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5 – LA APUESTA DEL REY PIRATA.

Aunque sabe que lo mejor es quedarse tranquila y no provocar a aquellos hombres, Bella no puede evitar comenzar a patalear y forcejear cuando es tomada por el pirata, pero al igual que hiciera su compañero anteriormente, este termina por colocarla sobre su hombro, casi como si ella fuese un peso muerto. Fijando la mirada en los demás prisioneros, Bella pide a gritos que la ayuden, pero estos se muestran visiblemente aterrados.

— Bella… — murmura Agnes, siendo la única que reúne un poco de valor para intentar acercarse a su amiga, intento que muere cuando siente el filo de una espada sobre su cuello. Moviendo un poco su cabeza, se encuentra con el dueño de la espalda, y no puede evitar sorprender al notar que es un chico casi de su edad quien la sostiene. — Por favor. — suplica en tono bajo mientras ve como la celda es abierta de nuevo y el hombre que sostiene a Bella sale.

— Debería preocuparse más por usted misma, hermana. — es la respuesta del pirata antes de salir y dejarles encerrados.

*

— ¡Bájame ahora mismo! — Bella grita con todas sus fuerzas mientras golpea la espalda del hombre.

Al pasar por cubierta, escucha las risas del resto de los piratas y logra observarlos mientras disfrutan y celebrar al repartir el botín robado durante su asedio. En un rincón de la cubierta, logra ver a la mujer que estuvo en la abadía, está se ríe mientras a sus pies hay un cofre de tamaño mediado, en su parte frontal Bella alcanza a reconocer el escudo de armas del procurador del puerto.

— ¡Eh Benn! — es el fuerte llamado de uno de los piratas. Ante este, el hombre que la sujeta se gira sin ningún cuidado por lo que Bella se ve obligada a sujetarse de su camisa para evitar caer de su hombro. — Deberías tener más cuidado, al capitán no le gustará que dañes a la chica antes de que él pueda jugar.

El comentario solo hace reír aún más a todos los presentes, por su parte, Bella solo siente como su estómago se revuelve y las arcadas se forman ante la idea de lo que podrían hacer con ella, con un nuevo giro sorpresivo, el hombre que ahora sabe se llama Benn retoma sus pasos. No pasa mucho hasta que escucha el sonido de una puerta y es introducida en una habitación, no necesita mayores explicaciones como para saber que aquel es el camarote del capitán.

Benn, la suelta bruscamente sobre una silla cerca de la mesa central. Bella cree tener una oportunidad de correr, pero ante su intento, es nuevamente sujetada por su cintura y regresada a la silla. Con agilidad, Benn saca una cuerda de su cinturón y comienza a atar sus manos, asegurándose de que esta no pueda liberarse fácilmente. Bella en ningún momento deja de forcejear y protestar, pero sus esfuerzos son en vano, el pirata logra terminar de atarla y lo único que ella logró fue que sus cabellos quedaran libres cuando perdió su velo en medio del forcejeo. La tensión en la habitación aumenta cuando Benn, sin decir una palabra, se retira, dejando a Bella sola en el camarote.

La puerta se cierra con un golpe sordo, y Bella escucha los pasos del pirata alejándose. El sonido se desvanece gradualmente, dejándola sumida en un silencio tenso. Intenta en vano liberarse de las ataduras mientras sus pensamientos se desbordan con el miedo y la incertidumbre.

Solo en ese momento, Bella se centra en observar el lugar donde se encuentra ahora. El camarote se encuentra iluminado por la tenue luz de las velas. El olor a madera antigua, a metal por las espadas y salitre impregna el aire, y el balanceo constante del barco agrega una sensación de mareo a la tensión en el ambiente.

El lugar está amueblado de manera bastante cómoda, y no es como si ella hubiese estado antes en muchos barcos, pero si puede recordar vagamente el camarote de los barcos en los que estuvo con sus padres, y aquel en el que se encuentra ahora se le asemeja bastante. Frente a ella se encuentra una amplia mesa sobre la que puede ver una carta marítima marcada en algunas zonas, la cama del rincón se ve bastante cómoda y amplia, con facilidad alberga a dos personas. Junto a la cama se encuentra un carcaj el cual está lleno de flechas. Aunque hay algunos objetos dispersos sobre un par de repisas, las mismas se encuentran llenas de libros y otros objetos que no logra reconocer o darles un uso. Una lámpara oscila débilmente en el techo, proyectando sombras danzantes en las paredes. El sonido del crujir del barco se mezcla con los lejanos murmullos de la tripulación y el chapoteo del agua contra el casco.

Minutos después, la puerta se abre de nuevo. Al encontrarse a sus espaldas, Bella solo puede escuchar como esta es cerrada de nuevo y como la luz de las velas refleja la sombra del recién llegado como una silueta siniestra que se cierne sobre ella y la abraza. Solo cuando el recién llegado camina hasta tomar asiento frente a ella es que su rostro queda finalmente revelado. Durante la huida del puerto, solo logró ver la figura imponente del capitán del barco, en todo momento su rostro se mantuvo oculto para ella, pero ahora que lo contempla, no puede evitar quedarse sin aliento. El pirata debe ser de su edad o apenas unos años mayor que ella, de mirada fría y semblante endurecido que parece haber visto más de una tormenta en alta mar. El negro de sus cabellos es un inclemente y profundo abismo, mismo que se complementa con la profunda oscuridad de sus ojos negros. La luz parpadeante de la lámpara ilumina su rostro de manera intermitente, creando sombras ominosas que hacen aún más marcado el contraste de un aura demoniaca con el rostro de un bello ángel.

— Es un placer conocerla finalmente, princesa Isabella.

*

— ¿A qué diablos está jugando Eric? — Jade observa fijamente la puerta cerrada del camarote del capitán mientras bebe su vaso de ron de un solo trago.

A su lado, Jafed, Seamus, Aruj e Hizir beben en silencio, pero con sus miradas igualmente fijas en la habitación del capitán. Se supone que el plan era asediar la bahía, tomar a la princesa, llevarla al punto de resguardo y entregarla a sus aliados cuando el momento lo ameritara, en ninguna de las partes del plan estaba contemplado que Eric pidiera a la mujer como su botín personal de guerra.

— Voy a cortar sus pelotas si termina jodiendo el plan. — Jade deja el vaso con molestia sobre el barril.

— Él sabe bien lo que hace.

La respuesta de Jafed capta la atención de todos. Ellos están seguros de que es así, Eric siempre lo ha pensado muy bien antes de dar un paso, pero eso no quita que sientan nervios antes una posible variación en sus planes. Por diecisiete años han esperado el momento perfecto para acabar con el rey Zimus, y no quieren que una indiscreción de su capitán termine tirando todo por la borda.

*

Bella, intenta mantener la compostura a pesar de su situación precaria en la que se encuentra. El hombre frente a ella se mantiene en total silencio después de sus últimas palabras, casi como si estudiara sus reacciones con una sonrisa entre divertida y siniestra. Con cada segundo que pasa, la habitación parece encogerse a medida que la tensión sube y busca alcanzar su punto máximo.

— No sé de qué hablas. — se atreve a decir una vez que el silencio se torna asfixiante. — Esto es un error.

La risa ronca del capitán llena la habitación antes de que Bella pueda continuar con sus protestas. Eric se inclina hacia adelante, su oscura mirada clavada en la de ella, incluso, Bella puede asegurar que siente como si ese hombre fuese capaz de ver su alma.

— ¿Dice que es un error, señorita Cormac? — Eric se burla, disfrutando del desconcierto que se apodera del rostro de Bella al escuchar su apellido. — No me quiera tomar por tonto, alteza. — la última palabra escupida con asco. — Conozco bien a mi enemigo cuando lo veo, y tú, eres la viva imagen del bastardo rey Zimus. — Eric observa como los ojos de la chica se abren con sorpresa al escuchar el nombre de su padre, pero hay algo más en sus ojos, algo que no logra reconocer pero que en ese momento le da igual. — Ah, sí, he tenido encuentros con su “majestad” en el pasado. — El capitán se endereza en su asiento, manteniendo su mirada fija en Bella, quien lucha por contener la tormenta de emociones que crece dentro de ella.

— No sé de qué estás hablando. — insiste, aunque sabe que es inútil, ese hombre acaba de llamarla por su apellido, así que es obvio que sabe muy bien de quien se trata.

— ¿De verdad? — cuestiona divertido. — No sabía que las monjas podían mentir, o acaso ¿a usted se le permite mentir por su estatus real?

— ¡No soy una princesa! — Bella finalmente grita, sus ojos centelleando de frustración. Todo lo que quería era dejar ese título y su peso detrás, pero al parecer no podría hacerlo, nunca. — ¡Solo estás perdiendo tu tiempo! ¡Suelta a los demás y déjanos en paz!

Eric, lejos de mostrar compasión por el alterado estado en el que se encuentra la chica, solo se ríe abiertamente. Mira a Bella y esta no puede sino sentir asco por la forma en la que es observada, es como si ella solo fuera un adorno valioso, la pieza más valiosa de su botín recién adquirido.

— Lamento no poder complacer su petición, alteza. Usted es la clave para conseguir un tesoro aún mayor al que obtuvimos hoy. — Eric se levanta de su asiento y da un paso más cerca de Bella. — Seguramente, el rey Zimus pagará una suma considerable por el regreso de su pequeña princesa. Pero me temo, que tendrá que acostumbrarse a carecer de lujos mientras se realizan las negociaciones con su padre.

Bella, enfurecida y desesperada, no puede contenerse más ante el claro desdén y provocación con la cual le habla aquel hombre. Con voz firme, pero cargada de ira, grita:

— ¡Eres un bárbaro! — dice, captando al momento la atención de Eric. — No eres más que un criminal, un asesino son moral ni piedad ¡Deberías liberarnos a todos y enfrentar las consecuencias de tus actos!

Las palabras de Bella quedan suspendidas en el aire, y una tensa calma se cierne sobre la habitación cuando esta no obtiene una inmediata respuesta. El capitán sonríe, divertido por la insolencia de la chica.

— Parece que, te importa demasiado el bienestar de los demás ¿cierto?

Bella siente como un sudor frío recorre su espada antes esta pregunta. Por su parte, Eric se cruza de brazos y examina a Bella con una mirada penetrante. La tensión en la habitación es palpable mientras espera la respuesta de la joven, pero al no obtener ninguna, vuelve a hablar.

— Si tan preocupada estás por tus compañeros, princesa, dime ¿qué estarías dispuesta a hacer para asegurar su liberación? — pregunta Eric, su sonrisa no es sino la insinuación de un juego peligroso.

Bella, aunque enfadada y temerosa, no se amilana. Sus ojos chispean con determinación ante la presencia de una oportunidad para poder salir de este embrollo.

— Haré lo que sea necesario.

Eric suelta una risa burlona ante estas palabras y termina de acortar la cercanía con Bella. Cuando el filo de la daga resplandece contra la luz de las velas, Bella traga grueso.

— Te propongo una apuesta, alteza. — Sus palabras suenan más a una amenaza que a un juego limpio. — Me llamaste asesino ¿verdad? — y el miedo crece cuando la daga se acerca a ella tras la pregunta. — Bien, si logras que yo muestre una virtud antes de llegar a nuestro destino, te liberaré a ti y a tus amigos. Pero, si, por el contrario, consigo que cometas los siete pecados capitales, tú serás mi prisionera, y los demás serán vendidos como esclavos.

Bella, sorprendida por la propuesta, se queda en silencio. Su cerebro intenta procesar las palabras del pirata, pero aquello no es más que una locura total ante su razón. Aburrido por el silencio, Eric presiona un poco más.

— ¿Y bien? ¿Cuál es tu respuesta, princesa?

— Yo…acepto.

Y esas últimas palabras, terminar de sellar el destino de ambos.

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