El sábado finalmente llegó y hoy en la noche tendríamos una cena en la mansión para recibir al padre de Clara. Adrián estaba muy ansioso por la visita del señor Harrington, pero el día estaba soleado y hermoso, así que decidió que nos relajáramos en la piscina. Me encontraba con mi bikini rojo, sentada sobre las piernas de mi esposo, disfrutando del cálido sol. En el jardín también estaban mi hermana Paula, el amigo de Adrián, Leonel, y por supuesto, Clara y Álvaro. Noté que Clara y Álvaro nos miraban con rabia mientras disfrutábamos del día junto a la piscina. Ellos estaban apartados charlando y también en compañía de la señora Gloria.Sus miradas llenas de resentimiento no pasaron desapercibidas, pero decidí ignorarlas y enfocarme en disfrutar del momento con mi esposo y nuestros invitados. Me duele ver a Álvaro molesto, pero no puedo hacer nada porque si me acerco Adrián sería capaz de armar un drama. —Nunca imaginé ver al gran Adrián Fontana tan cariñoso con su esposa... —se
Me encuentro anonadada mientras estoy frente al señor Harrington, quien me mira con una mezcla de rabia y confusión. Adrián me sostiene firmemente del brazo, su presencia a mi lado siendo mi único ancla en medio de este caos. Clara se levantó del suelo, sollozando y fingiendo lágrimas, su actuación tan impecable como siempre. El hombre frente a mí es bastante serio. Posee el cabello oscuro y unos ojos azul cielo que, sorprendentemente, se asemejan mucho a los míos. Su traje impecable habla de su meticulosidad y posición, mostrando a un hombre acostumbrado a mantener el control y el orden en su vida. —¿Qué diablos está pasando aquí y cuál de ustedes dos es mi hija? —repite el señor Harrington, su voz firme y llena de autoridad, dejando claro que espera respuestas inmediatas. Mi mente está en blanco por un momento, pero la intensidad de la situación me obliga a encontrar las palabras. —Señor Harrington, soy Natalia, la esposa de Adrián. —Intento mantener mi voz firme, aunque el
Adrián se despertó temprano y se marchó sin siquiera mirarme. La frialdad de su partida dejó un vacío en la habitación y en mi corazón. No entendía por qué permitía que me tratara de ese modo. Yo no era una mujer sumisa; siempre había defendido mi dignidad y no permitía que nadie me hablara con desprecio. Pero desde que lo conocí, todo había cambiado. Adrián tenía el poder de lastimarme con sus palabras, de destruir mi confianza con sus arrebatos. Y, sin embargo, también tenía el poder de curar todas mis heridas con sus besos y caricias. Era un ciclo devastador que me atrapaba una y otra vez. Me levanté de la cama, sintiéndome desorientada y vacía. Mientras me vestía, reflexioné sobre cómo había llegado a este punto. No era yo misma cuando estaba con él. La mujer fuerte e independiente que solía ser parecía haberse desvanecido, reemplazada por alguien que soportaba el dolor con la esperanza de un amor que nunca llegaba. Caminé hacia la ventana y miré hacia el jardín, tratando de
Pase todo el día en la casa. Álvaro se encargo de consolarme; sin embargo, no le permití ni siquiera un abrazo porque no quiero confusiones. Sin embargo, él aseguro que me prepararía mi cena favorita en la noche. Si la vida fuera perfecta yo lo amaría con locura.Esperé pacientemente a que el momento llegara, observando el reloj con ansiedad mientras el tiempo parecía estirarse como chicle. Finalmente, escuché el sonido de la puerta al abrirse, indicando que él había regresado de la empresa. Me mantuve sentada en la cama, sintiendo el corazón latir con fuerza en mi pecho. Cuando él pasó de largo, ignorándome como solía hacerlo últimamente, sentí un pinchazo de dolor en mi corazón. Pero no podía rendirme tan fácilmente. Con determinación, me levanté y seguí sus pasos hasta el baño. Lo vi desvestirse lentamente, como si llevara el peso del mundo sobre sus hombros. Decidida a romper esa barrera entre nosotros, me quité el vestido y la ropa interior, dejándolos caer al suelo con un su
Adrián Fontana. Me desperté con una sensación de adormecimiento en todo el cuerpo, pero al abrir los ojos, me di cuenta de que el dolor era un eco lejano en comparación con la calidez que emanaba de la mujer dormida a mi lado. Natalia reposaba sobre mi pecho, su respiración tranquila y regular acariciando mi piel como una suave melodía en la mañana. Observé su rostro sereno, iluminado por la luz matutina que se filtraba por las cortinas entreabiertas. Su cabello se esparcía desordenadamente sobre la almohada, como si hubiera estado envuelta en un torbellino de sueños durante toda la noche. Mis manos rodeaban su espalda desnuda, sintiendo la suavidad de su piel bajo mis dedos, mientras me inundaba un profundo sentimiento de deseo. Nunca antes había experimentado esta intensidad de emociones con alguien, ni siquiera con Clara. Natalia había irrumpido en mi vida como un vendaval, desordenando todas mis certezas y despertando pasiones que creía sepultadas bajo capas de rutina y
Me encuentro recostada en la cama, observando la computadora que dejé encima de Adrián. Lo estoy usando de mesita mientras miro una película romántica. Él, por supuesto, protesta medio en broma. —¿De verdad me estás usando como mesa? —pregunta, tratando de no moverse mucho para no interrumpir la película. —Shhh, es la escena más importante —le respondo, riendo suavemente. Adrián suspira y sonríe, resignado. —Siempre me usas para tus cosas. —Eres el mejor soporte para laptops —le digo, guiñándole un ojo. —Sí, claro, lo que digas —responde, poniendo los ojos en blanco, pero con una sonrisa en los labios.— Es evidente que te gustó mi regalo. Mientras la película avanza, no puedo evitar perderme en mis pensamientos. Todo parece tan perfecto en la pantalla, tan simple y romántico. Pero en la vida real, las cosas nunca son tan sencillas. Mi mente divaga hacia la conversación con Emir y las tensiones que surgieron. — Si muchas gracias, amor—Le agradezco —¿Estás bien, Adrián?.
Adrián Fontana Organizamos una fiesta de gala para recaudar fondos para una obra de caridad para niños sin hogar. En verdad, me encanta la idea, aunque debo negarlo. Natalia, por supuesto, se enfadó muchísimo conmigo; sin embargo, ella debe entender que mis negocios son lo más importante. Cuando terminé de vestirme con mi traje negro y mi corbata blanca, bajé al jardín y subí al coche junto con mi madre. También Clara se encontraba allí con un hermoso vestido. Nos dirigimos los tres a la fiesta y observé a los invitados. La mayoría son como mi madre, se manejan con doble moral; fingen que son buenas personas y caritativas, prácticamente lavan su conciencia. Son pésimos jefes con sus empleados o se dedican a hablar mal de todo el mundo, y creen que por fingir caridad han ganado su lugar en el cielo. No me gusta generalizar; no todos son así. Hay personas que son buenas personas genuinamente y les interesa el bienestar de los niños. Me dediqué a saludar a quienes comenzaban a
Natalia Bernal. Cuando me cansé de bailar y la mayoría de los invitados se fueron, tome un taxi y me dirigí a mi casa porque no queria pisar la mandony. Me despedí de Álvaro y subí a mi habitación para descansar. Paula estaba durmiendo con una amiga. Me percaté de que no estaba sola, Adrián estaba en el cuarto, no entiendo cómo pudo entrar a mi casa. En su rostro vi la ira que siente por mí, y más que miedo, me da risa este hombre. —¡Cómo entraste a mi casa!— Exclamé molesta. — Tengo mis trucos. —¿Qué ocurre? ¿No te dejé en ridículo, amorcito? —No pude evitar reír. —Sí, lo hiciste. —Tu mejor amigo Leonel estaba fascinado conmigo, no le parecí una ignorante ni a ninguno de tus amigos —reí burlona, encendiendo su ira. —Leonel solo quiere acostarse contigo como todos —él se acerca a mí lentamente y no retrocedo porque no le tengo miedo. —No está mal la equidad, si tú tienes una amante, yo también tengo derechos.— Lo provoque. —¡Ni lo sueñes, tú eres solo mía! —Yo no soy de nad