El auto negro avanzaba a gran velocidad por la carretera, frenando y volviendo a arrancar por el tráfico.Era hora pico, y Marbesol estaba particularmente concurrido.Camilo revisó atento algunos correos y, al recordar a Marina deshaciendo la corbata de Luis, frunció los labios, sintiendo un leve desagrado. De repente sonó su celular.—Camilo, voy a Luzara a promocionar el álbum. No estaré en Marbesol. Regresa pronto a casa a ver a nuestra hija —dijo Yadira con una voz suave.Camilo sabía que aún estaba molesta porque la había malinterpretado, creyendo que era malvada.—Está bien —respondió, y Yadira colgó primero.Natalia, notando su mal humor, preguntó ansiosa:—¿Qué te pasa?—Nada —respondió Yadira.En ese preciso momento, un empleado se acercó con un ramo de rosas.—Señorita Yadira, un señor de apellido Jurado le envía esto.Yadira se sorprendió gratamente, y su ánimo cambió de inmediato. Agradeció con agrado al empleado y tomó las flores.Natalia, riendo, comentó:—El señor Camil
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