Después de terminar la llamada con Yolanda, Marina se sumergió bajo las sábanas y dejó que las lágrimas corrieran libres. Sabía que solo podía permitirse unos instantes de vulnerabilidad, como si el destino, burlón y cruel, estuviera poniéndola de nuevo a prueba.Cuando la doctora tocó a la puerta y entró en la habitación, Marina ya había recobrado la compostura. Camilo la acompañó, y al observar los ojos enrojecidos de Marina, dudó por un instante. Recordó cómo, cuando había ido a rescatarla de aquel lugar, no la había visto llorar de alivio; ahora, sin embargo, lloraba por Diego.Marina, al notar su presencia, le devolvió el celular a Camilo, quien, de repente, le sujetó la muñeca con firmeza. La zona donde le habían retirado la aguja estaba visiblemente enrojecida e hinchada.—Doctora, ¿qué le sucedio en la mano?Marina frunció el ceño y, casi por reflejo, retiró su muñeca mientras Camilo la observaba en silencio. La doctora le examinó la mano con detenimiento.—Parece que present
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