Analía sentía que podía demoler un tanque, que incluso siendo humana, con un solo salto podría alcanzar diez metros de altura. Se regeneraba rápido, su fuerza era tan grande como nunca imaginó algún día poder llegar a tenerla. Pero ahí, de pie frente a su padre, cuando le temblaron las rodillas, se sintió débil, se sintió vulnerable, como aquella niña inocente que esperaba cada fin del mes para poder verlo, para poder estar entre sus brazos y abrazarlo, y sentirse protegida.Se sintió tan vulnerable como esa niña que era golpeada por su madre, que pasaba hambre en invierno y que trabajaba incansablemente en las demás estaciones para intentar sobrevivir el clima frío.Bael abrió los ojos, los ojos claros que Analía tanto había extrañado. El Alfa de Oklahoma recortó la distancia que los separaba y Analía, instintivamente, tomó al pequeño Oliver y lo puso en su espalda, como si aquel hombre los atacara, como si es que el hombre intentara hacerles daño, instintivamente lo protegió.Bael a
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