Tal como Johan había dicho, la mañana siguiente fue despejada. El cielo no estaba completamente abierto, pero había dejado de caer nieve; era la última tormenta del invierno. Ya llegaba la primavera, y con ella, la guerra.Los drones que habían llegado acompañando al aquelarre navegaron por los cielos despejados y observaron que, en efecto, los ejércitos de Taranta ya estaban en marcha. Esa mañana, antes del amanecer, al menos 50,000 salieron de la ciudad. Era un número alarmante; entre Maiasaura y gente del bosque, formaban un ejército tremendo.Entonces, Salem entendió que la idea de apoderarse del mundo que tenía Stephan era real. De no ser así, ¿por qué se tomaría tanta molestia en armar un ejército tan grande solo por las piedras? Era porque realmente las necesitaba para su plan mundial. Debían detenerlo, no solo por la manada, sino por las personas que correrían riesgo si lograba conquistar Agnaquela. Ninguna ciudad estaría a salvo. Por eso, esa mañana, cubierto únicamente por u
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