Al escuchar a Luis llamándola, Marina pagó con su tarjeta y se acercó.—Marina, mi prima quiere comprar ropa para Diego. ¿Podrías ayudarla a elegir? —dijo Luis, dándose cuenta de su gran error enseguida—. Espera, tal vez Marina no pueda ayudarte mucho, ya que no se conocen del todo muy bien.Leticia, sonriendo, le respondió:—Luis, no te preocupes. La señorita Marina conoce a Diego. Gracias, Marina. No estoy segura de qué talla elegir.Marina afirmo y, en lugar de elegir el color o el tipo de ropa, solo sugirió una talla adecuada.—Puedes considerar esta talla, señorita Leticia.—Gracias.—De nada. Me voy ahora mismo.Luis se quedó para seguir acompañando a su prima, mientras Marina regresaba a casa en su auto. La ropa comprada sería enviada a la casa de Luis.Mientras conducía, Marina pensaba del todo en Diego. Había tomado sus medidas con exactitud y, tras el contacto cercano, conocía bien algunas de sus dimensiones.Con los labios apretados, encendió la música electrónica. Mientras
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