Sus circunstancias no eran las que alguna vez idealizó en su juventud. La vida resultaba dura, complicada, y jamás sintió tanto temor por sus finanzas como en ese momento. Sin embargo, pese a lo difícil de todo, estaba seguro de que nunca experimentó tanta felicidad. Al ver la sonrisa de su amada, al sentir los bracitos de su hijo rodeándole la pierna, sentía una paz única. Lástima que siempre existiera alguien dispuesto a arruinar esos momentos especiales, y en su día perfecto de unión matrimonial, esa persona fue su suegra. Justo después de la boda, comenzó a quejarse de todo. Le reclamó a Ariadna por los grandes sacrificios que hicieron por ella. Con lágrimas de pura amargura, le dijo que detestaba que se conformara con tan poca cosa. Todo porque la boda, en esta ocasión, no fue nada comparado con los buenos tiempos económicos. Criticó sin piedad su vestido, y literalmente lo llamó "corriente". La acusó de conformista por aceptar una simple comida en casa de sus suegros en lug
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