No he dejado de pensar en Adrián, en sus manos y sus labios sobre mi cuerpo. A pesar de todo, la memoria de su tacto me sigue provocando escalofríos y, sin querer, una sonrisa se dibuja en mis labios. Intento concentrarme mientras estoy con Paula, visitando a nuestra madre. Finalmente, ella aceptó venir a verla después de tanto tiempo. —¿Por qué sonríes así? —pregunta Paula, levantando una ceja, claramente intrigada. —Nada, solo estoy contenta de que hayamos logrado traer a mamá aquí —respondo, tratando de desviar la conversación. —Hmm, no te creo, pero bueno —dice ella, dejando el tema de lado mientras caminamos hacia la sala de estar. Mamá está sentada en la cama de hospital, mirándonos con una mezcla de sorpresa y alegría. —Hola, mamá —saluda Paula con una sonrisa, inclinándose para darle un beso en la mejilla. —Hola, mis niñas —responde ella, su voz suave y cargada de emoción—. Me alegra tanto verlas aquí. —Nosotras también estamos felices de verte, mamá —digo, acer
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