Inicialmente, Leticia no había considerado contarle a Armando sobre el embarazo de Marina. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que revelar esta información podría tener más beneficios que inconvenientes.Armando la miró con una leve sonrisa, adoptando una expresión suave y amable.—Leticia, ¿qué piensas tú acerca de todo esto? —le preguntó.La familia Herrera no contaba con muchos descendientes, por lo que no permitiría que el hijo de Diego fuera ignorado ni dejado de lado.Leticia, al escuchar la pregunta, vaciló un instante antes de responder con cautela:—No estoy muy segura.—En ese caso, esperemos a que regrese Diego y que sea él quien tome la decisión. En cuanto al embarazo de la señorita Marina, actuaremos como si no supiéramos nada —dijo Armando, levantando un vaso de leche con tranquilidad—. Ya es tarde, vete mejor a descansar.—Está bien, Armando. Tú también descansa.Leticia salió del estudio, cerrando la puerta tras de sí con suavidad, y esbozó una ligera sonrisa. Sabía pe
Alguien estaba intentando perjudicarla.Marina frunció el ceño, reflexionando con seriedad sobre la posibilidad de cambiar de hospital y consultar en otra área de psicología. No podía permitirse aceptar un terrible diagnóstico de paranoia.A su lado, Camilo la observó de reojo, notando cómo luchaba por mantener la compostura.—Es una serpiente verde, no es venenosa. Quédate afuera, yo me encargo de todo.Con el abrigo en mano, se dirigió al interior. Sin embargo, Marina lo detuvo con fuerza sujetándole la manga.—Espera, ¿qué planeas hacer? Mejor llamo a un profesional para que la capture.Camilo bajó instintivo la mirada hacia los dedos que apenas rozaban su manga. —No es venenosa. Si esperamos a alguien, lo más probable es que se esconda en alguna habitación.Su tono, sereno y firme, parecía enunciar una verdad irrefutable.La imagen mental de esa posibilidad hizo que de inmediato un escalofrío recorriera la espalda de Marina. Se imaginó a sí misma en plena noche, dormida, solo para
Marina se recordó a sí misma que no debía ser tan paranoica. Era evidente que alguien estaba intentando perjudicarla últimamente.No estaba enferma, y eso lo tenía muy en claro.Desde la puerta del salón, Camilo observaba atento con una mirada sombría a los dos abrazados en el centro de la habitación.Sus miradas se cruzaron brevemente, pero ambos apartaron los ojos al instante, como si fuera un ligero gesto calculado.Sin pronunciar palabra, Camilo se colocó apresurado su abrigo, su rostro impasible, y salió del salón sin hacer ruido....Diego aflojó el abrazo, pero no soltó las manos de Marina. Su mirada, cargada de ternura y arrepentimiento, se posó con ternura sobre ella.—Marina, lo siento… Perdóname.Marina sintió cómo la ira y la frustración, que había estado acumulando durante semanas, se agolpaban con fuerza en su pecho, listas para explotar. Estuvo a punto de gritarle, de recriminarle todo lo que había soportado en su ausencia. Sin embargo, al recordarse que Diego había regr
Justo cuando Diego iba a besarla, Marina fingió toser y giró un poco la cabeza.Aunque había decidido admitir que estaba padeciendo paranoia, algo en su interior seguía aún sin encajar.Lo lógico habría sido que, al ver a Diego regresar sano y salvo, lo abrazara con fervor y lo besara profundamente.—Vaya, qué raro todo esto… ¿será que me estoy resfriando con tanto calor? —dijo Marina, algo seria mientras se limpiaba la nariz.Diego la observó con intensidad, preocupado por el cambio tan radical que había experimentado en tan poco tiempo. No solo había perdido peso, sino que su rostro reflejaba un agotamiento evidente.—Marina, no olvides que soy médico. Mañana te llevo a hacerte un riguroso chequeo.—Mañana no puedo, mejor otro día. Tengo que ir a la fiesta de cumpleaños de una amiga —respondió Marina, evitando mirarlo.En realidad, lo que tenía planeado era ir a la consulta del psicólogo por la mañana y, por la tarde, asistir a la fiesta de Fabiola en casa de los Quiles.—¿De verdad t
Aquella mañana, tras dejarla frente a la casa de los Quiles, Diego partió. Apenas se aseguró de que él se había alejado lo suficiente, ella abordó de inmediato un taxi que la llevó directo al hospital.El médico inició la consulta con un enfoque cuidadoso, hablando primero de asuntos generales antes de abordar el motivo de su visita. Su tono era medido, casi como si quisiera ganar tiempo.—Señorita Marina, usted...Pero antes de que pudiera continuar, la puerta del consultorio se abrió de golpe. Un hombre irrumpió de manera violenta, gritando descontrolado.Marina, aterrada, reaccionó instintivamente protegiendo temerosa su vientre con ambas manos mientras retrocedía hacia una esquina de la sala, buscando refugio.El intruso se lanzó contra el médico, sujetándolo por el cuello con una fuerza que reflejaba su furia.Desesperada, Marina apresurada buscó con la mirada algo que pudiera usar como defensa, pero el consultorio no ofrecía nada útil.Afortunadamente, el ruido alertó a las perso
Marina se preparó para levantarse, decidida a examinar con más detalle la clavícula de Diego. Sin embargo, en ese preciso momento, el sonido de su celular, que había dejado sobre la mesita de noche, la interrumpió.Diego, que descansaba a su lado, abrió de inmediato los ojos al escuchar el timbre. Al notar que Marina ya estaba despierta, le preguntó con voz áspera, como si aún estuviera arrastrando el sueño:—Marina, ¿te sientes mal?—No, es solo el celular —respondió ella apresurada.Con suavidad, Diego la ayudó a sentarse y la acomodó con cuidado contra el respaldo de la cama, pasándole enseguida el celular.Era una llamada de Quiles.Marina desbloqueó el celular con su huella dactilar, deslizó hacia la pantalla principal y contestó sin perder tiempo.—¿Te olvidaste de la celebración de cumpleaños de esta noche? —preguntó Quiles, sorprendida.—Dile a Fabiola que le deseo un feliz cumpleaños, pero no me encuentro bien, estoy en el hospital —respondió Marina, disculpándose por la falta
Camilo estaba de pie frente a la habitación 1201. A través de la pequeña ventana de vidrio en la puerta, observó atento en silencio cómo Diego alimentaba a Marina con una cuchara de sopa. Sus cejas se fruncieron levemente antes de darse la vuelta y alejarse con pasos firmes, inmerso en sus pensamientos.Recordaba muy bien la razón que lo llevó a colaborar con Nicolás en el pasado: unos amigos extranjeros le habían contado sobre los logros de este último. Le mencionaron que, durante su estancia en el extranjero, Nicolás había sido aceptado de manera excepcional en el prestigioso instituto de investigación, un lugar reservado únicamente para las mentes más brillantes del mundo. Pero jamás imaginó que, incluso con semejante currículo, Nicolás sería incapaz de imponerse a Diego....Dentro de la habitación, Diego terminó de darle la sopa a Marina. Con gestos llenos de cuidado, limpió cariñoso los restos de sopa que quedaron en sus labios, como si cada movimiento suyo estuviera diseñado par
En la serenidad de la noche, Marina descansaba profundamente.Su rostro reflejaba la paz de un sueño reparador, con los rasgos relajados.Diego permanecía de pie junto a su cama, contemplándola extasiado en silencio.Con suma delicadeza, extendió la mano y la colocó sobre su abdomen, bajo las sábanas.Dentro de ella, latía una nueva y hermosa vida: el hijo de aquel hombre, Diego.En pocos meses, sería él mismo quien practicara la cesárea, trayendo al mundo a ese bebé con sus propias manos.Después, asumiría el papel de padre, velando por que el niño creciera.El hombre que había tomado el lugar de Diego esbozó una leve sonrisa cargada de ternura.Esa mujer no era fácil de engañar. Al ver a Diego regresar sano y salvo, lejos de mostrarse feliz, lo miró con evidente desconfianza.Era, sin duda alguna, intrigante.En cuanto a los gemelos de Estelaria, resolvería ese asunto a su debido tiempo.De madrugada, Marina despertó al sentir un calor incómodo.Movió un poco las sábanas, dejando al