Las dos semanas se pasaron tan rápido que a Estela no le dio ni tiempo de asimilar lo que ocurría. Su estómago comenzaba a verse inflamado, y aunque todavía no confirmaba públicamente su embarazo, las sospechas existían. Sus pies se le hincharon tanto que, horas antes de la celebración de compromiso con su hijo, tuvo que ir a comprarse un nuevo par de zapatos.―El glamour no es nada en estos momentos ―dijo para sí, luego de elegir un par de zapatos sin tacón, cerrados en color crema.Cuando llegó a su casa, subió a recostarse en la cama debido a su dolor de espalda. Horas más tarde, con los ojos hinchados y entre bostezos, le mostró su atuendo a su hijo en medio de la sala.―Te ves hermosa, mamá ―le dijo Iván, y sintió el corazón conmovido al ver a su madre, cansada pero radiante, lista para su fiesta de compromiso―. Gracias por estar conmigo, a pesar de no estar de acuerdo.Estela se limpió las lágrimas.―Sabes que siempre contarás con nosotros. ―Se acercó a él y le dio un fuerte abra
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