En ridículo

Adrián Fontana

Organizamos una fiesta de gala para recaudar fondos para una obra de caridad para niños sin hogar. En verdad, me encanta la idea, aunque debo negarlo. Natalia, por supuesto, se enfadó muchísimo conmigo; sin embargo, ella debe entender que mis negocios son lo más importante.

Cuando terminé de vestirme con mi traje negro y mi corbata blanca, bajé al jardín y subí al coche junto con mi madre. También Clara se encontraba allí con un hermoso vestido.

Nos dirigimos los tres a la fiesta y observé a los invitados. La mayoría son como mi madre, se manejan con doble moral; fingen que son buenas personas y caritativas, prácticamente lavan su conciencia. Son pésimos jefes con sus empleados o se dedican a hablar mal de todo el mundo, y creen que por fingir caridad han ganado su lugar en el cielo.

No me gusta generalizar; no todos son así. Hay personas que son buenas personas genuinamente y les interesa el bienestar de los niños.

Me dediqué a saludar a quienes comenzaban a
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