Me desperté en medio de la madrugada, ahogada en lágrimas como ha sido habitual en el último mes. Gabriel, mi fiel apoyo, rodeó mi cintura con sus brazos y comenzó a frotar mi espalda, intentando calmar mis sollozos. —¡Ya pasó, Alba! —susurró, con voz suave y reconfortante. —No entiendo, ¿por qué no puedo recordar? —murmuré entre sollozos. —Ya lo harás —me aseguró, depositando un beso en mi mejilla. —Perdón por despertarte —me disculpé, sintiendo un nudo en la garganta. Él respondió con un bostezo. —¿Qué dices, acosadora? Yo estaba despierto. —Ajá, Gabriel —musité, con una sonrisa leve. —Vuelve a dormir, mañana hay que levantarnos temprano —me recordó, acariciando mi cabello con ternura. —Lo sé —bostecé, sintiendo el cansancio pesar sobre mis párpados. —¿O tienes ganas? —me preguntó con una pizca de diversión. —Claro que no, solo tengo ganas de dormir —respondí, con un suspiro cansado. En el último tiempo, Gabriel ha sido mi roca, al igual que mis amigos y famili
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