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65 chapters
Cruzando el arco iris: Sexta parte.
Cuando llegó a su auto, se acomodó en el asiento del conductor y cerró los ojos por un momento, tratando de calmar el enjambre de pensamientos que se enredaban en su mente. El sonido del motor encendiéndose fue interrumpido por la vibración de su teléfono. Miró la pantalla: era Herbert, su jefe. Con un suspiro, respondió la llamada.—Hyunjae, he estado intentando comunicarme contigo en la oficina —dijo Herbert, su tono marcando una mezcla entre irritación y preocupación—. No llegaste temprano como siempre.Hyunjae apretó los labios, buscando una excusa rápida mientras sus dedos jugaban nerviosamente con la llave del auto.—Bueno, he tenido otros asuntos que atender —dijo, evitando dar más detalles, esperando que Herbert no insistiera.Pero su jefe no era de los que dejaban pasar las cosas fácilmente.—Imagino que son
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Cruzando el arco iris: Séptima parte.
Herbert colgó el teléfono y se dejó caer contra el respaldo del lujoso asiento de cuero de su avión privado. Afuera, las nubes se arremolinaban suavemente bajo el ala del avión mientras cruzaba el cielo azul pálido. El sonido constante de los motores proporcionaba un extraño confort, un recordatorio de que, aunque su vida estuviera girando fuera de control, al menos, por ahora, estaba literalmente volando por encima de todo.Suspiró profundamente y se llevó la mano derecha a la frente, masajeándola con fuerza. Su cabeza palpitaba, una mezcla de cansancio y dolor de cabeza que no se había disipado en las ultimas horas. Los últimos eventos lo habían dejado completamente descolocado. En cuestión de horas, lo que parecía ser un viaje personal para despejarse un poco había tomado un giro surrealista e inesperado.Ante él, sentados en un par de butacas opues
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Cruzando el arco iris: Octava parte.
El viaje había sido, a pesar de todo, más tranquilo de lo que Herbert había esperado. Los problemas iniciales con las puertas de transportación habían generado cierta preocupación entre los cazadores, ya que últimamente parecían fallar con más frecuencia. Sin embargo, para su alivio, encontró una que funcionaba perfectamente y que lo llevó directamente a Roma. Allí dejó a un delegado encargado de los asuntos del gremio mientras él continuaba su misión.Al llegar, el majestuoso edificio se alzaba frente a él, imponente, como si se burlara de su inminente tarea. Las paredes blancas y doradas relucían bajo el sol, y las torres puntiagudas parecían arañar el cielo. A pesar de su apariencia casi celestial, la entrada no fue tan sencilla como Herbert esperaba. Sabía, por experiencia, que las regulaciones en Europa y Asia eran notoriamente estri
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Cruzando el arco iris: Novena parte.
El ambiente en la gran sala era pesado y solemne, con una atmósfera tensa que vibraba en el aire. Las altas paredes de piedra y los ventanales góticos reflejaban una luz pálida que apenas iluminaba los rostros de quienes estaban allí reunidos. Todos los presentes parecían afectados por la extraña presencia de los dos recién llegados, cuyos rostros jóvenes, pero maduros, causaban una mezcla de desconcierto y fascinación. Los mellizos, Filomena y Harry, emanaban una elegancia casi etérea, como si estuvieran fuera de lugar y tiempo. Era evidente que compartían la belleza de su padre, Herbert, pero en ellos, esa belleza se mezclaba con algo más profundo, una sombra de experiencia que no encajaba del todo con su apariencia juvenil.La voz de Filomena era suave, casi hipnótica, mientras trataba de explicar su posición con calma. Sus palabras flotaban en el aire como una promesa velada.
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Cruzando el arco iris: Décima parte.
La sala seguía impregnada con el eco de las palabras que habían sido dichas momentos antes, como si la gravedad de lo revelado hubiese impregnado cada rincón. Las paredes de piedra fría y los muebles antiguos, que al principio parecían meros espectadores del caos, ahora parecían ser testigos de algo más profundo, casi sagrado. Maggi y Lucía, una a lado otra, habían estado bromeando hacía unos minutos en voz baja, intentando aliviar la tensión con comentarios sarcásticos.—Esto se siente como una telenovela de esas largas y dramáticas, ¿no crees? —dijo Lucía entre risas, mientras se cruzaba de brazos—. Me faltan las palomitas... —bromeó, encogiéndose de hombros—. ¡Qué lástima que no traje ninguna golosina!Maggi soltó una carcajada nerviosa, asintiendo con la cabeza. Ambas compartieron una sonrisa
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