Chantal.—¿Estará bien?—Sí, lo estará, le dije todo lo que tenía que escuchar para que acabara de reaccionar de una vez. Sabía que ese tipo no valía un centavo.—¿Y si lo perdona? —Pues ya me encargaré de darle yo unas cuantas cachetadas. Las Brown no somos de andar de cornudas ni bajando la cabeza como sumisas, así que no tienes de qué preocuparte. Sé que ella se ilusiona con facilidad y ve todo color de rosas, pero cuando la bajan de su nube se transforma... créeme que esa reacción es la que más me preocupa.La rubia sabía como lidiar con su hermana, cosa que aliviaba a Chantal, ya que por más desavenencias que existieran entre ellas ninguna dejaría a la otra a la deriva. Eso también se cumplía con ella; las había tenido como apoyo toda su vida en los peores momentos, por lo que su deber era estar para su amiga ahora que la necesitaba.Los próximos días Anne y ella los habían pasado junto a Amber, echando a un lado parte de sus rutinas para hacerle compañía. Superar el engaño del
Chantal.Quedó paralizada en el lugar. Los hombros del hombre frente a ella subían y bajaban a ritmo frenético. Buscaba por toda la sala como animal rabioso, capaz de despedazar lo que se le pusiera por delante. Ella sintió un escalofrío recorrele el cuerpo, erizando su columna vertebral en son de advertencia. Él giró hacia ella, el tinte endemoniado en la mirada de James la asustó.—¡Dime donde está Amber! —gritó él dejando el aire bañado de su aliento etílico. Apestaba a alcohol—. Se está escondiendo, ¿no?.—Ella no se encuentra, salió hace más de media hora.—¡No me mientas, ricitos! ¡Esa perra rompió el parabrisas de mi auto y lo va a tener que pagar!Chantal lo miró con asombro, ahora ciertos detalles en la actitud de su amiga tomaban sentido. Amber estaba loca, cómo podía haber hecho algo así, más a alguien como ex, que no era la mejor de las personas.—Yo no sé de lo que hablas. Ella no está, así que te pido que te marches —le señaló la puerta aún abierta y él sonrió.—¡¿Ah, n
Chantal.Ella asintió y dejó que él la guiara hacia la habitación. Su corazón palpitaba con miedo, se le quería salir del pecho. Todo lo sucedido pasaba por su mente y todavía no lo podía creer. Tocaba su cuello mientras caminaba de un lado a otro sopesando las consecuencias que esto podría tener.—Déjame ver —pidió Dixon señalándole la piel—. Espero no deje marcas o juro que mato a ese infeliz —acarició la zona maltratada y rojiza.—No, por favor, no quiero más peleas —lo abrazó—. No quiero que nada malo te pase, que te vayas y me dejes sola.—Eso no va a pasar, mi amor, no se atreverá a hacer nada contra mí. Soy un Derricks, ¿recuerdas?Ella asintió, el calor proveniente de sus brazos la hacían sentir segura, en paz. El pálpito en su pecho se iba calmando, ese era un efecto que solo él podía generar en su mente. Le daba sosiego, ternura, amor, tantas cosas de las que nunca creyó encontrar en alguien ahora las tenía en el hombre del que se había enamorado.—Nunca me dejes —murmuró co
Dixon.Observaba la pared decorada con mariposas. Recordó el momento en el que preparó el detalle para ella. Aún teniendo el pesar de que tal vez Chantal nunca lo llegaría a ver, era una forma de marcar esa pequeña oficina como su propiedad, así como ella era dueña de su corazón. También lo había hecho por él, porque al contemplar esas alas blancas en relieve le recordarían a ella, a la primera vez que notó su fascinación por esos insectos y la primera vez que él se percató que la chica que debía odiar lo atraía sin remedio.Ahora esperaba por ella, como tantas veces lo había hecho. Aguardaba impaciente, enojado con esa Robinson que se había empeñado en mantenerlo alejado los últimos dos días poniendo excusas que ni ella se creía. Algo le ocurría, y él ya estaba harto de esperar a que decidiera encararlo. Su paciencia se agotaba de tanto esperar, de pretender que un día Chantal se atrevería a aceptar lo que sentía, que estaría dispuesta a superar sus miedos como él lo había hecho. La
Dixon.—¡Dixon, Chantal, los estaba buscando! —exclamó Derek con tono nervioso.—¿Qué sucede, hermano? —cuestionó ante el estado de ansiedad del rubio.—Es mamá... está aquí, en mi oficina.—¿Judith? —dirigió su mirada a la rizada que palideció al instante— ¿Qué es lo que quiere?—Ha venido a hablar con ustedes.Quedó pensativo por un momento, sopesando las razones que tendría su madre para venir exclusivamente a charlar con ambos. No podía ser nada bueno, de ella hacia él nunca habían salido cosas gratificantes, solo decepciones y disputas; en esta ocasión no podría ser diferente.—Bien —entrelazó sus dedos con los de Chantal y tiró de ella para echar a andar.—Dixon... —farfulló ella.—No te voy a dejar caer, tranquila —afirmó su agarre.Judith estaba sentada en la silla principal, ojeaba uno de los números de la revista, y al percatarse de la entrada de ambos levantó la vista. Su porte elegante abarcó el lugar. Los ojos con un brillo imponente toparon con los de él. Dixon le sostuv
Dixon.Sus cuerpos desnudos se enredaban sobre las sábanas grises, los gemidos ahogados a besos candentes desterraban el silencio de la habitación. Quería palpar cada espacio de su piel, recorrer los poros erizados que sucumbían ante el éxtasis. Las piernas temblorosas se aferraron a sus caderas a la vez que ella decía su nombre como quien reafirma el mayor de los placeres. La electricidad le recorrió el cuerpo al escuchar su voz, sus movimientos se hicieron más fuertes y profundos, haciéndolo soltar bufidos de gozo. Atrapó sus rizos en un puño tirando de ellos mientras el corrientazo amenazaba con romper en su dureza.—Mírame —le exigió en un murmullo.Ella abrió sus ojos y los conectó con los de él. Quería que esos abismos negros contemplaran su deseo, el brillo lascivo y genuino en su azul; ese que era solo por ella. La gloria fluyó como un descargue cargado de placer que lo hizo enterrarse más en la unión de ambos. Besó sus labios con premura, sellando lo mucho que disfrutaba cada
Dixon.Sonoros pasos se escucharon a su derecha, haciendo que todos se giraran a la mujer que se movía con gracia de diosa sobre el piso pulido. Lidia llegó a ellos con una hermosa sonrisa. Se fijó en cada uno antes de saludar deteniéndose más de lo debido en contemplar a la rizada,cosa que dejó claro a Dixon que ella sabía quién era su novia y el apellido que cargaba.—Bienvenidos, pensaba que no iban a venir, ya estaba preocupada. Tú debes ser Derek —dijo al rubio—, en un placer conocerte.—Igualmente —respondió él con resequedad reparándola—, ella es Anne Brown, mi novia.—Un gusto —extendió su mano para saludar a la rubia quien imitó la acción.Dixon percibió el nerviosismo en Chantal cuando Lidia volvió a reparar en ella. Se aferró más a sus dedos, por lo que él le pasó el brazo sobre los hombros de forma protectora.—Ella es Chantal Robinson, mi novia.La mujer asintió intentando disimular una muequilla de desagrado que todos notaron. Él le dio una mirada con tintes gélidos deja
ChantalEl vestido de color rosa pálido se ajustaba a su cintura y caía holgado hasta las rodillas. Se aplicó labial para terminar su maquillaje, pero la sombra de la tristeza era lo que más se asomaba en su rostro. Pasaron varias horas y Dixon solo había venido a tomar su traje y explicarle que tendría que asumir el papel de padrino junto a Maggi. Debía estar en el altar con su padre, el cual no había dejado de beber desde que ambos hablaron. Él le contó todo lo que Daniel dijo, sin embargo, no se sentía feliz al respecto.Percibía que nadie en esa familia la quería cerca de Dixon, no la creían digna, o al menos así se sentía ella. Suspiró y se dio un último vistazo al espejo. Se veía bien, pero su complemento faltaba.Asistiría junto a Anne y Derek, que ya esperaban en el recibidor de la mansión. El rubio no estaba mucho mejor que ella, pero de igual forma le ofreció su brazo con una agradable sonrisa.Fueron al jardín principal. La tarde comenzaba a caer, pronto el cielo dibujaría