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Todos los capítulos de Risas, Lagrimas y Amor.: Capítulo 51 - Capítulo 60
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Dulces sabor miel: Sexta parte.
Hyunjae se relajó, aunque todavía sentía esa incomodidad latente en su pecho. Astarté tenía razón. Había evitado hablar con Maggi sobre muchas cosas por miedo a que esa frágil y maravillosa paz que compartían se rompiera. Pero, ¿hasta qué punto estaba dispuesto a sacrificar la verdad por esa aparente tranquilidad? La felicidad de Maggi era su prioridad, pero, ¿y si esa felicidad significaba algo que él no podía darle?Astarté lo observó con una mirada más amable, como si hubiera captado los hilos de sus pensamientos y emociones.—¿Hay algo más de lo que quieras hablar conmigo? —preguntó, su voz ahora casi afectuosa.Hyunjae se mantuvo en silencio por un momento, su mirada perdida en el suelo. Finalmente, habló con un tono más apagado.—Aún no... pero agradezco es
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Dulces sabor miel: Séptima parte.
Hyunjae regresó con del grupo de cazadores mientras  su mirada fría se deslizaba hacia su guardaespaldas, quien permanecía de pie con una postura rígida y vigilante. Hyunjae lo observó por un momento, notando la tensión en sus hombros, una tensión que no podía permitirse.Con un suspiro apenas audible, Hyunjae extendió su mano hacia la mente del hombre, sintiendo el familiar cosquilleo de su poder al entrelazar sus pensamientos. No fue difícil manipularlo. El guardaespaldas parpadeó un par de veces, como si hubiera recordado algo importante, y luego relajó la postura.—Siempre estuviste aquí conmigo —murmuró Hyunjae, más para sí mismo que para el otro, su voz teñida de una ligera ironía—. No olvides eso.El hombre asintió, completamente convencido, sin rastro de duda en su rostro. Para Hyunjae, esto era casi
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Dulces sabor miel: Octava parte.
La noche caía pesadamente cuando Hyunjae finalmente llegó a casa. El aire era frío, pero cargado con el familiar aroma de la ciudad. Cada paso que daba hacia el departamento lo hacía sentir un poco más liviano, aunque el agotamiento seguía pesando en su cuerpo como una losa. Tres días más fuera de casa debido a interminables trámites legales. ¿Quién iba a pensar que una misión exitosa podía ser seguida por tanta burocracia? Los reportes al gobierno, las reuniones interminables, las complicaciones de tener un gremio extranjero operando en territorio mexicano... todo había sido un laberinto de papeles y exigencias. Todo esto lo había desgastado más de lo que cualquier enfrentamiento en la mazmorra pudiera haberlo hecho.Cuando finalmente llegó a la puerta del departamento, el reloj ya marcaba las 10 de la noche. La sensación de estar nuevamente en su hog
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Dulces sabor miel: Novena parte.
Sin duda, esta había sido una de las misiones más estresantes que Herbert había enfrentado en todo el año. El aire denso que emanaba de su entrada de la mazmorra parecía absorber la luz del sol, dándole al paisaje una sensación de muerte inminente. El equipo de cazadores de rango S se había reunido a regañadientes, y Herbert sabía que lo más complicado no sería la mazmorra en sí, sino mantener a esos individuos trabajando juntos.Cada cazador era una fuerza de la naturaleza por sí mismo, imparable en su propia disciplina, pero ponerlos a trabajar en equipo era un desafío muy, muy grande. La tensión entre ellos era palpable desde el principio. Uno quería atacar de inmediato, otro prefería analizar la situación hasta el último detalle, y otro se lanzaba a lo loco sin pensarlo dos veces.—Es increíble —murmuró
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Dulces sabor miel: Décima parte.
Mei estaba de pie frente a Herbert, envuelta en el brillo suave de la luz de la luna que se colaba entre los árboles del jardín. El aire nocturno tenía un toque fresco, haciendo que las hojas de los árboles se movieran lentamente, creando un susurro en el fondo. El vestido blanco que llevaba Mei, con su estilo modesto y líneas sencillas, contrastaba con la opulencia de la mansión y su entorno, pero ella lo llevaba con una elegancia natural, casi etérea. Su cabello negro caía liso sobre sus hombros, y sus ojos verdes, que habían sido siempre su rasgo más distintivo, lo observaban con una mezcla de curiosidad y cautela.Herbert se permitió un segundo para absorber la escena, y los recuerdos del pasado lo inundaron de manera repentina y abrumadora. Recordaba los días cuando ella y él solían pasear por los parques fuera de la ciudad, hablando de todo y de nada, riendo por cosas insig
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Cruzando el arco iris: Primera parte.
Felipe lo miró como si fueran una burla, una presencia inoportuna que no merecía su atención.—¿Qué son? —preguntó con frialdad, su voz dura y tosca, cargada de una impaciencia que Herbert conocía demasiado bien.Herbert contuvo un suspiro, recordando por qué había decidido enfrentar a su padre esa noche. La herida que esas cartas representaban aún dolía en su interior, pero había algo más profundo, una necesidad de cerrar ese capítulo. Con una calma forzada, respondió:—Son cartas.La respuesta, aunque simple, parecía desafiar la actitud siempre dominante de su padre. Felipe levantó la mirada con irritación, sus ojos chispeando con una mezcla de incredulidad y enojo.—Eso ya lo noté, no soy tonto —replicó, apretando las cartas en su mano como si fuera a arrojarlas lejos—. ¿Pero por qué me las das? Si hay algo que tienes que decirme, mejor dímelo directamente.Herbert suspiró, el eco del cansancio asomando en su voz. Estaba acostumbrado a este tipo de reacciones, al constante choque e
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Cruzando el arco iris: Segunda parte.
—Padre —dijo Herbert con firmeza, su voz cortando el aire frío de la noche—, madre estaba muriendo.Fabián lo miró, perplejo. El impacto de esas palabras lo tomó por una vez más por sorpresa, desmoronando momentáneamente su fachada de ira. El silencio que siguió fue abrumador, como si todo el mundo hubiera quedado en pausa.—¿Qué? —preguntó Fabián con incredulidad, su voz temblando ligeramente—. ¿De qué hablas?Herbert sintió el peso en cada palabra que pronunciaba. Apretó los puños, esforzándose por mantener la calma mientras le explicaba.—El estado de salud de madre se mantuvo en secreto, incluso dentro de la familia —explicó—. Su enfermedad era algo que se manejó con mucho cuidado, porque había personas que habrían usado esa información en nuestra contra. Su condición era delicada mucho antes de que yo naciera. Lo que hizo que se mantuviera distante... lo que te pareció frialdad... fue un acto de protección. No quería que te encariñaras más con ella, porque sabía que no viviría m
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Cruzando el arco iris: Tercera parte.
—¿A qué te refieres? —preguntó Fabián, rompiendo el silencio. Su voz sonaba vacilante, confundida.El hombre siempre había sido autoritario, alguien que rara vez dudaba de sus decisiones, pero en ese momento, frente a su hijo mayor, se sentía pequeño. Vulnerable.Herbert lo miró con seriedad, sin rastro de emoción en su rostro. Hablaba con una tranquilidad que contrastaba con la intensidad de sus palabras.—Cumplí la última voluntad de mi madre —comenzó, su tono frío pero firme—. En vida, ella no pudo darte estas cartas porque, aunque no lo pareciera, era una mujer cobarde con sus propios temores. Siempre guardó silencio, y tú nunca supiste la verdad de lo que sentía. Yo, a pesar del tiempo, ahora cumplo con esa tarea y te las entrego. Con esto, finalmente me libero de mi responsabilidad como hijo hacia ti. A partir de aho
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Cruzando el arco iris: Cuarta parte.
El primer rayo de sol se coló entre las cortinas, iluminando suavemente la habitación. El aire fresco de la mañana llenaba el espacio, y todo estaba en calma. Hyunjae fue el primero en despertar, su cuerpo aun sintiendo el cansancio acumulado de la noche anterior. El ambiente tranquilo aun cargaba con los ecos de los recientes eventos, como si aún resonaran en las paredes del cuarto.Hyunjae observó a Maggi, su respiración pausada, su rostro relajado en el sueño. Con un gesto suave y tierno, acomodó un mechón rebelde de cabello detrás de su oreja. No pudo evitar sonreír con cierta melancolía; amaba cada parte de ella. Y aunque esa realización había tardado en cristalizar dentro de él, ahora era un hecho innegable: ella lo era todo para él.Sus pensamientos eran un torbellino de emociones, una mezcla de amor y temor. Había tantas cosas que quería
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Cruzando el arco iris: Quinta parte.
El pensamiento lo llevó a una decisión: debía encontrar el anillo perfecto para ella. Antes de dirigirse a la oficina, hizo una pausa en su recorrido habitual y decidió pasear por la ciudad en busca de una joyería que le inspirara confianza. Maggi, ajena a sus pensamientos, se despidió de él con un beso rápido antes salir del auto y de dirigirse a su trabajo, mientras él se internaba en las calles más tranquilas del centro de la ciudad.Después de dejar su auto en una zona segura para estacionar y tras unos minutos de caminata, sus ojos se fijaron en una joyería pequeña, discreta pero muy elegante, con vitrinas cuidadosamente decoradas que reflejaban destellos de luz sobre las piezas de joyería expuestas. Parecía el lugar adecuado. Empujó la puerta de vidrio y fue recibido por el sonido suave de un timbre. Dentro, el ambiente era acogedor y clásico, las pared
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