El aire en el restaurante parecía haberse vuelto más denso, impregnado con el aroma del vino que mi madre sostenía en su copa. Sus labios esbozaron una sonrisa sutil, casi condescendiente, mientras sus ojos destilaban una sabiduría que siempre me había irritado profundamente.—No hablaba de Eva, sino de Andrea —dijo, su tono revelaba un deleite que me resultaba desconcertante—. Aunque no lo parezca, mi querido Nicolás, el amor es un sentimiento complejo y a veces confuso. Uno puede enamorarse sin darse cuenta y, en el proceso, lastimar a quien realmente ama. Te lo digo porque te conozco bien, mejor de lo que te conoces a ti mismo.Mi madre se llevó la copa de vino a los labios, degustando el sabor con un placer casi teatral. La escena era demasiado perfecta, demasiado calculada. Me estaba lanzando una trampa, y lo sabía.—Así que, ¿a quien amas es a Eva, Nicolás? —continuó, con su voz impregnada de una falsa dulzura que me irritaba profundamente—. Deja de actuar como un animal con ell
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