Capítulo 257
Camilo rara vez acudía al bar a relajarse, salvo cuando era estrictamente necesario.

Vestía una camisa blanca que acentuaba su porte, y su mirada, distante y reservada, no pasaba desapercibida. Varias jóvenes lo observaron, tentadas a acercarse y ofrecerle una copa, pero su presencia tan enigmática las desanimó.

El saco de su traje descansaba despreocupadamente sobre la barra, como si no tuviera prisa en seguir el flujo del tiempo.

—Señor Diego, ¿qué lo trae a usted por aquí a estas horas? ¿Será que acaso el Grupo Jurado está a punto de quebrar?

Luis, apoyado en la barra con el codo, se quedó mirándolo por un momento con una sonrisa cargada de ironía.

—Qué raro verte por aquí.

—Un cóctel, por favor —luego dijo, girándose hacia el barman.

Los dos hombres, tan distintos entre sí: uno de una presencia más salvaje y el otro, distante y calculador permanecieron en la barra, cada uno inmerso en su bebida.

Camilo bebía lentamente, saboreando cada trago como quien busca hallar algo en el fondo
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