Marina se preparó para levantarse, decidida a examinar con más detalle la clavícula de Diego. Sin embargo, en ese preciso momento, el sonido de su celular, que había dejado sobre la mesita de noche, la interrumpió.Diego, que descansaba a su lado, abrió de inmediato los ojos al escuchar el timbre. Al notar que Marina ya estaba despierta, le preguntó con voz áspera, como si aún estuviera arrastrando el sueño:—Marina, ¿te sientes mal?—No, es solo el celular —respondió ella apresurada.Con suavidad, Diego la ayudó a sentarse y la acomodó con cuidado contra el respaldo de la cama, pasándole enseguida el celular.Era una llamada de Quiles.Marina desbloqueó el celular con su huella dactilar, deslizó hacia la pantalla principal y contestó sin perder tiempo.—¿Te olvidaste de la celebración de cumpleaños de esta noche? —preguntó Quiles, sorprendida.—Dile a Fabiola que le deseo un feliz cumpleaños, pero no me encuentro bien, estoy en el hospital —respondió Marina, disculpándose por la falta
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