Me encuentro recostada en la cama, observando la computadora que dejé encima de Adrián. Lo estoy usando de mesita mientras miro una película romántica. Él, por supuesto, protesta medio en broma. —¿De verdad me estás usando como mesa? —pregunta, tratando de no moverse mucho para no interrumpir la película. —Shhh, es la escena más importante —le respondo, riendo suavemente. Adrián suspira y sonríe, resignado. —Siempre me usas para tus cosas. —Eres el mejor soporte para laptops —le digo, guiñándole un ojo. —Sí, claro, lo que digas —responde, poniendo los ojos en blanco, pero con una sonrisa en los labios.— Es evidente que te gustó mi regalo. Mientras la película avanza, no puedo evitar perderme en mis pensamientos. Todo parece tan perfecto en la pantalla, tan simple y romántico. Pero en la vida real, las cosas nunca son tan sencillas. Mi mente divaga hacia la conversación con Emir y las tensiones que surgieron. — Si muchas gracias, amor—Le agradezco —¿Estás bien, Adrián?.
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