— ¡Preparen las velas y mantengan el rumbo! — Es la orden, su voz llevando consigo la autoridad necesaria para no permitir quedarse ninguna duda de lo que desea.— ¡Entendido, capitán! Su tripulación, compuesta por hombres valientes y curtidos por la vida en el mar, obedecen con diligencia la orden dada. El viento agita sus negros cabellos mientras Eric observa la abadía a lo lejos, una silueta que se alza serena en medio del paisaje marino. El barco avanza con gracia por las aguas, dirigido por la destreza de su navegante. Mientras se acercan a la abadía, el rostro de Eric se ilumina con un fulgor resuelto. Girándose, fija su mirada en su primer oficial, la persona a la que, sin duda alguna, entregaría su vida.— Prepárate para desembarcar. — Dice mientras le observa y sonríe con arrogancia. — Quiero que esto sea un trámite rápido y preciso. Nos llevaremos solo lo que necesitamos.Eric se aproxima al timón y con un gesto el navegante se lo entrega, mientras, su mirada se mantiene fija
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