Natalia Bernal. Cuando me cansé de bailar y la mayoría de los invitados se fueron, tome un taxi y me dirigí a mi casa porque no queria pisar la mandony. Me despedí de Álvaro y subí a mi habitación para descansar. Paula estaba durmiendo con una amiga. Me percaté de que no estaba sola, Adrián estaba en el cuarto, no entiendo cómo pudo entrar a mi casa. En su rostro vi la ira que siente por mí, y más que miedo, me da risa este hombre. —¡Cómo entraste a mi casa!— Exclamé molesta. — Tengo mis trucos. —¿Qué ocurre? ¿No te dejé en ridículo, amorcito? —No pude evitar reír. —Sí, lo hiciste. —Tu mejor amigo Leonel estaba fascinado conmigo, no le parecí una ignorante ni a ninguno de tus amigos —reí burlona, encendiendo su ira. —Leonel solo quiere acostarse contigo como todos —él se acerca a mí lentamente y no retrocedo porque no le tengo miedo. —No está mal la equidad, si tú tienes una amante, yo también tengo derechos.— Lo provoque. —¡Ni lo sueñes, tú eres solo mía! —Yo no soy de nad
El último mes ha sido muy tranquilo. Clara casi no ha venido a la casa; Gloria cree que fue un ataque de celos por la cercanía de Adrián con ella. No se imagina el infierno que estoy viviendo. Me disculpé con Álvaro por revelar que él fue amante de Clara lo cual él me confesó en confidencia; sin embargo, él me perdono rápidamente. Gloria no me ataca directamente, Ernesto simplemente me ignora, Alvi es mi mejor amigo y de Adrián he estado distante. Ya no le permito que me toque aquella noche después de la fiesta fue la última. Me lo he prometido a mí misma. Omar nos ha visitado en algunas ocasiones. Aunque casi siempre Adrián lo lleva al despacho y apenas me dirige la palabra, se pasa de celoso con él y con todos los hombres como Leonel o Álvaro. Omar se ve como un hombre agradable, muy diferente a su papá y su hermana y no tendría nada de malo si somos amigos; al menos me gustaría tener a alguien con quien charlar además de Álvaro quién sé que tiene otras intenciones. En este
Me encuentro charlando con mi mamá en la clínica. Su rostro refleja el cansancio y la debilidad que la han estado consumiendo cada día. A pesar de todo, su sonrisa sigue siendo cálida y reconfortante. —Mamá, estoy aquí para ti, siempre lo estaré —le digo, tomando su mano con ternura. Ella me mira con ojos llenos de amor y gratitud. —Lo sé, cariño. Eres mi luz en estos días oscuros —responde, su voz apenas un susurro. En ese momento, entra Adrián que ha estado acompañándonos en este difícil camino. Su presencia es un bálsamo para todos nosotros. —Hola, Adrián. Gracias por venir —digo, agradeciéndole con una sonrisa. Él se acerca con una expresión compasiva en su rostro. —No hay de qué. Estoy aquí para apoyar en lo que sea necesario. Tu mamá es una persona increíble y se merece todo nuestro cariño y cuidado —responde, colocando una mano sobre el hombro de mi mamá con delicadeza. Agradezco que al menos frente a ella él finja que me quiere así ella no se preocupa.
Adrián Fontana. Estaba completamente molesto con Natalia. Hace un mes que mi mujer no quiere estar conmigo. Está enojada conmigo y ni siquiera me deja tocarla. Me encontraba en la oficina, intentando concentrarme en la conversación con Leonel, pero mis pensamientos seguían volviendo a ella. —Adrián, ¿me estás escuchando? —Leonel me miraba con una mezcla de preocupación y frustración. —Sí, claro, lo siento. Continúa —respondí, tratando de enfocarme en sus palabras, aunque mis pensamientos seguían distraídos. Leonel suspiró, sacudiendo la cabeza. —Estábamos hablando sobre la reunión con los inversionistas. Necesitamos estar preparados. La situación de la empresa es crítica y no podemos permitirnos errores.— Anunció —El señor Harrington ha sido un gran aliado, pero aún no ha firmado con nosotros. Asentí, consciente de la gravedad del asunto, pero mi mente seguía divagando hacia Natalia. Me preguntaba qué más podía hacer para reconciliarnos. La falta de comunicación y la ten
Natalia Bernal. Me encontraba destrozada junto con Paula, escuchando a mi madre, que había tenido una gran crisis. Su respiración era débil, y cada palabra que pronunciaba parecía requerir un esfuerzo titánico. —Mis niñas... —dijo con una voz apenas audible—, deben cuidarse la una a la otra cuando yo ya no esté. Paula estaba a mi lado, aferrándose a mi brazo, tratando de contener las lágrimas, pero sus sollozos la traicionaban. Yo me sentía igual de impotente, deseando poder hacer algo, cualquier cosa, para aliviar el sufrimiento de nuestra madre. Intenté mantener la calma por ella y por Paula, aunque por dentro sentía que me desmoronaba. —Mamá, no hables así —intenté sonreír, aunque mi voz se quebró—. Vas a salir de esta, lo prometo. Ella negó suavemente con la cabeza, sus ojos llenos de una mezcla de amor y resignación. —Natalia, sé realista... Quiero que sepan que siempre las he amado y estoy muy orgullosa de ustedes. En ese momento, la puerta de la habitación se ab
Ha pasado una de las semanas más duras de mi vida. He tenido que encargarme completamente de Paula, quien casi no quiere comer ni asistir a clases. Álvaro y Adrián me han ayudado mucho; ella los escucha mucho más que a mí. Me consuela saber que al menos ellos logran sacarle una sonrisa, aunque sea por unos momentos. Ahora, mientras me dedico a acomodar en una caja las pertenencias de mi mamá, siento cómo las lágrimas resbalan sobre mis mejillas. Cada objeto que toco está cargado de recuerdos: sus libros de recetas, sus pañuelos de encaje, las fotos de nuestra familia... Cada uno me habla de momentos felices que ya no volverán. De repente, encuentro un viejo álbum de fotos. Me siento en el suelo, abrazando el álbum contra mi pecho antes de abrirlo. Las imágenes me devuelven a los días en que mamá estaba llena de vida, sonriendo con nosotras en las vacaciones, celebrando nuestros cumpleaños, y simplemente siendo la increíble mujer que era. Mis lágrimas caen sobre las páginas, manch
Estoy sentada en una esquina acogedora de una cafetería, el suave murmullo de las conversaciones y el aroma a café fresco llenan el ambiente. Frente a mí, Omar me observa con una mezcla de seriedad y nerviosismo. Me había invitado aquí porque tenía algo muy importante que decirme, y ahora, mientras juega con su taza, siento la anticipación crecer. —Nat, gracias por venir —comienza, sus ojos encontrándose con los míos. —Por supuesto, Omar. ¿De qué querías hablarme? —le pregunto, tratando de romper el hielo. —Es sobre el trabajo que me ofreciste. Primero, quiero agradecerte. Claro que sigo interesado y te quiero en mi empresa, pero ahora mismo necesito pedirte un favor personal. Asiento, sorprendida pero dispuesta a escuchar. —Claro, dime de qué se trata. Omar toma un respiro profundo antes de continuar. —Es sobre mi madre. Ha entrado en crisis y necesita ver a Clara, pero mi hermana es demasiado fría y cruel. Le avergüenza nuestra madre y no quiere verla. Me quedo en silenc
Mientras nos acercábamos al padre de Clara, sentí un nudo en el estómago. Sabía que esta reunión sería difícil, especialmente dada nuestra historia de relación hostil. Sin embargo, también sabía que él no me reconocería, lo que ofrecía un pequeño alivio en medio de la tensión. Emir estaba parado frente a nosotros, su mirada seria y distante. Respiré hondo, tratando de mantener la compostura mientras nos acercábamos. —Hola, soy Clara —dije con voz firme, luchando por ocultar mis nervios. Él me miró con indiferencia, sin mostrar ningún signo de reconocimiento. — Por supuesto eres mi hija ¿Qué haces aquí? —preguntó bruscamente, su tono lleno de desconfianza. Tragué saliva — He venido a ver a mi hermano. Aunque sentía una profunda reticencia, Omar y yo accedimos a seguir a Emir a la empresa. Mientras caminábamos por los pasillos familiares, el peso del silencio entre nosotros era palpable. Sabía que esta visita sería incómoda y potencialmente conflictiva, pero también entendía l