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3 — PRICIONERA DE LA CONFUSIÓN

Desde la cubierta del black beast, Eric observa complacido como algunos de sus hombres regresan al barco después de llevar a cabo el saqueo, trayendo consigo los frutos de sus incursiones en las casas de los nobles. La diversión no se ocultar al momento que su mirada evalúa los tesoros.

— Capitán, hay noticias. — Son las palabras del hombre mayor al acercarse a él.

— ¿Qué ocurre, Jafed? — Eric se voltea hacia Jafed, esperando la información que su viejo amigo tiene para él.

— Es Calico, envió un mensaje. Quiere una reunión urgente en la isla de Naváris.

— ¿No dice sobre qué quiere hablar? — La mirada de Eric se fija en lo alto del risco donde se alza la abadía y se mantiene fija allí.

— Dice que tiene información sobre los tratos de Zimus en el norte y cree que podría interesarte.

Eric frunce el ceño ante la mención del nombre del bastardo de Zimus. Por otro lado, Calico no se arriesgaría a pedir una reunión sino fuese algo que de verdad importara. — Prepara la ruta, cuando Jade traiga el botín zarparemos sin demora. Quiero saber qué tiene Calico para ofrecernos esta vez.

Jafed asiente con determinación. — A la orden, Capitán.

*

*

El corazón de Bella late con fuerza ante la presencia de aquel robusto pirata, mismo que sin dudarlo ingresa en el escondite. El hombre, con una mirada maliciosa, observó a las novicias con una sonrisa burlona.

— Pero miren nada más, parece que encontré un grupo de asustados ratones. — dijo el pirata con voz grave y sarcástica.

Aunque temblorosa, Bella, trató de sobreponerse al miedo que la paralizaba. Su mente intentando recordar todo lo que Read le enseñó para que pudiese defenderse, pero su mente solamente estaba llena de temor, temor que aumento cuando el pirata dejó salir una carcajada gutural, como si pudiese leer el temor de Bella y este le resultara cómico. Se acercó lentamente, disfrutando de la incomodidad que generaba en las novicias.

— ¡No se acerque! — Deja salir finalmente con tono casi determinado.

— ¡Oh, una valiente! ¿Y qué piensas hacer, monja? ¿Rezar para que me vaya? — burló el pirata, jugando con la empuñadura de su espada.

Bella, con las manos temblando, se aferró a la valentía que comienza a sentir. — No os permitiré hacer más daño.

El pirata, lejos de amilanarse, se acercó aún más, rodeando a Bella con su presencia imponente. — Vaya, vaya. ¿Qué tenemos aquí? Una monja con agallas. Eso es entretenido.

Con una rapidez inesperada, el pirata agarró el rosario que Bella llevaba alrededor del cuello y lo arrancó de un tirón. Las cuentas cayeron al suelo, resonando como un eco de la profanación en aquel lugar sagrado.

— Parece que a la monjita le gusta jugar a la heroína. ¿Te atreverías a enfrentarme? — desafió el pirata, mostrando una sonrisa despiadada.

Bella, aunque atemorizada, no retrocedió. Miró al pirata con ojos decididos antes de hablar de nuevo: — Si es necesario, me enfrentaré a vos.

El pirata soltó una carcajada, disfrutando de la determinación de Bella. Sin embargo, antes de que la situación pudiera intensificarse, se escuchó la voz de las monjas superiores desde el fondo de la alcoba.

— ¡Dejad en paz a la hermana Bella! — exclamó otra de las novicias.

El pirata, entre risas, retrocedió unos pasos y miró a las dos mujeres con bulla. — Parece que la fiesta se pone más interesante.

*

*

— ¡¿Qué tan grande puede ser esta ratonera?! — Jade grito molestar al ver que ninguno de sus hombres daba con lo que buscaban, además, había tropas acercándose.

— Ya buscamos por todo el lugar, jefa. — Nathan se acerca siendo seguido por un grupo de novicias y seminaristas quienes se muestran claramente aterrados. — Y al parecer, todos aquí tienen la lengua devorada por ratones.

—Maldición, no podemos quedarnos aquí mucho tiempo. Necesito encontrar a esa m*****a monja antes de que nos atrapen a todos. — Jade masculló para sí misma.

apretando los dientes con frustración, Jade observa a esos estúpidos mocosos, ¿Qué tan lavado tienen el cerebro que prefieren guardar silencio antes que salvar la vida?

De repente, una idea iluminó su expresión. Se volvió hacia los rehenes, que miraban la escena con ojos llenos de temor, temor que se incrementó ante la frialdad en la negra mirada de la pirata.

— ¡Dejad en paz a la hermana Bella! — Pero el grito proveniente del fondo del corredor, termina por llamar la atención del grupo y les hace sonreír.

— Parece que los ratones dejaron que una de ellas conserve su lengua.

*

*

Bella no tiene una dirección exacta hacia la cual correr, simplemente corre por los pasillos para escapar del pirata que las sigue. Sigue sin creer en lo que hicieron las superioras, ellas simplemente cerraron las puertas y las dejaron a su suerte.

Su corazón martillándole en el pecho mientras busca un nuevo lugar para ocultarse. El sonido de las pisadas del pirata resonaba amenazadoramente detrás de ella. Bella se atrevió a mirar por encima del hombro y vio al corsario con su mirada intensa y su barba descuidada, empuñando una espada con la confianza de quien está acostumbrado a la persecución.

Las voces de las superioras resonaban en su mente, recriminándolas por sus acciones. ¿Cómo podían haber cerrado las puertas del refugio? Si ellas tenían que cuidar de las novias ¿por qué la dejaron a su suerte a ella y a su compañera?

Bella dobló en un rincón oscuro, desesperada por encontrar una salida. Los pasillos del convento eran un laberinto que había memorizado, pero en esta oportunidad cada decisión que tomaba parecía llevarla más lejos de la libertad, tal vez por ello no se sorprendió cuando chocó con algo sólido.

Al abrir los ojos, Bella se encontró cara a cara con la mujer que había visto matar al sacerdote, la pirata fija en ella sus intensos ojos negros antes de dejar se formara una sonrisa arrogante en sus labios. Sin dejar pasar un segundo más, la mujer la sujeta con fuerza por el brazo y la mira con burla.

— Parece que hemos encontrado a nuestra presa, ¿no es así, princesa Bella? — dijo Jade, su tono ronco resonando en el silencio pasillo.

Bella tragó saliva ante la mención de ese título, sacando a Read, el guardia más leal de su madre nadie más utilizaba ese título para referirse a ella. La presencia que se instaló a su espalda, la hizo girar su rostro, en solo un momento alternó su mirada entre ambos piratas. Simplemente no tenía escapatoria.

—¿Quién iba a pensar que bastardo de Zimus usaría un convento como escondite a su pequeña niña? — continuó la mujer, disfrutando del desconcierto en los ojos de Bella.

— Jade, debemos irnos, — dice un pirata apareciendo por el pasillo. — El capitán a izado la bandera

Al escuchar aquello Jade deja salir una baja maldición pues sabe lo que significa. — Llévenlas al barco. Las monjas han decidido unirse a nuestra tripulación. — Sin darle tiempo para reaccionar, Jade la soltó y empujó hacia atrás para que pirata que antes la perseguía ahora la tomara, mientras otro de sus hombres tomaba a la otra chica.

Sin nada de delicadeza, las hicieron caminar para llevarlas hacia el puerto donde se alzaba el navío pirata.

*

*

En ese momento, el sol se encuentra en su punto más alto, la ausencia de nubes no hace sino dejar ver aún mejor el magnífico brillo del cielo. Mientras, el Black Beast se mece suavemente en el puerto, Eric, se encuentra de pie en la cubierta, su mirada fija en los hombres que están subiendo la última carga de lo robado. El resto de los hombres iban y venían, preparándose para el momento de zarpar.

—¡Preparad las velas! — anunció Eric con un tono de mando que resonó en toda la cubierta

Las órdenes se extendieron rápidamente entre la tripulación. Los marineros corrieron de un lado a otro, desplegando las velas con destreza mientras el barco cobraba vida. El crujir de las cuerdas y el traqueteo de las velas llenaron el aire, el barco solo necesitaba levar el ancla para comenzar a moverse, liberándose de las cadenas del puerto.

— Capitán. — Llama Hizir, el cocinero de la nave. — Jade y el resto de la tripulación aún no ha vuelto.

Eric, con una sonrisa confiada, negó con la cabeza.

— Lo sé, y ella sabe que tiene límite. No hay tiempo que perder. Tenemos otros asuntos pendientes.

— ¡Capitán! — gritó Aruj desde su lugar en el puesto de vigía,

— ¿Qué pasa, Aruj? — inquirió Eric, manteniendo la mirada en el horizonte.

— Es el resto de la tripulación, capitán. — Anuncia con tono entusiasta y divertido. — ¡Han vuelto, y no están solos!

En ese momento, los demás miembros de la tripulación emergieron del puerto, arrastrando a algunos prisioneros con las manos atadas. Entre los cautivos, había uno que llamó la atención de Eric al momento, y esa era la novicia que Jist traía sobre sus hombres cual si fuera un simple costal.

Eric sonrió ante la escena y, con un gesto de aprobación, indicó que se apresuraran en subir a bordo.

En el momento que los hombres se encontraban abordando el barco, el sonido de disparos comenzaron a dejarse notar, lo cual llevó a los hombres a buscar con que cubrirse mientras comienzan a responder a los disparos. La guardia había llegado antes de lo que habían calculado.

— ¿No podías tardarte más? — deja salir sus palabras hacia Jade mientras se coloca a su lado siendo cubiertos por una de las cajas de carga que se encuentran sobre la cubierta al tiempo que se mantiene disparando.

— No es mi culpa que es la santita jugara al escondite, ade.... — las palabras de Jade mueren cuando es jalada por Eric para evitar que esta fuera alcanzada por una de las balas — ¡bastardos!

— ¡Leven anclas! — Es la orden de Eric mientras se gira hacia su navegante. — ¡Hizir sácanos de aquí! ¡Kalt, los cañones, necesitamos una ventana!

— ¡De inmediato capitán! — Es la respuesta de ambos hombres.

Kalt ajustó la mira de los cañones y disparó con precisión hacia los guardias que se acercaban por la rambla. El estruendo retumbó en la bahía, enviando espirales de humo al aire.

Por otro lado, el barco se sacudió mientras las velas se llenaban de viento, y el sonido de la madera crujiente resonaba en el aire. De entre la nube de polvo levantada por un nuevo disparo del cañón, las balas continuaban zumbando a su alrededor mientras el barco se alejaba del muelle, ganando velocidad.

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