Hace más de diez minutos que intento hablar con Vera, pero ella no me dirige la palabra. Se ve muy enfadada, y no la culpo. Su silencio es más elocuente que cualquier palabra que pueda pronunciar.— Insúltame, pero di algo, por favor. —le supliqué, con la esperanza de romper su muro de silencio.— ¿Desde cuándo te acuestas con Alex? ¿Me usaste para llegar a él? —preguntó con furia, su voz cargada de decepción y dolor.— No, nunca lo hice. Fue algo que pasó, créeme, intenté controlarlo. —respondí sinceramente, tratando de transmitirle la verdad de mis palabras.— ¿Desde cuándo? —insistió, su tono de voz denotaba su desilusión, como si cada palabra pronunciada fuera un golpe a su confianza.— Desde que terminé con Gabriel. Perdón, Vera. —me disculpé, esperando que ella pudiera entenderme, aunque sabía que sería difícil.— ¿Lo quieres? —preguntó con una mezcla de curiosidad y escepticismo, como si intentara descifrar los entresijos de mi corazón.— Lo amo, pero no tiene futuro. En cuanto
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