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Todos los capítulos de Una novia inesperada: Capítulo 21 - Capítulo 30
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|Capítulo veintiuno|
Era la una de la madrugada cuando Alejando llegó a casa.Estaba ebrio, cansado y solo quería dormir.Cruzó desde la entrada haciendo ruido, chocando con cada cosa en su lugar y tarareando una canción de la cual las letras había olvidado hace un par de horas, pero ese pequeño ritmo seguía en su cabeza sin querer salir de él.Cuando abrió la puerta de la habitación, encendió la luz y pisó los trozos de algo que su estado de embriaguez no le permitieron saber qué era.—Esta pequeña es muy desordenada. Imaginaré que estoy muy ebrio y no es un plato lo que hay en trozos, regados por toda la puerta—murmuró mientras avanzaba.Se extrañó un poco de que Ariel no despertara con la luz encendida, ella en las noches era como un pequeño murciélago y no le gustaba la luz, sin embargo, ni se movió o dijo nada al él entrar o hablar en la habitación. Esperaba que ella al menos despertara al escucharlo llegar, pero no pasó.Volvió a apagar la luz luego de tomar un calzoncillo y fue directo al baño, don
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|Capítulo veintidós|
Alejandro despertó muy de temprano con un fuerte dolor de cabeza.Aún no había salido el sol, fue a la cocina y buscó una pastilla.Una cosa era que Ariel se negara delante de él a casarse y otra muy diferente y grave era que Ariel se negara frente a todo el público, frente al padre y dijera que no, que no aceptaba casarse con él.Aquello representaba un peligro para él.Buscó su móvil y fue al coche, allí se encerró para hacer un par de llamadas.Cuando su dolor de cabeza disminuyó, Alejandro sacó unos tabacos que ocultaba debajo de su asiento, ya que solo fumaba cuando estaba nervioso o ansioso y en esa ocasión estaba la combinación de ambas.Entre esas llamadas que realizó, estaba la suspensión de la ceremonia en la iglesia, por lo que se casarían a media mañana de ese mismo día.La siguiente llamada fue más rápida y un coche se detuvo junto al suyo, entregándole una pequeña bolsa con varias diminutas y blancas pastillas.Regresó a la casa al ver que ya iba por el tercer tabaco.En
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|Capítulo veintitrés|
Lo que pasó ayer:«Ariel besó a Alejandro luego de haber firmado el papel.Estaban casados.Al quedarse solos, la joven observó a su esposo, sentía sus mejillas calientes con las manos de Alejandro sobre sus delgadas piernas, pero no solo era su toque, también el hecho de que ahora estaban casados y de que aquella pastilla la hacía comportarse y ser de una manera en la que Ariel no podría actuar ni intentándolo.Le sonrió a Alejandro y se acercó para besarlo otra vez, dejó una mano sobre su pecho y con la otra se apoyó en la cama, buscando un mejor ángulo para el beso.—Creo que esto también provoca otros efectos— Comentó él, señalando a que no solo ella se mostraba dócil con la droga, también parecía que aquello despertaba ese apetito en ella, ese deseo—. ¿Cómo te sientes?— Dejó un dedo sobre su boca y soltó un beso en el cuello de la joven, haciéndola suspirar.—Tengo…calor— Respondió, pasando su mano por su cuello y tocando sus pechos—. La ropa es molesta y…— se acercó a su esposo
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|Capítulo veinticuatro|
—¿Estás bien?— Le preguntó Fabio mientras esperaban la entrada de Ariel. —¿Te pasa algo?— Acercándose a su amigo, le enderezó la corbata y sacudió su hombro. —Estás muy extraño, Alejandro. ¿Qué pasa? ¿Te estás arrepintiendo de algo?—insistió, buscando saber si todo iba bien.—Estoy bien. Ya estamos casados desde ayer, ¿qué otra cosa puedo hacer?— Preguntó cabizbajo.—Pues levanta la cabeza y al menos muéstrate más animado, incluso tus hermanas se ven más entusiasmadas que tú, seguro que están felices por la expresión que tienes tú, como si fueras camino a la horca. Tú querías esto, ahora afróntalo.—le dice—. ¿Es que estás arrepentido de esta boda? Creí que te entusiasmaba todo este circo.—La boda es lo de menos.— Balbuceó.La música comenzó a sonar y todos se pusieron de pie para recibir a la novia.Alejandro no quería mirar, no quería que ella llegara hasta él y no quería que ella estuviera a su lado, sabiendo lo incómodo que sería para Ariel. Recordó que ella entraba sola y llamó a
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|Capítulo veinticinco|
Habían pasado tres semanas desde que se casaron, desde que vivían en aquella casa.Alejandro se marchaba muy temprano y regresaba a la hora del almuerzo, donde él había enseñado a Ariel a cocinar unos tres platillos y ella lo hacía lo mejor posible. Regresaba para no dejarla almorzar sola, ya que solo eran ellos dos.Mientras ella se sumergía en la lectura con nuevos libros que él llevaba, Alejandro pasaba las horas en el despacho que ahora era suyo, las palabras escaseaban y solo se juntaban en las comidas.La distancia era cada vez más grande entre ambos, compartiendo casa, pero en habitaciones separadas, una al lado de la otra.Cuando Alejandro no estaba, ella solía salir a caminar, ya conocía a una mujer muy agradable en aquel lugar, que solo vivía a seis casas de la suya, su nombre era Berenice. Ella le había presentado a algunos vecinos y Ariel le expresó su inquietud por no saber cocinar la gran cosa, a lo que Berenice se ofreció a ayudarla con algunas recetas.Berenice también
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|Capítulo veintiséis|
Ya un mes llevaba Ariel aprendiendo muchas cosas, la casa siempre olía a panecillos, postres, en la mesa siempre había uno diferente, mientras ella aprendía las técnicas, arruinando algunas recetas y quemando una que otras tartas. Pero la alegría que sentía de hacer aquello era tan grande que no sabía cómo expresarla.Estaba tan entusiasmada que cada día hacía algo diferente, ella era su mayor fan, le agradaba todo lo que preparaba. Y Alejandro, que poco amor tenía a los postres, no le quedó de otra que acostumbrarse, pues en casa siempre había y ella lo hacía probar para saber si sabían deliciosos.La relación entre ambos había mejorado bastante.Aquella noche mientras estaba sentada en el porche, comiendo un trozo de tarta de zanahoria, sintió un fuerte dolor en su vientre.Su período era muy irregular, demasiado.Hubo meses anteriores en los que aquello no la visitaba y para Ariel era normal, era más extraño que la menstruación le llegara en la fecha, lo normal era que no fuera así
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|Capítulo veintisiete|
El día había llegado y Alejandro no sabía ni desde que hora estaba despierto. Sus manos llenas de harina, al igual que todo su rostro, sentía harina hasta en los oídos, en los ojos, por todas partes.Ariel se movía con gracia en la cocina, mientras el horno hacía lo suyo.Había tantos sabores que ya Alejandro no sabía cuál era cuál, pero Ariel tenía todo bajo control, porque a pesar de que era su primera vez, estaba muy emocionada, más que inspirada, quería ganar tanto como Alejandro y él no dejaba de repetirle que tenían que ganar.El día anterior él había comprado un uniforme a juego para ambos, a ser utilizados en la venta de los pastelillos en la feria.—¿No es un poco exagerado? — Preguntó Ariel al notar que iban a juego.—¿Exagerado? Somos un equipo. No le veo lo exagerado—dijo, sonriendo.Llevaron todas las cosas al coche y fueron para tomar sus puestos en la feria.Al llegar allí, lo primero que notó Alejandro era que tenían un mal lugar, es decir, la posición que les había to
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|Capítulo veintiocho|
Regresó junto a él, se quedó observando su rostro y no le pareció que se viera tan mayor, desde luego que sí más que ella, pero no como para criticar o juzgar la pareja que ambos formaban.Alejandro era un hombre muy apuesto, pero el aspecto de Ariel era un tanto infantil.—No nos vemos tan mal.— Dijo en voz baja.A lo lejos, Fabio miraba los puestos, sin lograr ver donde estaba su amigo, porque definitivamente ellos no quedaban de cara al público.Fue necesario llamar a Alejandro para que le indicara dónde estaban. Cuando llegó hasta ellos, no perdió la oportunidad de fotografiar a su amigo y luego reírse un poco mientras Alejandro mantenía una expresión seria.—Ariel.— Se acercó a ella y le dio dos besos. —He venido para comprar un pastelillo, ¿cuál sabor me recomiendas?— Observó la gran variedad y ella le brindó el de chocolate. Alejandro recibió el dinero y Fabio se hizo a un lado.Cuando Ariel observó las personas que estaban detrás de Fabio, ella había pensado que esas personas
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|Capítulo veintinueve|
Alejandro escuchó un sonido extraño y no recibió respuesta al volver a llamar a la puerta.Preocupado, decidió entrar.Miró el desastre que había en la habitación y a Ariel desmayada en el suelo, junto a sus vómitos.—¡Ariel!— La tomó en sus brazos y la dejó en la cama, apartó el cabello de su cara y limpió su boca, tomó su móvil y llamó a una ambulancia. —Ariel, despierta.— Tocaba su cara, ella movió un poco los ojos y al final comenzó a reaccionar.—Estoy…mareada.— Dijo sin fuerzas.—Hemos trabajado mucho este fin de semana, solo estás muy agotada. Ya llamé a una ambulancia, te pondrás bien.—Tengo sueño.— Cerró otra vez los ojos.Cuando la ambulancia llegó, comenzaron a revisar a Ariel y al final la llevaron al hospital.Estaban a la espera de algunos análisis.El doctor asignado se acercó a ellos con los resultados.Ariel dormía.—Parece ser que está muy agotada, señor Fendi. Su esposa debe de guardar reposo y lo más conveniente es que le hagamos una transfusión de sangre. La anem
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|Capítulo treinta|
Ariel estaba recostada a su cama, Alejandro había acomodado sus almohadas, dejándola a una buena altura para comodidad de su espalda y su cuello, que también le dolían.—Gracias por limpiar la habitación, siento que hayas tenido que hacerlo.— Dijo. El olor que había era muy agradable.—No fue nada. Necesito hablar algo contigo, mañana tenemos que ir a otro doctor y…tengo que decirte algo.— Se sentía nervioso y a la vez muy triste porque aquel descuido había sido de él y nunca pensó en esa posibilidad, sobre todo porque ya habían pasado dos meses de ese hecho y ella nunca expresó sentirse diferente o extraña. —¿Qué tanto sabes de tu cuerpo?—preguntó directamente.Sabía que Ariel se había criado en las calles, que no estuvo todo el tiempo con su madre… que no tuvo una vida normal.—¿Qué pregunta es esa? ¿Qué tengo que saber de mi cuerpo? Sé lo necesario.—respondió Ariel.—Lo que quiero decir es…¡no sé qué tanto sabes! Y pensar en explicarte esto, me da dolor de cabeza. No sé hasta donde
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