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Todos los capítulos de Casada con el gemelo equivocado : Capítulo 21 - Capítulo 30
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Odalisca
Rodrigo MontalbanOrganizamos una fiesta de gala para recaudar fondos para una obra de caridad para niños de la calle. En verdad, me encanta la idea, aunque debo negarlo porque mi hermano era el egoísmo en persona.Cuando terminé de vestirme con mi traje negro y mi corbata blanca, bajé al jardín donde se organizará. Comencé a saludar a quienes han llegado.La mayoría son como mi madre, se manejan con la doble moral, fingiendo ser buenas personas y caritativos, prácticamente lavando su conciencia. Son pésimos jefes con sus empleados o se dedican a hablar mal de todo el mundo y creen que por fingir caridad ganaron su lugar en el cielo.No me gusta generalizar; no todos son así. Hay personas que son buenas personas genuinamente y les interesa el bienestar de los niños.Me dediqué a saludar a quienes comenzaron a llegar y a disculparme por mi esposa, diciendo que se siente indispuesta. Les mentí, obviamente.Flavia no puede estar conmigo como pareja. Es la prima de mi mujer y quedaría muy
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Eres mía
Cuando me cansé de bailar y la mayoría de los invitados se retiró, subí a mi habitación para descansar. Al entrar, me percaté de que no estaba sola. Ricardo estaba en el cuarto, y en su rostro veía la ira que sentía por mí. Más que miedo, este hombre me daba risa. —¿Qué ocurre? ¿No te dejé en ridículo o sí, amorcito? —no pude evitar reír. —Sí, lo hiciste —respondió él con voz tensa. —Raúl estaba fascinado conmigo. No le parecí una ignorante ni a ninguno de tus socios —reí burlona, encendiendo aún más su ira. —Raúl solo quiere acostarse contigo, como todos —dijo mientras se acercaba a mí lentamente. No retrocedí porque no le tenía miedo. —No está mal la equidad. Si tú tienes una amante, yo también tengo derechos —le repliqué con desafío. —¡Ni lo sueñes! Tú eres solo mía —gritó, dejando claro su posesión. —Yo no soy de nadie. Si te doy tanta vergüenza, dame mi libertad. Se acabó —le exigí, harta de sus manipulaciones. —¡Nunca lo haré! —me hizo saber con firmeza. —Me ha
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Los celos de Rodrigo
Elizabeth —Todo salió perfecto anoche —comenta mi abuelo mientras desayunamos.Esta mañana hice un gran esfuerzo para levantarme debido a que me duele cada rincón de mi cuerpecito. Es increíble lo que permito que ese tipo haga con mi cuerpo y lo que más me duele es que él está campante.—¿De qué hablas, papá? Esta niña nos dejó en ridículo —mi suegra me lanza una mirada asesina.—Solo bailé —rodeé los ojos.—¿Sabes bailar el tubo como las zorras? —me pregunta Flavia sisañoza.—Si las zorras bailan el tubo, tú podrías enseñarme a mí.—¡Elizabeth! —me regaña mi tía Caridad.—Es solo un baile, no me hace una cualquiera. Una cualquiera se enredaría con un hombre casado y no tendría dignidad —centré mi mirada en mi prima.—Qué bueno que lo disfrutaste porque no lo volverás a hacer —afirma Ricardo.—Claro que sí, no soy una esclava, Ricardo.—¡No digas tonterías!—No puedo ver a mamá, a mis amigos, ni ir a la academia. Me tienen prácticamente presa, pero se acabó, se supone que soy dueña d
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El fin del sufrimiento
Elizabeth Durante la cena no quedé satisfecha, así que comí helado de postre, pero sigo teniendo hambre. No es la primera noche que me ocurre ni que voy a la cocina en busca de comida a la madrugada.Anoche comí pastel, pero hoy solo hay fruta o, más bien, una fruta: naranja.Preparé una bandeja con varias naranjas y una banana que encontré. También agarré un cuchillo grande, el único limpio, y subí a mi habitación.Cuando entré al cuarto, encendí las luces y dejé la bandeja en mi mesita. Noté que Ricardo saltó del susto al verme.—Espera, Ellie, podemos hablar —me pide aterrorizado, como si yo fuera una especie de asesina al verme con el cuchillo en mano.—¿De qué estás hablando? —pregunté confusa.—Me vas a matar —dijo, aún asustado.No pude evitar reír. —Es para la naranja, torpe. Si te quisiera matar, ya lo habría hecho. ¿Quieres? —le ofrecí una rebanada.Él niega con la cabeza. —Otra vez comiendo, Ellie. A este paso engordarás, solo comes y duermes como un oso.Reí fuerte. —Habl
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Dejarla ir
Rodrigo MontalbanMe siento muy mal, ya he pasado el límite con Elizabeth. En verdad, me duele más a mí que a ella la forma en que la trato, pero me hizo demasiado daño cuando no lo merecía.No me controlé cuando dijo que ama a Rodrigo, no puede ser más cínica. Ya me harté de esta situación. Cuando ella regrese, le contaré todo y la dejaré ir para siempre. No tiene sentido que los dos sigamos sufriendo.Debido a que Elizabeth se está tardando, me dirigí a la sala, donde está mi madre con una copa de vino y una sonrisa escalofriante.—Ricardo, mi amor —pronuncia con suavidad, pero sus ojos reflejan algo siniestro.—Estamos solos, puedes decirme Rodrigo —le respondo, sintiendo un peso en el pecho.—Estoy muy orgullosa de ti, mi vida —ella se acerca y deja un beso frío en mi mejilla.—Estoy convirtiendo su vida en un infierno y la mía. Se acabó —le replico, sintiendo una mezcla de rabia y desesperación.—Es lo único que se merece esa niña —dice con una crueldad que me hiela la sangre.—D
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Arresto
Elizabeth:Hablé con mi abuelo y le expliqué que me siento muy mal en la casa, tengo muchos problemas con Ricardo y mi suegra, por lo cual, me quiero ir de casa. No quise profundizar mucho en el asunto.Él lo entendió y aceptó que venga a vivir con mamá siempre y cuando tome terapia y lo siga visitando.Acepté, en verdad quiero ser feliz como antes. Nunca me imaginé que llegaría a atentar contra mi vida, que llegaría a esa situación tan horrible. Me arrepiento, me dejé llevar por las palabras de Lucrecia y el dolor que sentía en ese momento.Necesitaba salir de ese ambiente tóxico. Es horrible cuando te repiten todo el tiempo que no vales nada, creo que terminé por creerlo. Todavía, cuando pienso en todo lo que ocurrió, tengo la necesidad de llorar.Esta semana ha sido muy tranquila. Saqué una cita con la psicóloga y debo recoger unos análisis que me hicieron, pero el doctor solo dijo que es rutina. Tuve mucha suerte de que me atendieran a tiempo.Aunque sí morí durante unos segundos,
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¿Quién mato a Rodrigo?
Rodrigo Montalbán:No entiendo qué está pasando. ¿Qué tiene que ver mi madre con el arresto de Marina? ¿Y de qué amenaza me habla Elizabeth?Definitivamente, hay cosas que mi madre me está ocultando. No sé por qué me sorprende de ella.—¿Por qué no trajiste a esa niña? Ella debe seguir sufriendo —me dice Lucrecia, molesta, con el ceño fruncido.—Se acabó, mamá. No le harás más daño. ¿Por qué denunciaste a su madre?—Elizabeth te mencionó a ti. ¿Qué tienes que ver con esto, mamá? —la interrogué, con una mezcla de incredulidad y enojo.—Nada. Esa mujer está demente, por algo hizo lo que hizo —respondió despectivamente.—No hables así de ella. Ya me hartaste, mamá. Siempre preferiste a Ricardo. Lo apoyaste para que se casara con Elizabeth cuando sabías que yo la amo. Me corriste de la casa y me sigues mintiendo. Tengo un límite —le dije, sintiendo la rabia crecer dentro de mí.Noté que se enfadó, sus ojos se encendieron de furia.—No puedo creer que la defiendas. Yo soy tu madre y ella m
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Embarazada
Elizabeth Romano —¿Por qué esa cara? —me pregunta Ximena cuando me ve, notando mi expresión preocupada. —Volvió Ro, ya le dije todo —respondo, todavía con el peso de la confesión. —Eso es genial, Ellie. Te mereces ser feliz con él —dice Ximena, con una sonrisa de apoyo. —¿Crees que yo pueda ser feliz? Fui la mujer de su hermano —digo, dudando de mi propio futuro. —Ellie, nada de esto es tu culpa. Solo fue sexo y él prácticamente te obligó —responde, intentando consolarme. —Solo quiero el divorcio y estar en paz —suspiro, deseando que todo termine. —Se acabó todo lo malo, Ellie. No importa si estás con Rodrigo o no, solo quiero verte feliz como antes —afirma Ximena, tocando mi hombro con ternura. Invité a Rodrigo a cenar para charlar de todo lo que ocurrió entre nosotros. Al parecer, se quedó con muchas dudas. No tengo ganas de cocinar, por lo cual, solo compré una pizza. —Es increíble que mi propia familia hizo esto. Quiero pedirte perdón, Ellie —dice Rodrigo, mirándome con o
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¿Ricardo o Rodrigo?
Rodrigo Montalbán—Perdóname, Ro —Ellie no deja de disculparse, su voz temblorosa y llena de angustia.Me siento muy mal porque ella no está tan feliz como yo con la noticia de que seremos padres, pero entiendo la situación. —No tengo nada que perdonarte, hermosa —digo, tratando de consolarla.—Estoy embarazada de tu hermano —replica por milésima vez, su voz quebrándose.Debo arreglar esto o mi hijo me llamará tío, pero si le digo la verdad terminará odiándome y no puedo permitirlo, ahora menos que nunca. Quiero estar con Ellie y mi hijo todo el tiempo, al fin tendré la familia que siempre quise. No cabo en la felicidad, me estoy conteniendo para no brincar y saltar.—Nada de esto es culpa tuya, mi amor —intento tranquilizarla, acariciando su mejilla.—Tal vez sí, no debí dejar que me tocara —dice, con lágrimas en los ojos.—El pasado no se puede cambiar. Ahora pensemos en este bebé hermoso —bajo mi rostro hacia su estómago y lo beso—. Hola, bebé hermoso. ¿O serás beba? Tan guapa com
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¿Quién es el padre de mi hijo?
Elizabeth Romano — ¡Al fin vuelves! —exclama mi abuelo con una sonrisa débil.—Hola abuelo. ¿Cómo te has sentido? —pregunto, aunque solo vine porque mi tía me llamó para decirme que se ha sentido mal por su enfermedad del corazón.—Bien. ¿Has visto a Ricardo? No lo vemos hace días —su voz se tiñe de preocupación.—Estaba conmigo. Abue, ¿has sabido algo de Rodrigo? —intento cambiar el tema.—Solo sé que sigue en New York. ¿Lo conoces? —su tono cambia, pero no puedo responder porque Ricardo se acerca a nosotros.—¿Ya le diste la noticia? —me pregunta directamente, interrumpiendo la conversación.—¿Cuál? —pregunta mi abuelo, desconcertado.—Que tendremos un bebé —Ricardo responde por mí, su rostro iluminado por una sonrisa.—Felicidades, Elizabeth —mi abuelo me abraza con fuerza—. Me haces muy feliz, amor.—Gracias, abue. Me voy —respondo, sintiendo la presión aumentar.—¿No regresarás a casa? Estás embarazada y deben arreglar sus problemas —dice mi abuelo con firmeza.—El bebé no tien
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