Me quedé en silencio, con la mirada perdida en la nada. Sentía miedo, pero no podía permitirme ser vencida.Aun así, no podía contener las lágrimas mientras me abrazaba con fuerza las piernas. El tiempo parecía avanzar lentamente, sin saber cuánto llevaba encerrada en aquella habitación oscura y opresiva.Las horas pasaban y mi estómago comenzó a dolerme, rugiendo de hambre y sed.Por más que suplicaba que la puerta se abriera, seguía cerrada y Nicolás no aparecía.Mis lágrimas se multiplicaban con cada segundo que pasaba, hasta que ya no pude llorar más. El olor desagradable del lugar se intensificaba, quizás proveniente del cuerpo en descomposición de Ivy.—¿Cómo le diré a tu familia que ya no estás? ¿Cómo le diré a Jerry que moriste? Y que todo fue culpa mía. Si no me hubieras ayudado, Ivy, estarías bien. Perdóname —murmuré entre sollozos, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre mis hombros.Me quedé dormida de nuevo, con la angustia latiendo en mi corazón.Desperté sobresalt
—Nicolás, ¿te atreves a competir conmigo? —dijo el ruso, con una arrogancia helada—. Si gano, tu preciosa mujercita será mía. Avanzó un paso hacia mí, su mano se movió amenazante hacia mi mejilla. Un temblor de pánico me envolvió por completo. —Y si gano, te arranco la vida por atreverte a mirar a mi mujer —replicó Nicolás, con una mirada desafiadora y un tono cargado de furia. El ruso soltó una risa cruel, con sus ojos llenos de una descarada frialdad. —Esta noche, tu cama será la mía —pronunció con un tono lascivo que hizo que mi piel se pusiera en alerta. La tensión en el aire era densa, casi tangible. Sabía que Nicolás no cedería fácilmente. Miré a Nicolás con desesperación, rogando que la victoria estuviera de su lado. —Vamos —ordenó Nicolás con firmeza, guiándome hacia su auto. Mientras subía, mis manos temblaban de manera incontrolable, el nudo en mi estómago se hacía más opresivo. La pista se convertiría en el escenario de una confrontación brutal entre dos hombre
Mi tormento fue interrumpido por un grito desgarrador que rasgó el aire. Abrí los ojos sobresaltada y vi al hombre caer de rodillas, con un cuchillo incrustado en su hombro. Era Nicolás. Su rostro estaba deformado por la furia, pero había algo en su mirada que mezclaba un frío alivio y un calor aterrador.—Te advertí que te mataría si volvías a poner tus sucias manos en mi mujer —rugió, acercándose al hombre herido como un depredador a su presa.El hombre, jadeando entre espasmos de dolor, intentó forzar una sonrisa burlona, pero su voz tembló.—Gané la apuesta —respondió, apenas pudiendo hablar.La rabia de Nicolás, lejos de desbordarse hacia mí, se enfocó en el agresor con una intensidad que me heló la sangre. Sin vacilar, arrancó el cuchillo del hombro del ruso y, en un movimiento cruel, lo hundió en su ojo. El grito que siguió fue sobrehumano, llenando la habitación con ecos de agonía. El hombre se llevó ambas manos al rostro, intentando contener la sangre que brotaba como un ma
Por la mañana, sentía la cabeza recostada en el pecho de Nicolás, quien me abrazaba con firmeza mientras yo hacía lo mismo. Me quedé mirándolo un instante, asombrada por cómo un hombre tan atractivo podía ser también despiadado, dispuesto a hacer lo que fuera necesario para mantenerme a su lado.Le acaricié la mejilla y él abrió los ojos. Me quedé en silencio, observando esos ojos que tenían dos tonalidades diferentes.—¿Qué pasa? —rompió el silencio con voz rasposa.—¿Son tus ojos realmente así? Cuando te conocí, los tenías marrones.—Es un problema genético. Como te mencioné antes, mis padres son medios hermanos, y eso ocasiona estos inconvenientes.—Son hermosos.Descubrí que, mientras fuera amable con él, él también lo sería conmigo. Quizás solo necesitaba imitar su comportamiento.A pesar de que lo odiaba profundamente.—¿Todavía sientes dolor? —me preguntó mientras acomodaba mi cabello con ternura.—Un poco. Tengo que cumplir con mis tareas en la universidad para no sentirme atr
Volvimos al interior de la casa, donde la música llenaba el ambiente. Aunque al principio tanto Nico como yo no estábamos disfrutando de la fiesta, pronto me encontré bailando con él en el centro de la pista, inmersa en el ritmo vibrante. Con mi cabeza reposando en su pecho, nos movíamos lentamente al compás de una canción de banda, que a mi madre le encantaba. Era una balada romántica que parecía burlarse de mí con sus letras. —Eres todo lo que anhelo, eres el regalo que cayó del cielo. Quiero estar siempre a tu lado, incluso tus defectos me han enamorado —murmuró Nicolás cerca de mi oído. Me volví hacia él, a punto de decir algo, pero me detuvo con un beso. Nuestro beso fue interrumpido por la voz de mi madre. —Mi niña, es hora de cortar el pastel —anunció, claramente desconociendo la frustración de Nicolás. Me sentía como en una fiesta infantil mientras me apartaba de Nicolás. Él me miraba con intensidad mientras me alejaba. Los invitados cantaron las mañanitas y yo partí
★ NicolásElla dormía plácidamente, con su cabeza reposando sobre mi pecho. A veces fruncía el ceño, como si alguna preocupación la atormentará incluso en sueños. Mi mano acarició suavemente sus mejillas y su frente, sintiendo su piel cálida bajo mis dedos.En ese momento, me di cuenta de lo verdaderamente hermosa que era. Aunque compartía el parecido con Andrea, su belleza eclipsaba la de ella de una manera que no podía ignorar.Mi celular empezó a sonar, rompiendo la paz de la habitación. Era un mensaje de mi madre, que decidí ignorar por ahora.Me acomodé en la cama, girando mi cabeza para observarla. Allí estaba ella, con una expresión serena y tranquila mientras dormía. Me quedé mirándola en silencio, absorto en su presencia. Era como si el mundo se hubiera detenido, creando un espacio en el que solo existíamos ella y yo.Su respiración ligera y constante era el único sonido que rompía el silencio. De vez en cuando, murmuraba palabras ininteligibles entre sueños, palabras enigmát
Mi madre se acercó lentamente, como si temiera interrumpir algo importante, pero extendiendo sus brazos en busca de un abrazo que yo no tenía intención de devolver con la misma calidez.—Si mi querido Nicolás no viene a su madre, entonces su madre vendrá a él, mi amado pequeño —murmuró con dulzura, ignorando deliberadamente mi evidente falta de entusiasmo.Con un suspiro, me levanté de mi asiento, permitiendo que se acercara y me envolviera en su abrazo. La dejé hacerlo, aunque su toque me resultaba casi intolerable.—Deja de llamarme pequeño, ya no soy un niño —le espeté, intentando mantener la compostura, pero mi tono helado revelaba lo poco que me importaba su afecto.—Eras más adorable cuando eras un niño. ¿Cuándo dejarás tus complejos por tus hermosos ojos? Deberías dejar de usar lentes de contacto —insistió, con esa sonrisa que solo servía para irritarme más.Sentí cómo mi paciencia se desvanecía, y respondí con una frialdad calculada.—Si solo has venido a regañarme, puedes irt
El aire en el restaurante parecía haberse vuelto más denso, impregnado con el aroma del vino que mi madre sostenía en su copa. Sus labios esbozaron una sonrisa sutil, casi condescendiente, mientras sus ojos destilaban una sabiduría que siempre me había irritado profundamente.—No hablaba de Eva, sino de Andrea —dijo, su tono revelaba un deleite que me resultaba desconcertante—. Aunque no lo parezca, mi querido Nicolás, el amor es un sentimiento complejo y a veces confuso. Uno puede enamorarse sin darse cuenta y, en el proceso, lastimar a quien realmente ama. Te lo digo porque te conozco bien, mejor de lo que te conoces a ti mismo.Mi madre se llevó la copa de vino a los labios, degustando el sabor con un placer casi teatral. La escena era demasiado perfecta, demasiado calculada. Me estaba lanzando una trampa, y lo sabía.—Así que, ¿a quien amas es a Eva, Nicolás? —continuó, con su voz impregnada de una falsa dulzura que me irritaba profundamente—. Deja de actuar como un animal con ell