Todos los capítulos de LA REBELDE PRISIONERA DEL CRUEL ALFA: Capítulo 81 - Capítulo 90
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Varios días pasaron, y no teníamos noticias de Eirik. La incertidumbre me consumía como un veneno que lentamente se filtraba por todo mi cuerpo. Graham, a pesar de ser excepcional en lo que hacía, no podía deshacer en tan poco tiempo lo que había tomado meses planificar. Estábamos contra el reloj, atrapados en una carrera desesperada donde cada segundo contaba. Necesitábamos más ayuda.Salí de la habitación, dejando a mis pequeños sumidos en un sueño profundo, ajenos a toda la mierda en la que habían sido involucrados. Necesitaba aire, un respiro que aliviara el nudo en mi garganta y el dolor que me taladraba el corazón. Sabía que, hasta que él no estuviera de vuelta, la tranquilidad seguiría siendo un jodido sueño para mí.Caminé un poco; a esta hora, todos estaban ya dormidos, y los que aún seguían despiertos vigilaban que nada malo sucediera.—Tiana—. La voz que había anhelado escuchar se deslizó en el aire como un susurro, y mi corazón empezó a latir con fuerza.Me giré con el cor
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La vi allí, mirándome como si fuera una bestia que debía ser exterminada. Eso me dolió profundamente. Se supone que ella me ama, pero ha cambiado. Desde que volvió, ya no es la misma, o tal vez nunca lo fue y me engañó para manipularme. Sí, debe ser eso. Ahora está con mis hijos, pero pronto los apartaré de su lado. Y en cuanto a Tiana... pensaré muy bien qué hacer con ella.Me di la vuelta y observé el lugar en llamas. Pronto los acorralaré y los haré salir como ratas; sé dónde están cada uno de los lugares en los que pueden esconderse.Sonreí. Tiana y todos ellos estaban en mis manos, no había dónde esconderse. Pronto, todos esos hombres me aceptarán como su líder.Caminé hacia un grupo de hombres que golpeaban a alguien con brutalidad. Aparté a uno de ellos y miré hacia abajo. Un chico de unos quince años estaba todo magullado, suplicando piedad.—Te concederé la libertad—le dije.El chico sonrió y asintió con la cabeza. Saqué mi espada y la introduje con fuerza en su frente, matán
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Al llegar al primer lugar, lo único que encontré fue un puñado de hombres. Todos murieron intentando proteger la ubicación donde se encontraban las tropas y Tiana. Pero pronto daría con el lugar. La furia invadía todo mi cuerpo. Ella me estaba provocando, jugando con mis límites, y lo sabía. Cada gota de sangre derramada, cada vida perdida por su causa me enfurecía aún más. Estaba gastando energía innecesariamente. ¡Podría haber evitado todo esto, pero no!Mi corazón latía con fuerza, sentía cómo la rabia me consumía, ardiendo en mi pecho como un fuego que no podía extinguir. Me estaba cabreando, y cuando eso pasaba, lo que venía después era inevitable. Si ella quería convertir esto en una jodida cacería, entonces le cumpliría su deseo. Mi sed de sangre y venganza serían aún más grandes. No habría más control, no más humanidad.Me convertiría en la bestia que tanto miedo le daba despertar. Una bestia sedienta de sangre, sin piedad, sin razón. Si eso era lo que ella buscaba, lo iba a te
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Ahora era el momento de trazar un plan nuevo. Si no hacía algo pronto, iba a terminar muerta, y no solo yo, sino todos nosotros; incluso Eirik sufriría el mismo destino. Sé que Gytha está jugando con fuerzas oscuras y, por lo que he visto, son inmensamente poderosas. Necesito con urgencia descubrir cómo detenerla y, además, cómo sacar a Eirik de ese trance en el que parece estar atrapado.—Estás muy callada —me dijo Eirik mientras caminábamos, rompiendo el silencio que se había instalado entre nosotros.—No tengo nada que decirte, tampoco tengo nada que preguntarte —le contesté de mala manera, sin ocultar mi enojo.Él agarró mi brazo con firmeza y me obligó a detenerme. Me di la vuelta bruscamente y lo miré directo a los ojos.—Ignorarte no es un delito, así que, por favor, deja de molestarme —le pedí, tratando de mantener la compostura aunque mi voz temblaba ligeramente.Él sonrió de medio lado, con esa expresión que lo hacía verse peligrosamente hermoso, como si disfrutara de mi eno
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La noche finalmente llegó, y las estrellas junto con las dos lunas iluminaban nuestro camino de manera tenue pero constante. Yo ya estaba agotada; los pies me dolían de tanto caminar, como si estuvieran llenos de fuego. Por lo que podía escuchar, no era la única. Muchos de los hombres también se quejaban en voz baja, agotados como yo.—Quiero descansar —le dije a Eirik, mi voz cargada de cansancio y frustración.Él iba unos pasos delante de mí, pero al escucharme, se detuvo y volteó a verme, sus ojos reflejando una mezcla de exasperación e impaciencia.—No tenemos tiempo —me respondió con frialdad.Sin decir más, me dejé caer al suelo con un suspiro. Ya no me importaba lo que él pensara, mis pies ardían y mis piernas no daban más. No podía seguir.Eirik me observó por un momento, y entonces, inesperadamente, alzó la voz:—Nos quedaremos aquí esta noche —gritó a sus hombres.Los hombres, visiblemente aliviados, se detuvieron al instante y comenzaron a buscar lugares donde sentarse o re
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El camino fue largo y agotador; cada paso era extremadamente doloroso, pero finalmente llegamos. Eirik y los hombres se detuvieron frente a las enormes puertas del lugar, sus respiraciones pesadas por el cansancio acumulado. Yo, atada de manos, me quedé allí, observando con incertidumbre lo que iba a suceder. Cada segundo que pasaba parecía estirarse interminablemente; era como si el tiempo se hubiera detenido.Después de unos minutos que parecieron horas, las puertas finalmente se abrieron con un crujido ominoso. Ella apareció acompañada de algunos hombres. Su semblante había cambiado por completo. Su piel, antes resplandeciente, ahora tenía un tono apagado, y su cabello rojo, tan brillante y lleno de vida, parecía marchito. Su energía, esa que una vez había sentido tan poderosa y temible, ahora era solo una sombra de lo que fue. Parecía enferma, consumida por algo oscuro que la debilitaba desde dentro.—Bienvenida a casa, Tiana. Te hemos estado esperando por mucho tiempo —dijo ella
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Fui llevada a una habitación oscura y fría. Me ataron con cadenas de pies y manos, como si fuera un animal rabioso del cual debían protegerse. Las cadenas eran pesadas; con cada movimiento sentía el frío metal clavarse en mi piel. Pero lo peor no era eso. Me sentía mal, debilitada de una forma que nunca antes había experimentado. Mi fuerza se había esfumado por completo, y aunque trataba de entender qué me estaba ocurriendo, no encontraba explicación. Era como si algo vital en mí hubiera sido arrancado.La puerta se abrió con un chirrido metálico, y Eirik entró. Llevaba un plato en la mano. Se acercó sin prisa, dejando el plato en el suelo frente a mí. Dentro había varias frutas, frescas y tentadoras, pero no me importaban. Mi cuerpo clamaba por energía, pero mi mente estaba atrapada en la rabia y el dolor.—Veo que estás bien; solo debes resistir un poco más —me dijo con una calma que me hizo hervir por dentro.El resentimiento se acumulaba en mi pecho, sofocándome, aunque sabía que
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El frío calaba mis huesos; cada ráfaga helada parecía penetrar más allá de mi piel, dejándome temblando incontrolablemente. Mis manos estaban entumecidas, cada respiración que tomaba era un tormento. Mis pulmones ardían como si estuvieran en llamas. El frío era insoportable, una tortura que no podía comprender ni soportar.—Ayuda —dije a la nada, mi voz apenas un susurro apagado.Sentía cómo la vida se me escapaba. Cada minuto que pasaba bajo esta tortura helada me dejaba más débil, más cerca de un colapso total. Mi mente luchaba por mantenerse enfocada, pero el frío parecía querer arrastrarme hacia una oscuridad absoluta.El sonido chirriante de la puerta me hizo desviar la mirada. Allí estaba Eirik, en el umbral de la puerta, con una expresión preocupada. Extendí la mano hacia él, deseando desesperadamente su ayuda.—Por favor —le supliqué, mi voz apenas audible por el frío y el temblor.Eirik se acercó, quitó mis ataduras con rapidez. Me abrazó, y yo me acurruqué en su pecho, busc
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Escandinavia, 400 años en el pasado.Me mordí el labio inferior mientras espiaba al enorme hombre de cabello negro que se bañaba en el lago. Sonreí un poco, sabiendo que si se enteraban de lo que estaba haciendo, sería severamente castigada, aunque, sinceramente, creo que valía completamente la pena. El hombre allí, semi desnudo, se llamaba Viggo. Lo había escuchado de otros hombres que en alguna ocasión lo acompañaron. Él es un Imperials, y por lo que sé, será el próximo líder. Pero lo que realmente me fascinaba era lo hermoso que era. Su espalda era perfecta, y, bueno, sus otras cosas también.Sentí mis mejillas arder al recordar la primera vez que lo vi completamente desnudo. Fue... impresionante. Nunca había visto a un hombre así antes, tan expuesto, tan imponente.—¡¿Qué haces, Thora?! ¡Tenemos que irnos! —La voz de Gytha me sacó de mis pensamientos, haciéndome dar un brinco por el susto. Me di la vuelta rápidamente y golpeé a mi hermana en el hombro, quien me miraba con el ceño
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Me gustaba ir con la anciana a comprar algunas hierbas que no podíamos encontrar en el bosque y que sólo en la aldea estaban disponibles. Me encantaba observar a los niños corriendo y divirtiéndose, a las personas hablando animadamente, e incluso me gustaba ver las peleas que surgían de vez en cuando entre ellos. Todo era diferente a lo que conocía, y esa diferencia me hacía feliz, me recordaba que había más allá del bosque.—¡Thora, deja de soñar despierta y ven a ayudarme! —increspó la anciana, con su habitual mal genio.Salté del lugar en el que estaba absorta en mis pensamientos y corrí hacia ella, sosteniendo con fuerza la cesta que estaba a punto de caerse. Un tumulto de personas apareció de repente, empujándose entre sí y haciendo que me apartara de la anciana. Me sentí desorientada y en cuestión de segundos sentí una mano firme apretarse en mi brazo, tirando de mí hacia otro lado. El miedo me invadió al principio, y abrí la boca para gritar, hasta que levanté la vista y vi de
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