41. La risa de los lobos
Vladimir, imponente en su forma lupina, emanaba un aura de poder primitivo que era difícil pasar por alto. Sus ojos bicolores, uno ámbar y el otro de color violeta, se clavaron en Aelina con una intensidad que parecía atravesarla. La joven, al ver su mirada, sentía como si su corazón quisiera escapar de su pecho. El miedo se deslizaba por su piel como una fina capa de hielo, erizando cada vello de su cuerpo, era imposible no sentir miedo…Vladimir, podía percibir el aroma del miedo emanando de Aelina. Sus fosas nasales se dilataron, captando cada matiz de la ansiedad que irradiaba la muchacha de cabello oscuro. Notó cómo sus pupilas se dilataban, cómo su respiración se volvía más agitada, aunque intentara ocultarlo, y cómo sus manos temblaban casi imperceptiblemente a sus costados.—¿Es la primera vez que ves a un hombre lobo en su forma animal? —preguntó Valdimir, mientras se dirigía con pasos seguros hacia la salida esperando que ella lo siguiera, como siempre ocurría.Aelina fue det
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