Tony sintió que su sangre hervía más que una olla de chili en el infierno. Miró a Johnson, luego a Marjorie, su mente trabajaba más rápido que un caballo desbocado, tratando de entender qué demonios estaba pasando.— Bueno, ya que estamos todos aquí—dijo Tony, con su voz cargada de sarcasmo— ¿Por qué no nos iluminas, Johnson? Y hazlo rápido, antes de que decida usar tu cara como saco de boxeo.Johnson soltó una risa.— Ah, Treviño, siempre tan elocuente, pero, ¿Por qué no dejamos que la señorita Blackwell nos cuente? Marjorie dio un paso adelante, en su rostro se reflejaba la culpa.— Tony, yo...Pero Tony la interrumpió, su mirada estaba fija en Johnson.— No, princesa, quiero escucharlo de la boca de este buitre con traje. Vamos, Johnson, suéltalo ya, ¿O necesitas que te ordeñe la información como a una de mis vacas?Johnson sonrió, una sonrisa que hizo que Tony quisiera borrarla de un buen golpe en el rostro.— Muy bien, verás, tu querida Marjorie vino aquí con un propósito muy es
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