Edmond.La pantalla de mi celular se ilumina con el mensaje que envía mi madre, “Ya estamos en casa”, son más de las 8 de la noche. Mi hija cenará sola, otra vez. Recuesto la espalda por completo en la silla, miro al techo de concreto blanco dejando que la lámpara encandile mis ojos; «estoy cansado» Necesito comer, darme un baño, rasurar mi rostro, dormir más de tres horas. Necesito muchas cosas, y entre ellas niego la que más creo necesitar. Vuelve a sonar el móvil, otro mensaje, alzo la mano y lo leo; “¿No preguntarás cómo fue todo?” «No necesito preguntar lo que ya sé, madre»La ignoro, no quiero saber nada de ese tema, no quiero saber nada de ella. Me pongo de pie, tomo mi saco, arreglo un poco el cabello para luego salir de la oficina. El tráfico está terrible, el cielo gris, pequeñas gotas de lluvia se pegan el cristal del parabrisas. Demoro más de lo planeado en llegar al restaurante, él espera en el reservado. Sonríe, hace una seña para que tome asiento, y llama al camarero p
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