Por qué Valeria no vino con nosotros? —preguntó la pequeña, con lágrimas aún en sus ojos.Guillermo se esforzó por mantener la calma. —Ella vendrá después, cariño. Lo importante es que estés bien.Natalia, sentada en el asiento del copiloto, sonrió con una mezcla de satisfacción y malicia. —No te preocupes, Laura. Yo estoy aquí, y te prometo que todo saldrá bien.Laura, aún asustada, se encogió en su asiento. —Pero yo quiero a Valeria. Ella siempr
Guillermo se quedó sorprendido al ver a Natalia entrar en su despacho sin previo aviso.—¿Por qué has ingresado sin avisar, Natalia? ¿Qué sucede? —preguntó, intentando mantener la compostura.—Es urgente que hablemos, Guillermo, y no puede esperar —respondió ella con determinación.Valeria, presente en la habitación, bajó la mirada y apretó los puños, sintiéndose impotente. Aún no estaba al tanto de lo que había pasado entre Guillermo y Natalia.—Por favor, Natalia, estoy en medio de una conversación con Valeria —intervino Guillermo, buscando restablecer el orden.—¿Y qué puede ser tan importante como para que te ocupes tanto tiempo con la niñera? Soy la tía de Laura, lo que me da derecho a un trato preferencial. Además, lo que tengo que discutir es precisamente sobre ella. ¿O acaso esta empleada es más importante que tu propia hija?La paciencia de Guillermo se agotó. Se levantó de su silla y golpeó el escritorio con firmeza.—¡Basta, Natalia! No permitiré que sigas menospreciando a
Guillermo se quedó paralizado, sintiendo que el aire se le escapaba. La amenaza de Natalia resonaba en su mente, y la idea de perder a Laura lo aterraba. —Haz llegado demasiado lejos Natalia, jamás pensé quefueras capaz de acorralarme de esta forma. —Y yo jamás pensé que me fueras a cambiar por esa mujercita insignificante, y quiero que te quede claro que eso jamás lo voy a permitir. —¿Y qué vas a hacer para impedirlo? Natalia lo miró fijamente a los ojos mientras le decía de forma determinante: —Te voy a dar a elegir solo dos opciones. O te casas conmigo y dejas el capricho que tienes con la niñera, o te juro que voy a hacer todo lo que esté a mi alcance para que pases el resto de tus días en la cárcel y sin poder ver a tu hija. ¿Te imaginas lo que pensará Laura cuando crezca y se entere que su propio padre asesinó a su madre tan solo por quedarse con su fortuna mientras seducía a su tía Natalia? —Eres aberrante, eres un ser egoísta. —Pero no he terminado, porque me gustaría
La tarde avanzaba y la tensión en la mansión era palpable. Guillermo observaba como Javier miraba a Valeria, se podía apreciar facilmente, que a pesar del tiempo que tenían sin verse, aún existía en él un gran interés por ella. Y Valeria por su parte, lo miraba y sonreía, a pesar de que no se veía en ella el mismo interés, tampoco le disgustaba su presencia. La inquietud aumentó en Guillermo a tal punto que se sentía impotente y ansioso, ya que después de las amenazas de Natalia, no podía hacer nada en ese momento, así que decidió que no podía permitir que esto lo afectara más; debía centrarse en Laura y en su bienestar.Javier completamente ingenuo a lo que estaba pasando entre Guillermo y Valeria, intervino diciendo: —Me gustaría conocer a la niña, ¿Puede ser? —Sí, por supuesto, Valeria por favor lleva a Javier a la habitación de Laura. Valeria lo miró y manteniendo las apariencias ante Javier, le respondió: —Sí, por supuesto. Ven conmigo Javier. Ambos se retiraron y mientra
La noche se había instalado en la mansión, envolviendo cada rincón en un silencio tenso. Valeria, con el corazón aún agitado por el mensaje de Guillermo, sintió que la cocina se convertía en un refugio incierto. Mientras preparaba la cena de Laura, sus pensamientos se desbordaban como la pasta que hervía en la olla.—¿Qué significa este mensaje? ¿Por qué me escribe esto y no me dice lo que realmente está pasando? Debo hablar con él, para que me diga la verdad. Se que algo me está ocultando. —murmuró para sí misma, sintiendo el peso de la incertidumbre.Laura entró de repente, interrumpiendo su reflexión. La pequeña, con su cabello desordenado y una sonrisa que iluminaba el ambiente, se acercó a Valeria.—¿Ya está lista la cena? Tengo hambre —dijo, estirando sus manitas hacia la mesa.Valeria sonrió, tratando de ocultar su agitación. —Le falta muy poco, cariño. ¿Te gustaría ayudarme a poner la mesa?Laura asintió emocionada y comenzó a sacar los platos del armario. Mientras ambas se moví
Guillermo sintió la presión aumentar en su pecho. La imagen de Laura, vulnerable y necesitada de estabilidad, lo atormentaba. Sabía que no podía arriesgarse a perderla, y la amenaza de Natalia se cernía sobre él como una sombra ominosa. —Valeria… — comenzó, su voz temblorosa mientras miraba a Natalia, quien tenía una actitud amenazante, esperando a escuchar lo que diría. Guillermo sabía que Natalia estaba dispuesta a todo, así que se armó de valor y le dijo: —Sí, es cierto, Natalia y yo nos vamos a casar.Natalia sintió un gran alivio y mostró una sonrisa de satisfacción, pero la expresión de Valeria era devastadora. No podía creer lo que estaba escuchando. Minutos antes, Guillermo le había enviado un mensaje donde claramente le demostraba que la amaba, y no conforme con eso, la había besado. Valeria se sintió engañada y traicionada.Las lágrimas cayeron por su rostro. Estaba paralizada, su rostro había palidecido mientras miraba a Guillermo llena de dolor y coraje al mismo tiempo.