¿Será posible que el rey lobo se entere que Aelina puede retroceder el tiempo? juum ¡Descubrelo en los siguientes episodiooos! gracias por leer y cometaar adios.
Luego de aquel encuentro con el niño, nada más relevante sucedió, así que Aelina y Valdimir llegaron sin mayores inconvenientes al bullicioso mercado central. El aroma a especias y el murmullo de cientos de voces los envolvió mientras la chica desmontaba su caballo. De esa manera, dejaron al corcel amarrado junto a otros caballos, mezclándose entre la multitud como simples compradores del reino.Al cruzar el umbral del mercado, los ojos de Aelina se abrieron de par en par, maravillada ante el espectáculo de colores y movimiento que la rodeaba. El aire estaba repleto con la energía de comerciantes pregonando sus mercancías y el tintineo de monedas cambiando de manos. Puestos ambulantes se alineaban en las aceras, con sus toldos grisáceos ondeando suavemente con la brisa, mientras tiendas centenarias se erguían orgullosas, con esas fachadas gastadas por el tiempo que parecían contar silenciosas historias de generaciones pasadas.El mercado era un microcosmos de vida y comercio. Carnicerí
Mientras emprendían el camino de vuelta, Aelina no pudo evitar observar de reojo a Valdimir. El imponente Rey Lobo cargaba con todas las compras, su pelaje oscuro contrastando con los coloridos paquetes que llevaba encima. La escena tenía un toque tan incongruente que Aelina tuvo que morderse el labio para contener una risita.Reuniendo valor, se atrevió a preguntar con un tono que bailaba entre la curiosidad y la diversión:—Se nota que eres un experto llevando mercancía, Valdimir. ¿Así eras con tu hermana? —inquirió, cubriéndose la boca con una mano para ocultar la sonrisa que amenazaba con escapar.Valdimir giró levemente su cabeza hacia ella, con sus ojos entrecerrados en una expresión indescifrable.—Yo no iba a comprar con mi hermana, ni ella tampoco venía aquí. Para eso están los sirvientes —explicó con una calma que contrastaba con su apariencia feroz—. Es la primera vez que vengo a comprar aquí de forma oficial.Aelina parpadeó, genuinamente sorprendida. Sus cejas se alzaron m
El aire entre Aelina y Valdimir se espesaba con cada segundo que transcurría, cargándose de una energía casi eléctrica que parecía estremecerse en el espacio que los separaba. Con pasos calculados y lentos, Valdimir se aproximó a ella, acortando la distancia hasta que apenas unos centímetros los separaban. Con un gesto sorprendentemente delicado, tomó el mentón de Aelina entre sus dedos, inclinándose ligeramente para que sus rostros quedaran a la misma altura.Aelina permaneció inmóvil, su mirada fija en él, consciente de que probablemente parecía una estatua viviente, pero incapaz de romper el hechizo que la mantenía cautiva a él. Había «algo» en la forma en que Valdimir la observaba que la dejaba paralizada, como si su voluntad se evaporara y su cuerpo respondiera a un llamado silencioso que ella no podía —o no quería— resistir.—¿De verdad... —comenzó Valdimir, su voz apenas un susurro mientras sus ojos recorrían los labios entreabiertos de Aelina— ...no me conoces? —concluyó, eleva
Para ese momento, el atardecer hacia acto de presencia en el eterno cielo gris del reino de Kolgrim, mientras avanzaban por las calles de la ciudad. El paso tranquilo del caballo contrastaba con la urgencia que Aelina esperaría de un rey con responsabilidades pendientes, ya que él había dicho que tenía cosas que hacer, pero ahora cabalgaba con una tranquilidad que la desconcertaba. A su alrededor, la vida continuaba: carruajes y otros jinetes los adelantaban, algunos comerciantes cerraban sus puestos, y el aroma de las cocinas preparando la cena flotaba en el aire.Para Aelina, esta experiencia era completamente nueva y desconcertante. Nunca había compartido la montura con alguien más. Sus viajes previos siempre habían sido en solitario, ya fuera sobre su propia yegua, en una carreta de carga con uno o dos guardias a su lado, o en el confinamiento de una carroza. Pero ahora, se encontraba en una situación inédita, cediendo el control de las riendas a otro, y no a cualquiera, sino a Val
La amenaza del Rey Lobo flotó en el aire como una nube oscura, haciendo que un escalofrío recorriera la espalda de Aelina. En su mente, bailaban imágenes de posibles castigos, cada uno más aterrador que el anterior. La joven se preguntó, con un nudo en el estómago, si alterar constantemente el pasado tendría consecuencias nefastas. Prefería no averiguarlo por experiencia propia.—No deseo ser castigada... —murmuró Aelina, mordisqueándose el labio inferior en un gesto que delataba su frustración y temor.Una sonrisa de satisfacción se dibujó en el rostro de Valdimir, suavizando momentáneamente sus facciones atractivas pero severas.—Sospechas que mi hermano fue quien le arrebató la vida a mi padre, y que por eso se pudre en prisión. Tu pregunta pretendía matar dos pájaros de un tiro: saber por qué mi hermano está preso, y descubrir al instante quien mató al anterior Rey.—Acertaste, eso era lo que cruzaba por mi mente —admitió Aelina, su mirada desviándose hacia el imponente palacio y e
Valdimir recorrió a Aelina hasta donde su vista le permitía, deteniéndose brevemente en la ira contenida que parecía brotar de ella como vapor, antes de continuar su camino con pasos firmes y demasiado tranquilos con su caballo. Para ese momento ya estaban cruzando el puente hacia el palacio, en vista de que el Rey lobo ya no podía retrasar más el viaje.—Una cosita humana como tú jamás va a comprender mis ambiciones, por supuesto —dijo Valdimir con un tono de voz irónico.Aelina se giró bruscamente, su vestido arremolinándose alrededor de sus piernas, y enfrentó a Valdimir con una mirada desafiante.—¿Cosita humana? ¿Así me ves?—Eres pequeña de estatura, edad, y eres humana. Llamarte "cosita humana" no es despectivo. Es acertado.Los nudillos de Aelina se tornaron blancos mientras apretaba los puños con fuerza, su cuerpo temblando ligeramente por la furia que intentaba contener.—¡Y tú eres una bestia cruel que hasta incluso lastimas a tu propia familia! ¡Le arrebataste el trono a tu
Los ojos ámbar de Valdimir, habitualmente gélidos y astutos, ahora centelleaban con una ira apenas contenida ante la audacia de Aelina. Su mirada penetrante se clavó en la joven de cabello azabache que se interponía valientemente entre él y el aterrorizado sirviente con el que deseaba desquitarse. El muchacho, paralizado por el asombro, observaba la escena con incredulidad, incapaz de procesar la extraordinaria situación que se desarrollaba ante sus ojos.En ese momento, parecía como si el aire del entorno se hubiese vuelto denso y opresivo, repleto de una tensión que parecía acechar en cada rincón. Valdimir, con los músculos de la mandíbula visiblemente tensos y una vena palpitante en su sien, alternaba su mirada entre Aelina y el sirviente. Este último, al sentir sobre sí los ojos del rey, sintió que el corazón le daba un vuelco y tuvo que luchar contra el impulso de salir corriendo.—Veo que has perdido el juicio... —murmuró Valdimir con voz áspera y amenazante, cada palabra cargada
Tras lo que Aelina percibió como una eternidad caminando en un silencio sepulcral dentro de aquel enorme castillo, finalmente llegaron a una estancia que ella jamás había vislumbrado. Con un chasquido de dedos y gracias a su magia, Valdimir iluminó el suntuoso candelabro de araña que pendía majestuosamente del techo. Fue entonces cuando la joven pudo apreciar aquel recinto que estaba decorado de una manera hermosa, que más bien parecía una especie de salón destinado a prácticas reservadas.Por un instante, Aelina había temido que Valdimir la confinaría en un calabozo gélido, tenebroso y lúgubre, apartado de toda civilización. Sin embargo, para su asombro, se encontraba en una habitación ataviada con muebles de exquisita manufactura, un suelo cubierto por una mullida alfombra y pesados cortinajes de terciopelo de un tono púrpura tan oscuro que eclipsaba por completo la luz de aquella tarde gris. De no ser por el resplandor titilante de las velas del candelabro, aquel lugar habría quedad