Capítulo 30: Por favor no le hagas daño.

Salió de la habitación y yo me quedé allí, observándolo mientras se alejaba. Mi mente se debatía entre la incredulidad y el pánico. Los últimos vestigios de la relación amorosa que creía tener con Nicolás se desvanecían como cenizas en el viento. Observé cómo ponía seguro por fuera, asegurándose de que no pudiera escapar. El sonido del cerrojo se convirtió en un eco constante en mi mente, un recordatorio de mi cautiverio.

No pude pegar un ojo en toda la noche. La oscuridad de la habitación parecía cobrar vida, susurrando mis miedos más profundos. Imaginé su rostro transformándose de la dulzura a la crueldad, recordando cada detalle de su traición. Por la mañana, Nicolás se comportaba como aquel novio comprensivo y amoroso por el que me había enamorado. Pero ya había visto quién era en realidad: un ser despiadado y manipulador, un maestro de las apariencias.

—Te llevaré a la universidad —comentó, después de terminar su desayuno y ponerse de pie. Sus palabras eran tan amables como cuchi
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