Durante el camino de regreso al hotel, intenté tranquilizarme, pero no lo lograba. No solo era Gabriel, el alcohol me hizo revivir todo lo que ocurrió con mis padres y mi sufrimiento. El odio que siento hacia mí misma por ser una traidora y amar a quien debo odiar.Me siento el ser más despreciable de este universo, no merezco el perdón de Dios, ni de nadie, no valgo absolutamente nada.En pocos minutos llegamos al hotel y él me ayudó a bajar del carro.—¿Quieres agua? —me ofreció Vera mientras me apoyaba en ella.—No, solo quiero morirme. ¿Por qué no me matas de una vez, Alex?—¿Por qué lo haría? —me preguntó en un tono burlón.—Porque te voy a destruir —centré mi mirada en la suya—. Te odio, siempre te he odiado.—Definitivamente, no sabes tomar, señorita Sánchez. Vera, ve a dormir, yo me encargo de Rubí.—Gabriel es un idiota, yo estoy de tu lado —Vera besó mi mejilla y luego se marchó hacia su habitación.—¿Puedes caminar? —preguntó él.—Prefiero ir rodando a ir contigo. Te odio,
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