Me encuentro recostada en la cama, observando la computadora que dejé encima de Adrián. Lo estoy usando de mesita mientras miro una película romántica. Él, por supuesto, protesta medio en broma. —¿De verdad me estás usando como mesa? —pregunta, tratando de no moverse mucho para no interrumpir la película. —Shhh, es la escena más importante —le respondo, riendo suavemente. Adrián suspira y sonríe, resignado. —Siempre me usas para tus cosas. —Eres el mejor soporte para laptops —le digo, guiñándole un ojo. —Sí, claro, lo que digas —responde, poniendo los ojos en blanco, pero con una sonrisa en los labios.— Es evidente que te gustó mi regalo. Mientras la película avanza, no puedo evitar perderme en mis pensamientos. Todo parece tan perfecto en la pantalla, tan simple y romántico. Pero en la vida real, las cosas nunca son tan sencillas. Mi mente divaga hacia la conversación con Emir y las tensiones que surgieron. — Si muchas gracias, amor—Le agradezco —¿Estás bien, Adrián?.
Adrián Fontana Organizamos una fiesta de gala para recaudar fondos para una obra de caridad para niños sin hogar. En verdad, me encanta la idea, aunque debo negarlo. Natalia, por supuesto, se enfadó muchísimo conmigo; sin embargo, ella debe entender que mis negocios son lo más importante. Cuando terminé de vestirme con mi traje negro y mi corbata blanca, bajé al jardín y subí al coche junto con mi madre. También Clara se encontraba allí con un hermoso vestido. Nos dirigimos los tres a la fiesta y observé a los invitados. La mayoría son como mi madre, se manejan con doble moral; fingen que son buenas personas y caritativas, prácticamente lavan su conciencia. Son pésimos jefes con sus empleados o se dedican a hablar mal de todo el mundo, y creen que por fingir caridad han ganado su lugar en el cielo. No me gusta generalizar; no todos son así. Hay personas que son buenas personas genuinamente y les interesa el bienestar de los niños. Me dediqué a saludar a quienes comenzaban a
Natalia Bernal. Cuando me cansé de bailar y la mayoría de los invitados se fueron, tome un taxi y me dirigí a mi casa porque no queria pisar la mandony. Me despedí de Álvaro y subí a mi habitación para descansar. Paula estaba durmiendo con una amiga. Me percaté de que no estaba sola, Adrián estaba en el cuarto, no entiendo cómo pudo entrar a mi casa. En su rostro vi la ira que siente por mí, y más que miedo, me da risa este hombre. —¡Cómo entraste a mi casa!— Exclamé molesta. — Tengo mis trucos. —¿Qué ocurre? ¿No te dejé en ridículo, amorcito? —No pude evitar reír. —Sí, lo hiciste. —Tu mejor amigo Leonel estaba fascinado conmigo, no le parecí una ignorante ni a ninguno de tus amigos —reí burlona, encendiendo su ira. —Leonel solo quiere acostarse contigo como todos —él se acerca a mí lentamente y no retrocedo porque no le tengo miedo. —No está mal la equidad, si tú tienes una amante, yo también tengo derechos.— Lo provoque. —¡Ni lo sueñes, tú eres solo mía! —Yo no soy de nad
El último mes ha sido muy tranquilo. Clara casi no ha venido a la casa; Gloria cree que fue un ataque de celos por la cercanía de Adrián con ella. No se imagina el infierno que estoy viviendo. Me disculpé con Álvaro por revelar que él fue amante de Clara lo cual él me confesó en confidencia; sin embargo, él me perdono rápidamente. Gloria no me ataca directamente, Ernesto simplemente me ignora, Alvi es mi mejor amigo y de Adrián he estado distante. Ya no le permito que me toque aquella noche después de la fiesta fue la última. Me lo he prometido a mí misma. Omar nos ha visitado en algunas ocasiones. Aunque casi siempre Adrián lo lleva al despacho y apenas me dirige la palabra, se pasa de celoso con él y con todos los hombres como Leonel o Álvaro. Omar se ve como un hombre agradable, muy diferente a su papá y su hermana y no tendría nada de malo si somos amigos; al menos me gustaría tener a alguien con quien charlar además de Álvaro quién sé que tiene otras intenciones. En este
Me encuentro charlando con mi mamá en la clínica. Su rostro refleja el cansancio y la debilidad que la han estado consumiendo cada día. A pesar de todo, su sonrisa sigue siendo cálida y reconfortante. —Mamá, estoy aquí para ti, siempre lo estaré —le digo, tomando su mano con ternura. Ella me mira con ojos llenos de amor y gratitud. —Lo sé, cariño. Eres mi luz en estos días oscuros —responde, su voz apenas un susurro. En ese momento, entra Adrián que ha estado acompañándonos en este difícil camino. Su presencia es un bálsamo para todos nosotros. —Hola, Adrián. Gracias por venir —digo, agradeciéndole con una sonrisa. Él se acerca con una expresión compasiva en su rostro. —No hay de qué. Estoy aquí para apoyar en lo que sea necesario. Tu mamá es una persona increíble y se merece todo nuestro cariño y cuidado —responde, colocando una mano sobre el hombro de mi mamá con delicadeza. Agradezco que al menos frente a ella él finja que me quiere así ella no se preocupa.
Adrián Fontana. Estaba completamente molesto con Natalia. Hace un mes que mi mujer no quiere estar conmigo. Está enojada conmigo y ni siquiera me deja tocarla. Me encontraba en la oficina, intentando concentrarme en la conversación con Leonel, pero mis pensamientos seguían volviendo a ella. —Adrián, ¿me estás escuchando? —Leonel me miraba con una mezcla de preocupación y frustración. —Sí, claro, lo siento. Continúa —respondí, tratando de enfocarme en sus palabras, aunque mis pensamientos seguían distraídos. Leonel suspiró, sacudiendo la cabeza. —Estábamos hablando sobre la reunión con los inversionistas. Necesitamos estar preparados. La situación de la empresa es crítica y no podemos permitirnos errores.— Anunció —El señor Harrington ha sido un gran aliado, pero aún no ha firmado con nosotros. Asentí, consciente de la gravedad del asunto, pero mi mente seguía divagando hacia Natalia. Me preguntaba qué más podía hacer para reconciliarnos. La falta de comunicación y la ten
Natalia Bernal. Me encontraba destrozada junto con Paula, escuchando a mi madre, que había tenido una gran crisis. Su respiración era débil, y cada palabra que pronunciaba parecía requerir un esfuerzo titánico. —Mis niñas... —dijo con una voz apenas audible—, deben cuidarse la una a la otra cuando yo ya no esté. Paula estaba a mi lado, aferrándose a mi brazo, tratando de contener las lágrimas, pero sus sollozos la traicionaban. Yo me sentía igual de impotente, deseando poder hacer algo, cualquier cosa, para aliviar el sufrimiento de nuestra madre. Intenté mantener la calma por ella y por Paula, aunque por dentro sentía que me desmoronaba. —Mamá, no hables así —intenté sonreír, aunque mi voz se quebró—. Vas a salir de esta, lo prometo. Ella negó suavemente con la cabeza, sus ojos llenos de una mezcla de amor y resignación. —Natalia, sé realista... Quiero que sepan que siempre las he amado y estoy muy orgullosa de ustedes. En ese momento, la puerta de la habitación se ab
Ha pasado una de las semanas más duras de mi vida. He tenido que encargarme completamente de Paula, quien casi no quiere comer ni asistir a clases. Álvaro y Adrián me han ayudado mucho; ella los escucha mucho más que a mí. Me consuela saber que al menos ellos logran sacarle una sonrisa, aunque sea por unos momentos. Ahora, mientras me dedico a acomodar en una caja las pertenencias de mi mamá, siento cómo las lágrimas resbalan sobre mis mejillas. Cada objeto que toco está cargado de recuerdos: sus libros de recetas, sus pañuelos de encaje, las fotos de nuestra familia... Cada uno me habla de momentos felices que ya no volverán. De repente, encuentro un viejo álbum de fotos. Me siento en el suelo, abrazando el álbum contra mi pecho antes de abrirlo. Las imágenes me devuelven a los días en que mamá estaba llena de vida, sonriendo con nosotras en las vacaciones, celebrando nuestros cumpleaños, y simplemente siendo la increíble mujer que era. Mis lágrimas caen sobre las páginas, manch