Besos en la oficina

No he dejado de recibir llamadas de Álvaro y, sinceramente, me siento muy mal por no responderle. Cada vez que veo su nombre en la pantalla, una punzada de culpa me atraviesa el pecho. Lo que me duele más es la confusión que me consume, una maraña de emociones que no me deja pensar con claridad.

Le he jurado a Álvaro que nunca tendría nada con su hermano, pero la verdad es que le he mentido. No sé cómo llegué a este punto, ni cómo fui capaz de hacerlo, pero siento que todo se está desmoronando a mi alrededor. La culpa me asfixia y no puedo evitar pensar que si Alvi se ha ido de mi casa, ha sido por mi culpa. Lo he visto en sus ojos, esa mezcla de dolor y decepción que me parte el alma.

Para colmo, la señora Gloria me sigue mirando muy mal. Su mirada penetrante y juiciosa me sigue a todas partes. Sé que sabe algo, o al menos lo sospecha. Esa mujer siempre ha tenido una intuición afilada, y cada vez que paso a su lado, siento que me desnuda con la mirada, que ve a través de todas mi
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