Santiago Hernández, con su típico sombrerito blanco ligeramente inclinado hacia un lado, se recostaba en su silla, con un vaso en mano, observando a Hyunjae con una mirada sagaz y curiosa. Por otro lado Hyunjae con la mirada perdida momentáneamente en el vaso que sostenía, se permitía un breve respiro. Fue entonces cuando la voz de Santiago rompió la cómoda quietud.—Oye, Hyunjae, —dijo Santiago, con un tono que llevaba una mezcla de observación y camaradería—, he notado que desde que has llegado, estás diferente.Hyunjae, que justo en ese momento había levantado el baso a sus labios, se detuvo, mirándolo con sorpresa. No había esperado ser tan transparente ante el hombre mayor.—No le entiendo, Santiago, —respondió, bajando el vaso—, ¿a qué se refiere?El anciano cazador sonrió con astucia, como si est
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