Chantal.Las lágrimas rodaban por las mejillas de Chantal, no las podía contener; no ahora que sabía que lo que le inundaba el pecho podía ir más allá del querer. Estar enamorada implicaba mucho, tenía como riesgo llegar a amar. Ese estado de limerencia era un peligro, más cuando el principal responsable estaba dispuesto a todo por ella. Él besaba su barbilla con ternura, aún encima de ella, extasiado por el descargue previo. Envuelto en las caricias que dedicaba a su piel, Dixon notó su aflicción y no tardó en reincorporarse.—¿Qué sucede, Chantal? —preguntó asustado— ¿Te hice daño?, ¿fui muy brusco contigo?Ella negó intentando contenerse, pero lo que le abarcaba el corazón era muy grande. Él limpió su rostro ante el derrame de emociones que a ella le era imposible emitir. —Dime qué pasa entonces —ella negó—, ¿te puedo ayudar? —volvió a negar—, por favor, Chantal, debes confiar en mí. Yo soy tu pilar y tú el mío.Aquellas palabras la hicieron descomponerse más. Él era todo lo que q
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